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Una religiosa carmelita española, conocida como Ana de Jesús, va a ser beatificada el domingo, día 29 de septiembre, en Bruselas, por el Papa Francisco. La religiosa, fallecida en 1621, tuvo una gran relación con la Orden a la que pertenecía en nuestra provincia, concretamente como fundadora junto a Santa Teresa, del convento de Beas de Segura, allá por 1575. Ha pasado a la historia como “la mano derecha” de la santa de Ávila, por tanto en el antiguo convento de Beas las monjas están de enhorabuena ante la beatificación de la que fue cabeza visible de su comunidad. No se tiene noticia de que la diócesis y la orden carmelitana envíe alguna representación para estar el domingo en Bruselas para asistir al acontecimiento. Entre los trabajos que se han publicado sobre la presencia de esta religiosa en nuestra provincia, con motivo de la creación del convento de Beas, destaca el libro de la catedrática de la Universidad de Jaén, Encarnación Medina Arjona, titulado «Ana de Jesús, priora de Beas»,

Hay que señalar que el proceso ordinario de beatificación y canonización se inició en el mismo año de su fallecimiento en diferentes sedes repartidas por el mundo. Las declaraciones se fueron sucediendo hasta 1642, en que tuvo un parón. Fue ya en 1872 cuando se retomó la causa, para lo cual el padre Bertolo Ignacio, carmelita belga y definidor general, edita una buena guía de documentos procesales de la madre Ana, en Bruselas. En 1881 se abrió en la diócesis de Malinas el proceso sobre la fama de su santidad, vida y milagros, al tiempo que se abrían nuevos decretos sobre los escritos y la validez del proceso apostólico. En 1895, también en Malinas, se abre otro proceso sobre las virtudes y milagros “in specie”. Y en 1904, aparece otro decreto sobre la validez del proceso apostólico, sin llegar a declarar las virtudes heroicas. El 14 de diciembre de 2023, el Papa Francisco firmó el decreto en el que se aprueba la beatificación de la venerable Madre Ana de Jesús. En total han pasado 403 hasta hacerse realidad este reconocimiento a la carmelita tan influyente en su tiempo y trabajando codo a codo con Teresa de Jesús, además de estrechamente relacionada con el emblemático convento de Beas de Segura.

Foto: Convento carmelita de Beas de Segura.

Esta mujer, Ana de Jesús, (1545-1621) es una de las piezas fundamentales de la empresa teresiana. Sus setenta y seis años de vida -treinta y siete hasta la muerte de Santa Teresa, treinta y nueve después-, vienen a ser uno de los puentes más importantes de transmisión del carisma cara a la historia. El primer tramo se caracteriza por haber compartido muy de cerca con la madre fundadora, en sus doce años últimos, los momentos más decisivos en fijar el espíritu y la personalidad de la Orden; en el segundo llevó a cabo valientes decisiones y abrió caminos de floreciente expansión de la Reforma vía Francia – Países Bajos.

Hija de Diego de Lobera y Francisca Torres, fue bautizada el mismo día que vino al mundo, pues nació sorda y muda y así estuvo los primeros siete años de su vida, hasta que rompió a hablar. Al cumplir los nueve años de edad falleció su madre, y la tutela de los dos niños pasó a manos de su abuela materna. Al año siguiente de estar tutelada por la abuela la niña hizo voto de castidad en contra de los pensamientos de su abuela, que intentó orientarla al matrimonio. A los 18 años se puso bajo la dirección espiritual del P. Pedro Rodríguez, jesuita, que en 1569 fue destinado a Toledo, donde conoció al P. Pablo Hernández, también jesuita, que le habló y le presentó a Santa Teresa.

Desde el momento en que la M. Teresa conoció a Ana de Jesús y vio en ella sus virtudes, pasó a ser su hija predilecta, que junto a María de san José fueron los pilares de la santa en su vida y en su sucesión. En Salamanca, Ana demostró sus dotes y así lo testimonia en sus Dichos. Las relaciones privilegiadas que mantenía hacia ella tenían una nota especial, hasta tal punto que cuando se le ofrece a la M. Teresa la fundación de Beas, en los confines de Castilla y retirada de las demás fundaciones, piensa en Ana como pieza fundamental y la deja allí como priora, porque sabe que va cumplir y de manera sobresaliente su cometido. Tampoco se olvida de María de san José, las tres coinciden en Beas durante tres meses. María tenía el encargo de ser priora en Caravaca (Murcia), pero tras demorarse las licencias, se la lleva la M. Teresa consigo a Sevilla, donde la deja de priora, Eso fue el 18 de mayo de 1575, cuando vio por última vez a la M. Teresa. Podía estar tranquila la M. Teresa al dejar Andalucía en 1576 para partir de nuevo a Castilla, sabedora de que los conventos que se habían fundado allí, estaban en buenas manos.

BEAS DE SEGURA

La primera salida de Salamanca es en 1575 a Beas de Segura. Allí conocerá en abril de ese año al P. Jerónimo Gracián, que por entonces era visitador en Andalucía. En octubre de 1578, también conocerá en el convento de Beas a san Juan de la Cruz, cuando consigue escaparse de la cárcel y después del capítulo de Almodóvar. Ana, al igual que las otras monjas, quedan impregnadas por la presencia del santo y gozan de su dirección espiritual. En enero de 1582, por consejo del P. Gracián y San Juan, Ana parte para otra nueva fundación, esta vez en Granada, acompañada por San Juan de la Cruz y seis monjas, donde se funda el convento el 21 de enero.

Después de la muerte de Santa Teresa, la separación de los descalzos se hacía cada vez más inminente, y el P. Nicolás Doria empezó su escalada de puestos, hasta llegar a ser nombrado Visitador General de los Descalzos, e imponiendo su autoridad consiguió dividirlo, y los más perjudicados fueron Jerónimo Gracián y María de san José, los que menos, quizás por su silencio, San Juan de la Cruz, que fue destinado como simple fraile a La Peñuela (La Carolina) y Ana de Jesús, que, tras la muerte de María de san José, fue la candidata para la nueva fundación de París.

Cuando la madre Teresa escribía el libro de Las Fundaciones, compartía celda en Salamanca con Ana, quien estaba al tanto de todo lo que escribía la santa. Fue la mejor conocedora de la obra de Teresa. También san Juan de la Cruz le confió su Cántico Espiritual, que ella conservó hasta 1586, en que se lo entrega a la novicia Isabel de la Encarnación, quien lo llevó a las fundaciones de Baeza y Jaén, y allí se encuadernaron y se conservan.

Al ver por primera vez al santo, maltrecho y muy acabado, Ana mandó a dos monjas que le cantasen las liras en loor a los trabajos, que al oírlas quedó en éxtasis. Muchos autores atribuyen esas liras a Ana, pero hoy se duda de su autoría. Ana fue la que, años después de muerta Teresa, recopiló toda su obra. En 1587, en Madrid, conoció a Fray Luis de León, a quien le entregó los escritos para su posterior publicación con el título de Los libros de la madre Teresa de Jesús, fundadora de los monasterios de monjas y frailes de Carmelitas Descalzos de la primera Regla (Salamanca, 1588). Cuando partió a Europa, el padre Jerónimo Gracián también la animó a escribir a Ana de Jesús, y así redactó su Viaje a París, como años antes le pidiera el mismo padre Gracián escribir Relación de la fundación de Granada.

Los poemas de Ana no tienen mucha relevancia, pero sí sus declaraciones, escritos, actas y epistolario. Apenas nos han llegado obras autógrafas suyas, sino copias. Algunas de sus obras han desaparecido. Manifiesta en sus escritos que tiene una misión religiosa: propagar la reforma teresiana fuera de España, y debe hacerlo por voluntad de Dios. Así viajará, vivirá fuera del convento… siempre bajo el mandato divino. Sus cartas mostrarán a una mujer que sabe atender las necesidades materiales necesarias para expandir la orden. Esa fue la razón por la que abandonó la clausura y a ella dedicará su vida.​

Nos ha dejado una gran cantidad de cartas y documentos aunque las cartas que le escribió la Madre Teresa a Ana de Jesús, fueron quemadas por ella, mandadas destruir por la misma Madre, en aquellos años que tenían problemas con los Calzados. Ana lo recuerda con dolor en 1597. Las cartas que se conservan son 53 escritas entre 1590 y 1621. Comprenden toda su vida religiosa, desde su priorato hasta unos días antes de su muerte. Son de un gran valor historiográfico ya que hacen referencia a diversos personajes de la época. Estas cartas tienen un contenido diferente según sean sus destinatarios: así son distintas las que dirige a Fr. Diego de Guevara de las destinadas a sor Beatriz de la Concepción. Las primeras versan sobre fundaciones monásticas, consejos espirituales, los problemas con la edición del Libro de Job de Fr. Luis de León o la traducción al flamenco de las obras de Santa Teresa; las segundas tienen un tono más íntimo y personal, escribe sobre sus sentimientos, el sufrimiento por la distancia que les separa o sus problemas de salud.​

Foto: Una imagen existente de la carmelita Ana de Jesús, que el domingo será beatificada en Bruselas por el Papa Francisco.

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