VII.-Complejos: Jaén merece un nuevo Renacimiento
Sobre todo de inferioridad, ese es el complejo de la provincia que hemos ido heredando y que ha impedido dar valor a aspectos de nuestra tierra que deberíamos exhibir y explotar con orgullo. Este es un punto negro en el que nunca podremos ser imparciales precisamente al considerar que la situación general de Jaén puede ser muy distinta de lo que presentan las estadísticas y los estudios especializados. No podemos, pese a todos los problemas que objetivamente tenemos, culparnos eternamente, hasta de la muerte de Manolete si llega el caso, y no usar tantos recursos de patrimonio y de personas para acabar con la imagen que se ha estereotipado en exceso hasta el extremo de que se conocen más nuestras carencias, fuera y dentro de Jaén, que esa otra cara tan real y verdaderamente atractiva como son cada una de las razones por las que merece la pena defender con entusiasmo y emprender una especie de cruzada para sustituir los viejos complejos de inferioridad por energía y disposición.
En resumen Jaén tiene que defender su identidad y su personalidad, sin arrogancia pero con la seguridad de una provincia que sobre todo tiene argumentos para dejar de un lado y para siempre los riesgos de un cierto masoquismo. Ese complejo alguna vez se ha transformado en una especie de envidia sobre todo cuando el triunfo visita a alguno que consideramos de los nuestros, por una razón de defensa de nuestro carácter. Solemos valorar más todo lo de fuera y ese complejo tan fatídico provoca que cuando alguien cae en desgracia nos sumimos en el silencio y en el abandono, porque estamos con la gente mientras están en lo alto, no parece que sea nuestro talante el de estar a las duras y a las maduras. Es así como hemos hecho en Jaén una tierra de talentos perdidos, enterrados, y no somos capaces de desenterrarlos y mucho menos de multiplicarlos.
Nuestra Catedral
En realidad nos falta coraje y valentía para arriesgarnos en empresas que valgan la pena y parecemos estar amarrados al subdesarrollo porque ha sido compañero inseparable de la mayor parte de nuestra historia. El “nadie es profeta en su tierra” aquí lo es más. El jienense tiene que triunfar fuera para ser reconocido en su ámbito, porque arrastramos la leyenda de que todo lo que viene de fuera es mejor. Juan Eslava, por ejemplo, había hecho muchas cosas antes, y productivas, pero hasta que le llegó el ‘Premio Planeta’ no le dimos aceptación y agasajos. Por eso hemos estado instalados en la mediocridad en tantas cosas, de ahí nuestra claudicación, hasta el punto de que si algún día alguien con autoridad hubiera dicho de derribar la Catedral para hacer un aparcamiento, o de arrancar los olivos porque son una lacra para esta provincia, casi le damos la razón. ¿Dónde la personalidad propia y la defensa de todo lo nuestro?
Salvo el siglo XVI que fue una época de esplendor, no sólo en la capital sino en la provincia, que dio su fruto en ciudades como Úbeda y Baeza, a las que felizmente se les ha reconocido tras un largo proceso lo que ya eran en la consideración popular, Patrimonio de la Humanidad, la historia tiene unas marcas indelebles que deberíamos poder superar a estas alturas del siglo XXI. Una especie de nuevo Renacimiento es lo que se necesitaría, en esa aventura se podría poner un caudal de esperanza. Reproducir otra especie de siglo XVI que recuerde y manifieste el gran auge que entonces se experimentó, de modo que Jaén no viva de recuerdos sino de hechos; no de sensaciones, sino de realidades. Claro que es difícil vender una idea así cuando nunca más se supo de la exposición de lo más destacado de nuestro Renacimiento que fue una de las pocas actuaciones decentes de los fastos del 92 en Andalucía, pero lo cierto es que costó mucho dinero y su rentabilidad ha brillado por su ausencia.
No es compatible con los complejos, y menos de inferioridad, poseer un monumento tan excepcional como la Catedral de Jaén, una de las mejores de España, que todo el mundo se embelesa al verla y aquí casi ni nos hemos enterado.
La Catedral puede representar y de hecho representa las señales definitorias del alma de Jaén y emblema de un pasado y al tiempo anuncio permanente de una tierra y de una capacidad de reacción y de entusiasmo, razones a las que no se puede abdicar. La Catedral es, con diferencia, el gran orgullo de Jaén y junto con el Castillo sus mejores pregoneros. Mimar nuestra Catedral tendría que ser una prioridad y exigir que se invierta en ella de manera permanente. Entre los grandes templos del Renacimiento aquí Vandelvira nos dejó lo mejor en una preciadísima joya arquitectónica valorada universalmente. Me he preguntado muchas veces cómo no ha estado alguna vez en la mente de quienes nos rigen proponer a nuestro primer monumento o al conjunto que preside con el casco antiguo cercano (Baños Árabes, la judería y tantos monumentos y rincones significativos) como Patrimonio de la Humanidad. Ni nos lo creemos, pero es hora de pensar en sentido contrario, ¿dónde la ambición?
Escaparate
Hay un cierto cambio de actitud, se empiezan a valorar más las cosas, aunque no es para echar las campanas al vuelo. Un indiscutible empuje cultural motivado por el crecimiento de expectativas como la Universidad y otros recursos que se han puesto en movimiento, están ayudando a crear un estado de mayor armonía en un territorio mucho tiempo virgen y que ahora empieza a estar en el escaparate y no en la trastienda como en su día la situó, en una acertada interpretación, el gran escritor ubetense Juan Pasquau Guerrero, al considerar de la capital y de la provincia un valor por encima de su precio. Por no presumir ni siquiera lo hacemos de nuestra calidad de vida.
Para superar esas acomplejadas actitudes que nos han definido siempre ahí están las ciudades de Úbeda y Baeza que para sí las quisieran en Italia, en Francia, en cualquier sitio, para levantar sobre ellas un emporio. En realidad parece que no sabemos lo que tenemos, y hasta lo demostramos de vez en cuando.
Hoy podemos poner muchas cosas en el escaparate: el magnífico Premio Jaén de Piano, el torneo internacional de ajedrez de Linares, los festivales de Jaén, Úbeda, Cazorla, Linares, etc; el festival de Etnosur en Alcalá la Real; la Universidad convencional junto con la Internacional ‘Antonio Machado’ y las poblaciones que se han ido convirtiendo en sedes de cursos universitarios; contamos con una de las mejores romerías del mundo, la de la Virgen de la Cabeza; tenemos una Semana Santa de lujo; unos atractivos turísticos cada vez más valorados; hay una riqueza natural importantísima en los cuatro parques de la provincia, con Cazorla como marca señalada; existen empresas con proyección en los mercados internacionales, una riqueza arqueológica que va a permitir algún día, esperemos que cercano, contar con un Museo Internacional de Arte Ibero. Podemos también presumir de jienenses ilustres, como Andrés Segovia, Raphael, Carmen Linares, Antonio Muñoz Molina…pintores como el irrepetible Rafael Zabaleta y el grandísimo Manuel Ángeles Ortiz, medalla de oro e hijo predilecto de la capital en 1981, pero que no tiene lo que en realidad merecía, una casa-museo propia, una vez más por desidia y porque no sabemos vendernos. Manuel Ángeles era para Alberti “el pintor de la luz andaluza” y para García Lorca “el poeta de la Andalucía trágica”. Para Jaén, una vez más, el gran olvidado. En fin hay muchísimas cosas, en una relación que sería interminable, de motivos que nos dan prestigio y que debieran merecer más atención.
Otro será el horizonte de Jaén y la propia imagen de la provincia cuando sepamos exigir sin complejos de manera que nunca más se nos cierren puertas ni se juegue con nuestro destino.
VIII.-Tópicos
Jaén como cliché
NO nos hemos vendido bien, es cierto, pero a lo largo de los tiempos, y aún hoy siguen vivos y coleando, los tópicos no han sido precisamente unos aliados de la mejor causa de esta provincia. Hay cosas que de tanto repetirlas crean, se quiera o no, un cliché, una imagen, y hay que ver lo que puede llegar a costar excluirse de los lugares comunes. La realidad ha sido muchas veces desenfocada y no hemos luchado por quitarnos algunos sambenitos que nos han ido haciendo como trajes a la medida de Jaén.
Desde la duda del carácter andaluz de esta tierra hasta la leyenda del prototipo de un señorito olivarero forrado hasta las cejas de dinero y gastando sus beneficios en otros lugares más o menos recomendables, pasando por ese Jaén profundo, mezcla de realidad y de leyenda, con el que se nos quiere retratar. Además, algunos escritores pasaron por aquí de mala gana, mal informados, tal vez cansados de sus viajes, y despotricaron con saña, claro que con la complicidad de gente de la nuestra.
Pero estemos despiertos, si algunos pudieran, y ya parece que andan en ello, nos despojarían de nuestro río Guadalquivir, otro gran patrimonio de esta provincia. Con los tópicos tratan de disimular que no nos perdonan que somos una gran provincia, aunque parezcamos ajenos a ello e incluso militantes activos en nuestra contra.
La historia, incluso la más reciente, nos viene a decir, que el Jaén auténtico hay que exhibirlo para que resplandezca lo que es en lugar de muchas veces sólo lo que parece, la impresión primera. Los escritores románticos del siglo XIX buscaron para Jaén el lado más superficial y anecdótico, en general no se preocuparon de conocernos. Pero siempre hay un ‘alma caritativa’, naturalmente jienenses de todos los tiempos, que hicieron el papel de Judas, esos que se despepitan por todo lo que viene de fuera y que no tienen reparo en desprestigiar lo propio con un papanatismo que nos ha hecho mucho daño. Ahí están los casos de Teófilo Gautier o del propio Azorín, que mejor no recordar. En resumen otros lugares han sonado más siendo objetivamente menos.
“Hay quien dice de Jaén…”
No digamos del eterno debate sobre el papel de Jaén en Andalucía que ha sido muy tratado y que está presente incluso en las letras de canciones populares como la que cantaban Luisa Linares y Los Galindos, que nos recuerda que “hay quien dice de Jaén que no es su tierra andaluza, yo quisiera que esas gentes me ayudaran a decir, a qué región pertenece”. Parece que a estas alturas ya no admite discusión alguna que somos una parte de las ocho en que está formada Andalucía, pero ha habido mucha literatura y se han establecido distintas interpretaciones.
En un libro del escritor jienense Manuel Medina Casado, “Andalucía desde Jaén”, se estudian precisamente las aportaciones jienenses al acervo cultural andaluz, y está tratado con rigor y respeto a la historia y a la realidad de hoy. Es ahí donde se reconoce lo que todo el mundo sabe, que la situación geográfica de esta provincia la colocó en el papel de “frontera”, con Castilla exactamente, la región que más contribuyó a la cohesión del Estado español, como reconoce el autor. Y no debe ser casual que se libraran batallas decisivas como la de Bailén o las Navas de Tolosa, y tampoco puede olvidarse con respecto a las señas andaluzas el enclave estratégico que Jaén jugó, por ejemplo con la Junta Suprema de Andujar en el año 1835.
Lo más fuerte con respecto a la identidad andaluza de Jaén aparecía escrito en el periódico “Democracia”, órgano del Partido Socialista, en el año 1933. Reproducimos: “Jaén no es Andalucía, que no se asombre nadie por esta verdad tan seca que casi parece un exabrupto”. Y tras decir que “esto lo está demostrando constantemente su geografía, su historia, su arte y su economía”, insiste en que Jaén tampoco es Castilla, ni la Mancha, ni el Levante, y defiende el articulista que “Jaén es Jaén: es decir, un pueblo aparte en el mosaico peninsular con sus características propias y esenciales…”.
Decimos que a estas alturas el debate no da seguramente para más, pero como tópico sigue con alguna vigencia, bien es cierto que no se es andaluz por decirlo más, ni por exhibirlo como categoría. También Úbeda y Baeza pueden parecer Salamanca y no lo son, precisamente constituyen orgullo del Renacimiento andaluz. Machado colocó a Jaén a medio camino entre andaluz y manchego, y él fue precisamente el que para alabar a los “benditos labradores” de esta tierra, enfatizó duramente contra ese espécimen de terrateniente del olivar: “los bandidos caballeros/los señores/devotos y matuteros/.”
Nada menos que la Puerta
El caso es que Jaén es la Puerta de Andalucía, y que en ese Geen (paso de caravanas) que ha sido nuestro signo desde siempre, no se ha aprovechado, tal vez por sus otros complejos, y recientemente por episodios que más vale dejar en el olvido, ese capital tan evidente de ser la llave para entrar y para salir de toda una comunidad autónoma. Este Jaén no puede ser llave y puerta sin ser al tiempo plenamente andaluza de hecho y de vocación. Por algo el recordado cronista Luis González López llamó a Despeñaperros “la puerta de la felicidad”.
En fin, no se trata de salirnos “por los cerros de Úbeda” y por ello no nos puede alegrar para nada el tópico de figurar en los últimos puestos de bastantes medidores y que cuando a alguien se le ha ocurrido que Jaén se merece un aeropuerto, aunque sea de juguete, soltemos la carcajada que es una muestra de lo contrario a la ambición, aunque el aeropuerto necesite acompañarse de otras realidades. Pero el tópico de ser la “única” nos estorba. Y por supuesto de aparecer a veces como una provincia pobretona y sin recursos, cuando no es verdad aunque esto sea compatible con la existencia de centenares de problemas, algunos realmente graves.
El Jaén profundo
También aquí hay que apelar al papel de los medios de comunicación, en especial los que se proyectan fuera de Jaén, que tienen la ineludible responsabilidad de hacer compatible su credibilidad y buscar el equilibrio para evitar recurrir a lo de toda la vida. Ahí es donde juega un papel de primera magnitud ese Jaén profundo de nuestras entretelas que ha fabricado una marca que nos ha ido situando simplistamente en el mapa del racismo, en un primer puesto en la crónica negra y la crónica de sucesos, en un lugar de privilegio en el llamado terrorismo doméstico o violencia de género, del que por desgracia han sido víctimas muchas mujeres jienenses, y nos pesa en la conciencia social como el problema que es.
Está asimismo el peso de ciertos hechos de ese Jaén singular y enigmático, como la aparición del fenómeno de las “Caras de Bélmez”, del que mañana mismo, día 23, se van a cumplir 33 años y parece tener vocación de dar para mucho. Está la historia de una ruta bastante numerosa de santeros y curanderos, con los emblemáticos Santo Manuel y Santo Custodio, conocidos dentro y fuera de nuestro territorio por millares de seguidores. Por si faltaba poco, para sumar tópicos, cada año se conmemora la muerte del torero Manuel Rodríguez Sánchez, “Manolete” el 28 de agosto de 1947, por una cogida del toro “Islero”, a punto pues de cumplirse los 57 años, y sigue siendo una imagen viva en el recuerdo de la feria linarense de San Agustín.
El cliché real, la representación de esta provincia, en su valor auténtico consiste sobre todo en gozar de lo que pasa en ella, expresando dolor y alegría, según los casos. En el conocido dicho de “A Jaén se entra llorando y se sale llorando” está recogido, al tiempo, el irritante desconocimiento y el sugestivo encanto que ejerce esta tierra. Hay una expresión que nació en el Islam y que decía “Habla de muchas ciudades pero vive en Jaén”. Aparte de ser slogan para promocionarnos, es un perfecto antídoto contra el último de nuestros pecados capitales, el de enterrarnos en tópicos y en vaciedades que en la forma y en el fondo obedecen a un interés de dudosa bondad, ver sólo una parte de Jaén, un Jaén difuminado, oscuro y hasta si me apuran, irredento.