Nuestra especial idiosincrasia hasta ahora nos ha aconsejado que ante la disyuntiva de comprar o alquilar una vivienda optemos por la primera alternativa. Así no parece extraño que, según las estadísticas, el 83% de los españoles posean una vivienda en propiedad y sólo un 17% se incline por el alquiler, cifras que contrastan claramente con las correspondientes a los países de nuestro entorno, donde se impone claramente la opción del arrendamiento.
Sin embargo, este debate obligado encuentra ahora nuevos elementos para impulsar una corriente de cambio porque parece detectarse un interés inusitado a favor del alquiler. Los altos índices de desempleo, la moderación salarial, el elevado parque de viviendas desocupadas, la moderación de los niveles de precios de alquiler y los más estrictos criterios de concesión de préstamos por parte de las entidades financieras, están determinando que, sobre todo, los más jóvenes se decanten claramente por esta opción.
No olvidemos que, incluso, la misma dinámica del mercado de trabajo contribuye a considerar que la posibilidad de mantener un empleo para toda la vida, como hasta ahora hemos pretendido, se está reduciendo progresivamente y que la actitud, ahora más propicia a cambiar de trabajo y, consecuentemente, de residencia, parece cada vez más clara.
En cualquier caso buena parte de nuestra decisión estará determinada por circunstancias muy personales y, por otro lado, enormemente influenciadas por la posición económica. En una coyuntura como la actual de tipos de interés inéditamente bajos si se mantiene algún ahorro acumulado o puede contar con ayudas familiares, parece lógico que si aún no es propietario de una vivienda la opción clara es comprar, porque es muy posible que el pago mensual de una hipoteca, una vez aportados capitales propios y cubiertos los gastos inherentes a la compra, sea muy similar al alquiler que debería pagar por el arrendamiento de la misma.
Otra cosa será el tipo de hipoteca (plazo, interés fijo o variable, etc.) por el que debiera optar, sobre cuya opción nos ocuparemos en otro comentario próximamente. Por otro lado, también juega un papel fundamental el número de miembros que componen la familia, aspecto que deberemos conjugar con la situación laboral, el nivel de ingresos fijos salariales, la eventualidad o seguridad en el trabajo e, incluso, la ubicación de la vivienda porque dentro de una misma ciudad, dependiendo de la zona, los precios de alquiler pueden determinar que sea más aconsejable una u otra opción, en virtud de la diferencia entre alquilar y pago del préstamo y, por otra parte, las posibilidades de una eventual posterior venta son diferentes según la situación del inmueble.
En definitiva, para tomar una acertada decisión, debemos ponderar todos los aspectos que hemos señalado anteriormente y si, finalmente, se inclina por el alquiler, trate siempre de hacerlo con opción a compra, lo que le permitirá, según los términos del contrato, recuperar el dinero desembolsado por el arrendamiento hasta ese momento si, al fin, deseara comprarla.