El nuevo mundo digital se presenta como un escenario totalmente abierto para la proliferación de las monedas virtuales. Desde 2009, cuando Satoshi Nakamoto, a quien se le atribuye la creación de la criptomoneda Bitcoin, su profundidad y expansión ha tenido una enorme progresión. Sin embargo las criptomonedas no están sometidas al control de ningún Banco Central, primer requisito del que adolece este nuevo dinero para ganar la confianza y aceptación de los usuarios. La carencia de un emisor conocido aporta altas dosis de desconfianza ya que toda la seguridad que tradicionalmente deparan las monedas nacionales, avaladas y respaldadas por sus respectivos bancos centrales, se reducen, en el caso de las monedas virtuales, a la “minería”, es decir, al papel que desempeñan los ordenadores que velan para que las transacciones sean correctas.
La tecnología ha supuesto una revolución en todos los sectores económicos, y el dinero y la política monetaria no pueden ser ajenos a esta tendencia. Así la irrupción y el auge del dinero no fiduciario está arrebatando a los bancos centrales el monopolio de emitir moneda y, ante esta realidad, el Consejo de Gobierno del BCE ha constatado que no puede quedar al margen por lo que ha decidido iniciar una fase de experimentación para la implantación de un euro digital ante el riesgo que para la estabilidad financiera puede suponer la creación de medios de pago privados a escala mundial.
En realidad el posible lanzamiento de un euro digital sólo debe entenderse como una forma electrónica de dinero que todos los ciudadanos y empresas de la zona euro podrían utilizar para efectuar sus pagos de una manera rápida, fácil y segura, y en todo caso, como un complemento del dinero fiduciario que estamos utilizando ahora, sin que exista riesgo ni intención de que pueda suponer la desaparición del mismo. Sin embargo, la regulación de la posible emisión y circulación de esta moneda digital del BCE deberá observar, como apunta la ministra de Economía, Sra. Calviño, “normas estrictas que incluya soberanía monetaria, estabilidad financiera y total protección al consumidor“, de tal forma que el BCE conserve la exclusiva de emitir moneda y que los usuarios puedan canjear en cualquier momento sus euros digitales por billetes en euros o en cualquier otra moneda.
Según el periódico económico “Cinco Días”, la irrupción del euro digital tendría efectos en todo el Euerosistema por lo que, entre otros aspectos, estudia el formato de sus estructuras. Para hacernos una idea de sus consecuencias, si se apuesta por un modelo centralizado, los ciudadanos tendrían la posibilidad de abrir cuentas en las que depositar sus euros digitales en el propio BCE. La alternativa sería un sistema descentralizado en el que los bancos comerciales actúen de intermediarios entre el BCE y los ciudadanos para para gestionar los movimientos de euros digitales e, incluso, en el que cada cuenta de usuario se encargaría de registrar esos movimientos. En cualquier caso, según fuentes del propio BCE “el objetivo del BCE no es competir con los bancos comerciales por razones de estabilidad financiera y debido al importante papel que juegan en la transmisión de la política monetaria”.
En conclusión, la creación del euro digital, según esas mismas fuentes, tendría sentido para apoyar la digitalización y garantizar una mayor dependencia de Europa, y para evitar que otras monedas digitales puedan ser usadas en la eurozona y resten presencia internacional al euro.
Imagen: Blog de Economía y Finanzas de Bankinter.