17/11/2016
“Trifulca en un bar…” Y se quedan tan a gusto. Trifulca en un bar es la típica discusión en una taberna entre aficionados del Madrid y del Barcelona, y no un linchamiento a cuatro personas indefensas por parte de veinticinco “animales”.
Yo, al igual que muchas personas más, he vivido, o mejor dicho, “sobrevivido”, entre esos “animales de dos patas” durante un tiempo. He percibido el odio, por su parte, y el miedo, por la mía. He soportado la presión de haber sido una extraña despreciada dentro de mi propio país. Me he sentido excluida socialmente por no compartir ideas que rebosan rencor y rabia. Y, cuando empezaba a borrar de mi memoria esos sentimientos negativos…, aparece la noticia: ”No ha sido una agresión terrorista, sino una trifulca en un bar…”
Lo que más indigna, lo que realmente más repugna, es que, en muchos casos, son aquellas personas “que más gritan en defensa de los derechos humanos”, los que están quitando esos mismos derechos a golpe de agresión. Que aquellas personas “que más gritan en contra del maltrato animal”, los que tratan peor que a perros a otros congéneres. Que aquellas personas “que más gritan para exigir la acogida de seres humanos sin patria”, son los que están echando a patadas a otros de la suya, de la nuestra.
Personas incoherentes, intolerantes, que, al igual que los psicópatas, no sienten la más mínima empatía por aquellos que no comparten su locura, una locura alimentada por los que quieren ser políticamente correctos y que callan y miran para otro lado cuando esa oculta y oscura realidad latente estalla en forma de titulares.
Esto sucede en España, lo aguantan día tras día cientos de personas que sobrellevan la situación gracias al único consuelo de saber que esa dura estancia tiene fecha de caducidad.
Toda esa gente, a la que estos “fanáticos animales” odian, no están allí por gusto; aseguro que ningún maravilloso paisaje compensa el insulto y la amenaza diaria. Que ninguna espléndida gastronomía supera el sentimiento de frustración de un padre al ver a su hijo marginado por su acento. Que a nadie le agrada sobrevivir en una tierra en la que los días se cuentan y se tachan como parte de una condena.
No me lo han contado, lo he vivido. Y por eso siento vergüenza ajena, asco, repugnancia ante declaraciones de este calado: ”Trifulca en un bar…” Pero no me produce náusea la frase en sí, sino por el hecho de quien parte, de representantes públicos, de políticos… No creo en nacionalismos, creo en idiosincrasias, y me da miedo que se considere políticamente incorrecto defender que todos somos iguales, que todos somos españoles y que me gustaría que en la tierra a la que algunos llaman Euskalerría, se me defendiera y que se me reconocieran, por parte de aquellos que “gritan tanto”, los mismos derechos que a un inmigrante, que a un animal o que a un excluido social. Y que, por favor, nadie saque mis palabras de contexto, porque de “políticamente correctos”, algunos, ya estamos hartos.