Jaén está falta de muchas cosas, fundamentalmente de buenos gestores, pero le sobran sabor y talento.
Abunda la cultura de la ingesta pantagruélica, pero eso no impide que entre los olivos florezca esa otra cultura tan denostada y devaluada hoy en día desde diversas esferas y que surjan creadores en distintas disciplinas. Muchos tienen que abandonar esta tierra por la falta de reconocimiento, por la ausencia de oportunidades o simplemente por hastío. Y otros, aunque permanezcan aquí, no obtienen credenciales hasta que su obra no es alabada fuera. Me vienen a la cabeza nombres de pintores como Santiago Ydáñez, Miguel Ángel Belinchón “Belin”, José Ríos o Ángeles Agrela e incluso el de un maestro consagrado como el navero Juan Martínez. Algunos de ellos ausentes de esta tierra pero sin perder el vínculo con ella.
Con la música ocurre otro tanto. La sombra del rock granadino es alargada, pero la vecindad de ambas provincias y las históricas buenas relaciones entre bandas de allí y aquí han permitido que la llama de la música no solo no se extinga sino que proliferen buenos músicos y la supervivencia de algunas de esas bandas durante décadas. Otra cuestión es poder vivir en exclusiva de la música o que sea más fácil tocar en garitos de fuera de la provincia. Podemos presumir de festivales como los que se celebran en Alcalá la Real, Cazorla, Torres, Jaén, Úbeda, Baños de la Encina, Torreperogil, Martos o Escañuela o de iniciativas como las Noches de Palacio en Jaén, pero seguimos careciendo de una programación de conciertos en directo en locales. El cambio de la norma autonómica debería contribuir a ello, pero también es necesaria la implicación de la administración local y ayudas a los dueños de salas y locales y a las propias bandas para que se programen conciertos con una mínima garantía de rentabilidad. No hay que olvidar que hace algún tiempo colgamos en la capital el cartel de cerrado en las tiendas de discos y para adquirir música hay que acudir a la venta on line. Y eso tampoco suma.
Las letras no son ajenas a este florecimiento, en particular la poesía. Si es difícil vivir de la pintura o de la música, hacerlo de la poesía resulta casi una quimera. Y aún así, Jaén siempre ha sido tierra de poetas. Quizás porque como sostiene Luis García Montero, “la poesía es una forma de resistencia”. Nuestros poetas no solo resisten, escriben y también publican. Lo acaba de hacer Juan Domingo Aguilar con su poemario “La chica de amarillo”, en Esdrújula Ediciones, y casi a la par hemos asistido al estreno poético del exitoso dramaturgo de Vilches, Alberto Conejero, que ha visto como La Bella Varsovia alumbraba su libro “Si descubres un incendio”. El poeta de Los Villares Juan Carlos Abril publicaba recientemente sus versos de “En busca de una pausa”, en Editorial Pre-Textos. De igual modo que el ruseño baezano o baezano ruseño Salvador García nos regalaba “ARCA DEL AGUA. Baeza: verso y piedra”, un regalo de edición de la Diputación provincial de Jaén ilustrada por el acuarelista Juan Antonio Lechuga Salazar. Unos meses antes lo hacía el alcalaíno Tomás Hernández Molina, con su “Hotel Comercio”, editado por El Ojo de Poe.
A ellos se agregran otros como Joaquín Fabrellas, Ángel Rodríguez, Isabel Rezmo, Juan Cruz o Andrés Ortiz Tafur y los jienneses de adopción Isabel Tejada y Miguel Agudo, con publicaciones en editoriales como Siltolá o Piedra Papel Libros. Y veteranos como Manuel Ruiz Amezcua, Manuel Lombardo, Guillermo Fernández Rojano o Juan Manuel Molina Damiani.
La buena salud literaria con sabor jiennense también se refleja en la narrativa. Por citar a dos autores, Emilio Lara, triunfando con “El relojero de la Puerta del Sol”, y Jesús Tíscar, abriéndose paso con “La japonesa calva” y la recién salida de imprenta “Yo, señor, no soy malo”. Hasta el amigo Paco Salas que nos ha hecho reír con sus “Panquilerías” se ha animado a escribir un segundo volumen.
Hay mimbres en estas disciplinas y en otras como el cine y las artes escénicas. Si echamos la vista atrás nos sorprendería la lista que podríamos elaborar con autores y creadores de la provincia o relacionados con ella. La pregunta es evidente ¿Creemos como territorio y como sociedad en la cultura o vamos a seguir tratándola como algo residual?
Foto: El linarense Miguel Ángel Belincón «Belin», considerado uno de los grafiteros más importantes de Europa.