Por ANTONIO MARTÍN MESA / Mañana es 22 de diciembre, el día del sorteo más popular de la lotería española. En todas las cadenas de televisión, en las emisoras de radio y en los diarios digitales veremos y oiremos, a lo largo de toda la jornada, la alegría desbordante de unos cuantos cientos de españoles a los que le habrá caído regalada una lluvia de miles de euros. En suma, seremos testigos de una inyección de dinero abundante y casi regalado –el coste de unos décimos o participaciones-, que inundará algunos hogares y familias españolas.
Algo parecido, pero a gran escala, es lo que ocurrió hace ahora casi cuatro años. En efecto, corrían los primeros meses del año 2015 y la Eurozona dejaba atrás el período de crisis y Gran Recesión que se inició a partir de 2008. No obstante, el ritmo del crecimiento económico era lento y los daños “colaterales” de la crisis en las finanzas públicas y en el endeudamiento del sector privado, importantes. Además, la inflación, cuyo control es el principal objetivo del Banco Central Europeo (BCE), se situaba claramente por debajo del 2%. Consecuentemente, se daban todas las condiciones para que el BCE, capitaneado por su presidente, el Sr. Mario Draghi, pusiera en marcha una política claramente expansiva –dinero abundante y a bajo tipo de interés-, para tratar de relanzar la economía de los países del euro. Dos patas tiene esta política monetaria, por un parte, la inyección de dinero y, por otra, la reducción del tipo de interés del euro.
El BCE no terminaba de confiar en la efectividad, para los fines que perseguía, de la política monetaria convencional (operaciones principales de financiación, operaciones de financiación a más largo plazo, operaciones de ajuste, estructurales, etc.) y puso en escena un instrumento “no convencional”, el denominado Quantitative Easing (QE). ¿En qué consiste? Es un programa de compra de activos públicos y privados. Se puso en marcha en marzo de 2015 y se preveía su extensión, inicialmente, hasta septiembre de 2016. ¿De qué cantidad de dinero estamos hablando? Nada más y nada menos que de 60.000 millones de euros mensuales, que en abril de 2016 se amplió hasta los 80.000 millones de euros mensuales y se extendió su vigencia hasta marzo de 2017. ¿Cómo actúa? Al descargar los balances bancarios de sus activos en forma de deuda, facilita el crédito a las empresas y familias. Los activos públicos son deuda soberana de países del euro, tanto nacional como regional, y emisiones de agencias de carácter supranacional (MEDE, Banco Europeo de Inversiones, etc.). Más tarde irá ampliando los tipos de activos.
En la medida en que se han ido consiguiendo los objetivos, el programa se ha ido desacelerando. Así, en marzo de 2017 se redujo a 60.000 millones mensuales, hasta diciembre de ese mismo año, y en enero de 2018 se redujo a 30.000 mensuales (enero-septiembre) y a 15.000 en los últimos tres meses de este ejercicio, quedando extinguido el próximo 31 de diciembre. En total habrán sido 2,6 billones de euros los inyectados con este programa en la Eurozona entre marzo de 2015 y diciembre de 2018.
La otra pata de esta política expansiva ha sido el precio del dinero, situado en el 0% -tipo oficial del euro- desde marzo de 2016. En suma, dinero muy abundante y al 0%. Todos los indicios parecen apuntar a que también estamos en la víspera de que comience una escalada de tipos (recordemos que esta misma semana la Reserva Federal USA ha subido un cuarto de punto el tipo oficial del dólar, situándolo en un rango del 2,25-2,50%). ¿Cuándo? Draghi termina mandato en septiembre. ¿Lo hará en el verano antes de irse? ¿Dejará la decisión en manos de su sucesor al frente del BCE? Todo dependerá del comportamiento de la inflación en la Eurozona. Desde luego, si alcanzamos el 2% en la tasa de crecimiento del IPC, la adopción de tal subida será inmediata.
Tenemos todas las “papeletas” para que, como digo en el titular de esta colaboración, “se acabe la etapa del dinero abundante y barato”.