De entre todos los lugares comunes del franquismo el único que permanece vigente es el que afirma que Rusia es culpable. Ya nadie mantiene impasible el ademán ni España es una unidad de destino en lo universal ni las filas están prietas. En cuanto al eslogan Los peluqueros, con Franco, es una frase antigua, un corte a navaja, un peinado a dos aguas, un afeitado que se remata con Floïd en lugar de con un bálsamo libre de alcohol.
Rusia es culpable porque la inocencia es capitalista, como lo es el buen restaurante y el barco de recreo. Frente a la despensa llena de Occidente el plan quinquenal es hambre para mañana sin ser pan para hoy. Y frente al yate de Valentino en el Mediterráneo la flota de Putin en el mar Negro es una amenaza no a nuestra libertad sino a nuestra alegría. A Putin no le disgusta tanto que el hombre escape de su campo de concentración como que se ría del Gulag.
¿Es divertido el Gulag?: según. Hay quien grita vivan las cadenas si el herrero es de izquierdas. Lo que es seguro es que el comunismo no es divertido. Como no lo es la guerra fría, semejante al silencio incómodo que a los postres preside la mesa de la pareja que ya no se soporta. Putin, la guerra, es la vaca que se come la margarita que deshoja el hombre enamorado, el dictador que se come a Ucrania sin oposición, consciente de que Biden no es a Reegan lo que él a Stalin.
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