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¡Llegó la Navidad!

Un año más, fiel a su cita y, como de costumbre, viene a traernos felices recuerdos, maravillosos momentos compartidos con nuestros seres queridos: reuniones familiares, villancicos, adornos navideños y un bonito belén.

Me gusta la Navidad.

A mis 52 años, parece que fue ayer cuando disfrutaba en la sobremesa viendo aquellas películas del “Especial Navidad” de Televisión Española: “Qué bello es vivir” o la inolvidable y entrañable “La gran familia”.

También recuerdo con cariño aquellas tardes navideñas cuando salía a pasear para ver los juguetes que aparecían en la tele. Mi recorrido incluía Galerías Preciados situado en la calle Roldan y Marín, La Perdiz en la Carrera y los añorados almacenes de Tejidos Gangas en la plaza de San Francisco.

Todos, sin excepción, hemos ido llenando el equipaje de nuestras vidas con estas experiencias, emociones y sensaciones que han conformado nuestra realidad, no solo del concepto que adquieren estas fechas, sino mucho más allá, de nuestra particular visión del mundo.

Estas costumbres y tradiciones nos aportan seguridad y un sentido de pertenencia a la comunidad, a nuestro entorno, a nuestros vecinos y amigos a los cuales nos unen esos recuerdos repetidos en el tiempo, que conforman nuestra identidad y un especial sentimiento de arraigo.

Y, en estos días, siempre me acompañan mis propósitos de año nuevo. Esas intenciones de mejora que incluyen toda una suerte de compromisos y deseos para un futuro mejor.

Un año más me dispongo a disfrutar de estas fechas, integrando esos compromisos como una práctica habitual en mi actividad profesional, donde mi intención es conseguir que sientas que tu futuro puede y debe ser mejor que tu pasado. Aquí reside la clave del desarrollo personal.

Creer en un futuro mejor sin importar en qué etapa de tu vida te encuentres o cuales sean tus circunstancias es suficiente, la mayoría de las veces, para ilusionarte y mantenerte en un proceso de crecimiento interior.

Tus propósitos pueden ser variados: una mejora respecto a tu situación actual, conocer algo nuevo, aprender una habilidad que siempre quisiste tener, enseñar algo útil a los demás, tener mayor calidad de vida, transmitir alegría y felicidad, conectar con otras personas o sencillamente imaginarte un mundo mejor para ti y los que te rodean.

Tener ilusión es una decisión personal, depende de tener la actitud necesaria y asumir que es tu responsabilidad. A partir de ahí, tu misión debe ser contagiar a los demás.

Tu capacidad de aprender, de lo bueno y lo malo, de tus experiencias, te llevará a crear una vida más plena, llena de momentos inolvidables.

Esta navidad, como desde niño, seguiré escribiendo esa carta a los Reyes Magos y, por supuesto, estableceré mis propósitos para el año que empieza. Y lo haré con ilusión.

Como dijo Voltaire “la ilusión es el primero de los placeres”.

Amor, felicidad, gratitud e… ilusión. ¡Feliz Navidad!

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