Por ANTONIO DE LA TORRE OLID /
La vida es así, aparentemente imprevisible, aunque a veces también obvia, por la forma en que nos conducimos y por el curso de los acontecimientos. Nos saca de nuestra zona de confort y nos obliga a ocupar nuestros pensamientos en otras cosas que no teníamos previstas. Enfrascados como estamos en nuestras peleas patrias, en lo que dan de sí los Maserati y las broncas de Gran Hermano, pero ¡podría darse el caso que tengamos que empezar a pensar en las amenazas y los horrores de una guerra más cercana de lo que podríamos pensar!. Y entonces nuestras preocupaciones vitales tornarían a las más básicas de la pirámide de Maslow.
Seguramente cuando Zelenski dio el salto de cómico televisivo a presidente de su gobierno tampoco esperaba esa hipótesis, al igual que sus conciudadanos ucranianos no se afanaban más que en el crecimiento del cereal, en cómo venía el invierno, en acudir al conservatorio o en preparar las olimpiadas, es un decir. Ahora han tenido que dedicar sus días a defenderse, a esconderse en un refugio o a desplazarse lejos de sus casas.
¿Cómo, en España? Pues sí. Casi todos nos declaramos pacifistas y a la vez casi ninguno somos duchos en geoestrategia mundial. Pero quienes tienen la responsabilidad de alertarnos, nos están obligando a poner la oreja en la hipótesis de una agresión rusa a cualquier punto de Europa.
¡Pero si desde la Segunda Guerra Mundial España no ha sido belicista!. Ciertamente la Guerra Civil del 36 dejó tal penuria y agotamiento, que su misma temática se convirtió en un tabú, rescatado en ésta, como en cualquier otra provincia, por ejemplo, desde las descripciones dramáticas de Sánchez Tostado a otras más anecdóticas de Almudena Grandes, con Cristino y Cencerro. Pero en todo caso, ese tabú, esa conciencia de lo peor del ser humano y sus miserias, transmitida por la tradición oral, pervive aún casi como si estuviera impregnada en los genes de las generaciones posteriores. Los más descerebrados incluso, recuperan expresiones de entonces y ya veríamos si no se amplifican más adelante.
El caso es que, aunque el presidente Sánchez intenta bajar el tono, nuestra ministra de Defensa viene alertando de que hay circunstancias que podrían enfangarnos en un conflicto, agravado con el hecho de que la tecnología bélica, puede hacer caer un misil o una cabeza nuclear rusa en París, pero también en los Campos de Hernán Pelea.
¿Cuál sería la mejor toma de posición española? Sus recientes mandatos presidenciales ya tienen algunas señas de identidad para la posteridad. Aznar puso a España en el punto de mira por nuestra participación en la guerra de Irak y los posteriores atentados islamistas del 11-M. Zapatero no supo ver venir la crisis financiera mundial y ahora lo reconoce. Rajoy no supo detener la corrupción que desembocó en una moción de censura. Se supone que le toca a Sánchez transitar entre no alarmarnos y entre responder a la solidaridad con el agredido y la alianza atlántica; en preparar nuestras defensas suficientemente ante hipotéticos ataques; y de nuevo en evitar situarnos en el punto de mira. Aunque parece respecto a esto último, que la posición francesa más agresiva y el hecho de que dispone de bombas atómicas, la convertirían en el principal objetivo.
Se dice que a veces la guerra empieza por el hecho más insospechado, pero la realidad actual tiene tantas y tan complejas aristas, que obliga a empezar a reflexionar en lo que nos dicen Margarita Robles, muchos analistas o las autoridades europeas, porque se están dando cita muchos factores que obligan a ello. Narramos sólo algunos.
El ataque hace unos días a un auditorio ruso por parte de islamistas, ha hecho que Putin tenga que ofrecer a su pueblo alguna cabeza de turco, como ha sido amplificar los ataques a Ucrania o reiterar su capacidad nuclear contra los países de la OTAN. Desde Bruselas se invita a transformar nuestras inversiones hacia una economía de guerra, con el objetivo de incrementar el gasto militar hasta el 2% de los presupuestos nacionales; y precisamente pese a la prórroga de los españoles se salva el incremento en ese capítulo. Los titubeos en la definitiva condena a Israel aumentan la incertidumbre. El presidente francés Macron ha dejado caer la posibilidad, ahora sí, de situar tropas en el frente de guerra de Ucrania, no sólo armamento y abastecimientos como ha ocurrido desde el principio de la guerra. La reencarnación de lo que suponen las políticas de Trump, si ganara de nuevo las elecciones americanas de noviembre, podría dejar sin cobertura a muchos países hipotéticamente agredidos y reforzar las posiciones rusas. En Alemania van a dedicar fondos para tener a punto refugios habilitados durante la Guerra Fría. Y en países nórdicos se preparan protocolos, se contempla la movilización de reservistas o la recuperación del servicio militar obligatorio. El asunto de la recuperación de nuestra famosa mili, la que hipotecó la vida de muchos jóvenes en el momento justo en que estaban ultimando sus estudios o iniciando un proyecto laboral (por mucho que diera lugar a tanta película y tanto chiste que en estos momentos de incertidumbre ni apetece recordar), se ha descartado por el momento.
No podemos vivir de espaldas a la realidad y ojalá que no tengamos que vivir un conflicto imprevisible. A ver si todo esto, a día de hoy, nos hace actuar en nuestro presente con más sensatez, para cuidar las cosas más esenciales.