La crisis que estamos padeciendo ha obligado a cambiar por completo las previsiones económicas del gobierno y va a tener un gran impacto en la evolución de las cuentas públicas. Sin embargo, como asegura Carlos Jaramillo, estratega de Inversis, “el riesgo latente es que cualquier previsión de recuperación no es segura porque la gran incógnita a determinar es la profundidad de la desaceleración y, sobre todo, los daños concretos y permanentes que puede causar. Por tanto, el grado de deterioro dependerá del impacto que genere en factores tales como las cadenas de producción, pérdida de productividad, destrucción de la capacidad instalada, el colapso del comercio internacional, el posible endurecimiento de las condiciones financieras, la evolución y el comportamiento del consumo, y los efectos de segunda vuelta“.
Los datos conocidos, relativos al primer trimestre, ya muestran una seria conmoción en las variables económicas más relevantes. Así el PIB se ha desplomado un 5.2%, el INE anuncia la pérdida de 357.000 empleos a tiempo completo, el consumo de los hogares se hunde un 7.5% trimestral, la inversión un 5,3%,y las exportaciones un 6.3%, aunque esta pérdida se ha visto compensada por el descenso de las importaciones cuyo registro ha descendido un 8.4%, mientras que la inflación ha entrado en terreno negativo al anotar un nivel del menos 0,7%.
En este contexto el Ejecutivo ha remitido a la Comisión Europea el Programa de Estabilidad que recoge la evolución de las variables económicas relativas a 2020-2023. En el plano más próximo, el programa incluye una caída del 9.2% del PIB para el presente año, un Déficit del 10.7%, que la Deuda Pública escalará hasta el 115.5% del PIB desde el 95.5% que contabilizó en 2019, y que el paro ascenderá al 19% en 2020 y se contraerá hasta el 17.2% en 2021.
Sin embargo, como señalaba anteriormente, estas previsiones carecen, en mi opinión, del rigor necesario para poder determinar con cierta precisión las medidas necesarias que deben implementarse para soportar el vendaval del deterioro económico que las mismas previsiones contemplan y, lo que es más complicado, para arbitrar los recursos necesarios para encarar los efectos reales derivados.
Por otro lado, como ya he subrayado en alguno de mis recientes comentarios, la estructura de nuestro PIB mantiene una configuración intrínseca en la que destaca la intensa dependencia del sector servicios, que alcanza el 73% de su conjunto, y en el que cobra una especial relevancia el turístico y la hostelería que son, precisamente, los subsectores de los más afectados por el frenazo de la actividad económica y, lo que es peor, los que, todo parece indicar, tendrán más dificultad para recobrar su normalidad. Si, por otra parte, tenemos en cuenta que la recuperación de la demanda interna, especialmente el consumo, seguirá contrayéndose como consecuencia de la minoración de recursos en las familias, azotadas por el incremento del paro y situaciones similares, y que, por otro lado, el efecto psicológico, en coyunturas de este tipo, invita a reducir gastos e inversiones, al menos en el entorno más próximo, puede dibujarse un escenario indeseado que profundice en los efectos negativos e impida una recuperación más próxima e intensa, muy diferente a las previsiones barajadas por el equipo económico del gobierno.De igual naturaleza pueden considerarse las inconcretas referencias a las vías a las que recurrirá para tratar de minimizar todos esos efectos negativos apuntados. De acuerdo con esas insinuaciones, debemos asumir que se deba optar por una reforma fiscal parcial que incluya incrementos de impuestos para algunos tramos de los ingresos declarados y para otros conceptos, tales como: tasa google, transacciones financieras, impuestos verdes…. Es imprescindible una reducción o, incluso supresión, de gastos y subvenciones improductivas, disminución de empresas de la administración paralela y de cargos públicos. Todo ello aparte de aprovechar todos los recursos que provengan de las líneas, de cualquier tipo, que ya se han arbitrado, o se puedan diseñar en el futuro, tanto procedentes de los mecanismos europeos como, así mismo, de otras instituciones tratando que su utilización no menoscabe la credibilidad de los mercados en la solvencia y estabilidad de la salud financiera de España y que genere la creencia de un rescate necesario.
Por otro lado, habría que trabajar para tratar de cambiar la estructura sectorial del PIB disminuyendo la dependencia del turismo en beneficio del sector industrial, entendido como automatización, robótica, tecnológica y digitalización.