La economía conductual es una disciplina que combina la economía (y más específicamente la microeconomía) y la psicología y ambas coinciden en buscar el estudio y análisis de las conductas propias del comportamiento humano y sus efectos sobre las decisiones económicas en materia de consumo, inversión o cualquier otro aspecto relacionado con los recursos económicos. Obviamente los aspectos reales más trascendentes e influyentes en esas determinaciones, (aparte de otros, como la capacidad cognitiva, cultura, etc.), dependen, en definitiva y primordialmente, del nivel de ingresos, pero también del ambiente político- económico coyuntural provocado bien por situaciones de bonanza y estabilidad o por otras de recesión e incertidumbre.
Actualmente los insistentes pronósticos, constatados por la publicación de los últimos indicadores de las variables económicas más determinantes, coinciden en confirmar una ralentización de la actividad económica global, cuyo impacto real en la futura evolución de la economía de cada país, dependerá en buena medida, del programa específico que adopte cada estado y en qué medida los ciudadanos y empresas han trasladado a sus decisiones de ahorro y consumo ese deterioro de las expectativas.
Efectivamente, en este contexto es cuando cobra más trascendencia la conducta de cada uno de los agentes que intervienen en el desarrollo económico. Por una parte, por lo que respecta a los hogares, los últimos datos conocidos muestran una ralentización del consumo y un incremento manifiesto del ahorro acumulado, lo que unido a un mejor comportamiento de otras rentas, sobre todo salariales, ha determinado que la tasa de ahorro se eleve a niveles del 7% desde el 5% registrado en los últimos meses. Por otra parte también se ha dejado notar una desaceleración en el ritmo de contratación de préstamos y créditos, sobre todo en los relativos al consumo. Por lo que se refiere a las empresas no es mejor su comportamiento actual en cuanto a la apelación al crédito. La situación, que puede recrudecerse ante el escenario recesivo que se nos viene anunciando, puede suponer, de hecho, un freno en la creación de empleo ante el menor dinamismo del consumo y la inversión.
La contundencia de las previsiones bajistas eleva la presión sobre el Ejecutivo en funciones ya que en estos días debe trasladar a Bruselas su plan presupuestario para 2020 y la actualización del cuadro macro de previsiones para 2019 y 2020 cuyas previsiones difieren palpablemente, por el momento, de los pronósticos más generales, dada la proximidad de las elecciones, manteniendo un halo más optimista sobre la evolución de futuro y evitando anunciar propuestas concretas para combatir los efectos del enfriamiento que reconocen buena parte de las opiniones mundiales públicas y privadas, antes bien, sí está incluyendo en sus promesas de campaña ofertas de todo tipo a ayuntamientos, pensionistas, agricultores y otros colectivos, cuya cuantía asciende a 6.600 mm de euros, lo que, en definitiva, alejará aún más la posibilidad de cumplir con los compromisos de reducción del déficit y demás ajustes pactados con Bruselas.