Un estudio de Inverco, asociación de instituciones de inversión colectiva, indica que el 75% de los españoles ahorra para complementar la pensión pública que recibirá en su jubilación. El 50% lo hace en depósitos o fondos de inversión y el 45,7% en planes de pensiones. Así mismo esta publicación revela que el 21% de los encuestados ahorra mensualmente y que el 24% no lo hace nunca.
Posiblemente una de las mayores preocupaciones que afecta a los jóvenes actuales se centra en si en el momento de su jubilación podrán acceder a una pensión pública y, sobre todo, qué importe percibirán si el sistema actual no es modificado y sigue su deterioro progresivo. Como hemos comentado en otras ocasiones, la ecuación se va descuadrando paulatinamente, porque la cuantía a desembolsar para el pago mensual aumenta exponencialmente, dado el número de nuevos pensionistas y la mayor longevidad de los que disfrutan ya del sistema, mientras que los ingresos resultan insuficientes para cubrir ese desembolso.
La constante transformación de ciertos sectores de la actividad económica y del mercado laboral que ha afectado, sobre todo, a entidades financieras y otras empresas de sectores igualmente damnificados por la crisis económica, urgidas a poner remedio a su deteriorada situación en forma de reducción de sus plantillas, han deparado una avalancha de prejubilaciones y jubilaciones anticipadas que, como consecuencia adicional, han instalado en buena parte de la sociedad española , sobre todo en los mayores de 55 años, un efecto psicológico que se concreta en el deseo de pasar a una nueva situación como jubilado a la vista del nivel de vida que hoy disfrutan los mimos en nuestro país.
Es verdad que al deterioro del equilibrio económico del sistema de pensiones hay que adicionar otras consecuencias perjudiciales para el gasto público, como pueden ser el mayor desembolso en gasto sanitario, dependencia o medicinas, sin embargo no sólo son efectos nocivos las que hoy contabilizamos como consecuencias del continuo aumento de legión de jubilados, porque las características del mismo han cambiado profundamente deparando otras oportunidades de contribución a la actividad económica y a la recaudación de impuestos.
El 39% de jubilados dispone de otros ingresos además de la pensión e, incluso, un 12% cobra más de una pensión, confiriéndoles, en ambos casos, un reforzamiento de la estabilidad económica que también afecta a los que sólo cobran una pensión pues, además de percibir de media 1.060 euros, en muchos casos, mantienen ahorros suficientes para complementarla. Por otro lado, este desahogo económico que afecta a un alto porcentaje les posibilita un mayor consumo sostenido que se decanta preferentemente por el consumo en alimentos básicos, la restauración, el ocio, los viajes y, en numerosos casos, como paladines y sostenedores, en algún aspecto, de necesidades puntuales de sus hijos.
No cabe duda, por tanto, que el perfil del jubilado ha experimentado en los últimos años un cambio radical, rompiendo el estereotipo asignado hasta ahora, ya que un alto porcentaje mantiene un poder adquisitivo aceptable, disfrutan de situación económica saneada y equilibrada, tienen más de tres dispositivos tecnológicos y colaboran en actividades de muchos tipos de dedicación voluntaria en ONG y otras asociaciones, lo que supone, en cierto modo, un ahorro importante para las arcas del Estado.