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Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO / Pasear por el viejo Jaén es un ejercicio estimulante, que enriquece las almas. La ciudad, cobijada en el vientre de una montaña, aún conserva la belleza que algunos quisieron arrebatarle. Es de las pocas que se puede ver desde arriba, desde una cruz, en íntima conexión con el cielo.

Sin embargo, nosotros vamos a conocerla, no en la profundidad en la que quisiéramos, pues el tiempo es muy breve, a ras de su callejero.

Iniciamos la ruta en la Plaza de Santiago, en la que sobre su solar se encontraba la iglesia del mismo nombre. Desde el siglo XVIII, ya está en ruinas, circunstancia que aprovechan los franceses, durante la ocupación de Jaén en la Guerra de la Independencia, para llevarse sus piedras y reforzar defensivamente el castillo de Santa Catalina.

Debajo de la plaza se encuentra un refugio antiaéreo, construido para proteger a la población, a consecuencia de los bombardeos de la aviación franquista en la ciudad.

¡Qué hermoso es mirar el cerro desde aquí!

Pero, continuemos con nuestro paseo y descendamos por la Campana de Santiago y hagamos una pausa en la calle Martínez Molina, médico que residió en esta rúa, que ahora lleva su nombre. Aquí vivió, también, y hay una placa que lo certifica el insigne músico Don Emilio Cebrián Ruiz, autor del Himno de Jaén y de la Marcha de Nuestro Padre Jesús. El celebrado músico, una vez que el trono de Jesús de los Descalzos, pasaba junto a su casa, pidió al fabricano meterse en su hondura, para inspirarse. Don Emilio, debajo del trono, aguantó hasta Santiago, para salir diciendo con alegría: ¡Ya tengo la Marcha en mi cabeza! Al año siguiente se estrenó en la plaza de Santa María y el éxito fue rotundo.

No nos vamos de Martínez Molina, seguimos en su estrechura, hasta llegar a la Plaza Rosales, impresionante espacio en el que estuvo ubicado el Convento de la Coronada y después de ser derribado por la piqueta de la barbarie, nació el famoso Cine Rosales, célebre, también, por el luctuoso hecho en el que fallecieron varías personas por aplastamiento al derribar el aire su pantalla.

El convento, una vez que fue desacralizado, se convirtió en cárcel: los presos se asomaban por las rejas y cantaban sus saetas carcelarias a Jesús de los Descalzos, que reposaba su pena, camino del Cantón de la Ropa Vieja.

Y aquí, en la calle Alcalá Wenceslada, siempre conocida como cuesta de la Ropa Vieja, volvía otra vez a descansar Jesús de los Descalzos, el Abuelo. El nombre de esta hermosa calle, se debe a que en la misma, se vendía ropa de segunda mano. Aparecen, pues, los ropavejeros, casi todas personas de origen judío, dedicados a este menester. Una vez que Jaén fue conquistada a los musulmanes, estos comerciantes debieron convertirse al cristianismo católico, para no ser expulsados de su patria. Aunque, muchos en la clandestinidad, siguieron orando a su Dios.

Los fanatismos son y serán siempre el mal de la humanidad, debemos estar en alerta y combatirlos con toda la razón.

El sol va desapareciendo, seguimos caminando hacía el oeste. Antes de llegar a la Plaza del Pato, vamos a bajar hasta la Fuente de los Caños, piscina pública del casco histórico, en donde los chaveas antiguos y modernos, refrescaban sus cuerpos en las calurosas tardes de verano. Fuente renacentista de una calidad artística inigualable. Y enfrente los recién rehabilitados Baños del Naranjo, en los que el árabe y el judío disfrutaban a la luz de la luna. En ellos se realizaban todo tipo de tratos comerciales y sociales. Se cree que en esta plaza estaba una de las puertas de acceso a la Judería.

Qué bonito es Jaén, a pesar de lo poco que lo conocemos. El forastero sabe más de nuestra propia tierra que nosotros.

A causa del fanatismo anteriormente citado, las juderías de toda España estaban amuralladas para evitar que fueran asaltadas.

Ya estamos en la Plaza del Pato, aquí se encuentra en Palacio de Villardompardo y en su subsuelo los Baños Árabes, más antiguos y grandes de Europa. Rehabilitados en los años 80 del siglo pasado por el genial arquitecto Luis Berges.

De una belleza demoledora, las gentes de Jaén, en ellos, encontraban la paz deseada.

Antes de los Baños Árabes, casi con toda seguridad había unas Termas Romanas.

El ocaso es una bonita poesía.

Foto: Edificio de los Baños del Naranjo, recientemente recuperado.

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