Es para mí un emocionante reto a la vez que un privilegio iniciar esta andadura literaria en este lugar, en este espacio de Jaén, de palabra y libertad.
En primer lugar expresar mi más sincera gratitud a Antonio Garrido, por permitirme el atrevimiento de compartir pensamientos y reflexiones en este «Jaén donde resisto.»
Vivimos en sociedades formalmente igualitarias, en las que abiertamente y sin ningún complejo se declara, se reconoce que existe la igualdad entre hombres y mujeres. Pero en estas sociedades tan modernas donde el neoliberalismo campa a sus anchas, el único modo de tomar conciencia de lo injusta que puede ser una situación, es tras haber podido separarse relativamente de ella. Si no tomamos esa distancia, la situación no se percibe, no se ve o simplemente se vive como parte del paisaje. Sucede como cuando preguntáramos a alguien que estuvo en el fondo del mar cómo era aquello, nos diría todo menos húmedo. Porque el medio, lo más presente, la estructura profunda, no se percibe.
Pues bien, mi propuesta es que la igualdad no existe, que lo que tenemos solo son nuevas formas de aceptar y reproducir la desigualdad. Una desigualdad que ya no se basa en la idea de la inferioridad de la mujer sino que se fundamenta a través de la idea de la «libre elección» y a través del «libre» consentimiento. Y como bien sabemos toda desigualdad humana se alimenta y se nutre de los prejuicios y de la confusión de ideas.
Ideas con las que no nacemos, porque no las tenemos incluidas en nuestra secuencia genética, sino que son parte de la herencia social que a modo de tradición y costumbre trasmitimos de generación a generación, condicionando la vida de las que están y las que están por venir y que difuminan, naturalizan y confunden las verdaderas causas de la desigualdad.
Pero estas ideas también tienen una gran fuerza y potencia, que legítima a quienes hemos aprendido a mirar la vida de otro modo. A quienes ante esa misma realidad nos topamos de frente con la injusticia.
Injusticia que nos obliga a detenernos a pensar, a nombrar, a elaborar nuestras propias ideas, a poner palabras a definir los conceptos de esa realidad que no nos gusta por lo injusta que es.
En palabras de Celia Amorós «conceptualizar es politizar», es decir hacer ver la realidad al tiempo que se hace patente la injusticia.
Pero este modo de pensar, esta visión alternativa de la vida no surge de un modo espontáneo, necesita un aprendizaje, un referente, una teoría en la que sustentarse. Esa teoría es el feminismo. Sí, esa palabra tan denostada que continúa moviéndose ente el desconocimiento y la descalificación y que hay que leer, y releer para poder entender.
Así que de este modo inició este ambicioso reto, consciente de que no estará exento de polémica, porque cuestionar el patriarcado, el orden social, es enfrentarse a tantos de sus valedores como valedoras, porque ningún sistema de poder puede desarrollarse sin la ausencia de sus dominados.
El reto de entender el mundo y para entenderme mejor a mí misma, a nosotros mismos, y como método propongo leer y escribir de feminismo y a esto les invito a sumergirse en la realidad de esta tierra y de este momento presente y mirar desde una nueva óptica la práctica cotidiana, mirar, entender y vivir la vida desde un punto de vista feminista.