Por ANTONIO MARTÍN MESA / Durante los últimos meses todas las instituciones económicas internacionales, europeas y españolas coinciden en sus análisis en que se está dando fin al período de crecimiento del que hemos disfrutado tras la Gran Recesión, en especial desde 2014 en España.
Ya en el mes de septiembre el Banco Central Europeo (BCE) confirmaba la ralentización de la economía europea, rebajando su crecimiento al 2 por 100 del PIB en 2018 y al 1,8 por 100 en 2019. Esta previsión la hacía coincidir con el anuncio del fin de las inyecciones de liquidez que venía realizando desde 2015, a través del denominado Quantitative Easing (QE), y que ha permitido una liquidez adicional de 2,5 billones de euros desde entonces en los países de la Eurozona. Las perspectivas de una inflación superior al 2 por 100 han llevado al BCE a suspender el programa a partir del 1 de enero de 2019.
Durante el mismo mes de septiembre la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), alertaba de que las guerras comerciales impulsadas por el presidente Trump estaban lastrando el crecimiento de la economía mundial, rebajando tres décimas porcentuales la previsión de incremento del PIB en Francia, dos en Alemania y dos en la Eurozona.
Todavía en septiembre, el Banco de España comunicaba que se moderaba la previsión de crecimiento de la economía española hasta el 2,6 por 100 del PIB en 2018, al 2,2 en 2019 y al 2 por 100 en 2020.
Son muchos los “nubarrones” que amenazan a la economía mundial: a) el desaforado proteccionismo e impulso de las guerras comerciales (China, Irán, Turquía, etc.) de la Administración Trump; b) las reiteradas subidas del precio del petróleo (el Ministro del Petróleo de Arabia Saudí va a proponer en la próxima reunión de la OPEP, que se celebrará el 6 de diciembre, la reducción de la producción de crudo en 1.106 de barriles diarios); c) el fin de las inyecciones de liquidez por parte del BCE a la economía europea); d) la previsible subida de los tipos de interés del euro a partir de la próxima primavera; e) las incertidumbres que en la Unión Económica y Monetaria Europea está generando el Brexit, etc.
En España el propio Gobierno viene rebajando, de forma reiterada, sus previsiones de crecimiento de la economía española. Así, en octubre, el Ministerio de Economía rebajaba en una décima su estimación de crecimiento para 2018, situándolo en el 2,6 por 100 del PIB, que se aproxima a lo que otros organismos e instituciones prevén para la economía española: FMI (2,7 por 100), OCDE (2,8), Banco de España (2,6), AIReF (2,8) o FUNCAS (2,6 por 100). No obstante, la Contabilidad Nacional de España ha situado el crecimiento, con datos reales, en el 2,5 por 100, en términos interanuales, al finalizar el tercer trimestre.
El panorama en España no es alentador, puesto que a los “nubarrones” que amenazan a las economías mundial y europea, en España sumamos los nuestros propios, tal y como son la gran incertidumbre que genera el no tener Presupuestos Generales del Estado para 2019, dadas las escasas posibilidades de reunir una mayoría parlamentaria suficiente, además de la inestabilidad que provoca el conflicto territorial de Cataluña.
Estamos en noviembre y acabamos de conocer que la economía alemana ha caído un 0,2 por 100 del PIB, en términos intertrimestrales, en el período julio-septiembre de 2018. En nuestro país, los modelos macroeconómicos a medio plazo del Banco de España apuntan a que a finales de 2020 podremos estar entrando en recesión (evolución negativa del PIB). Son muchas las empresas españolas que ya trabajan, en la programación de sus inversiones, dando por sentado que en 2021 estaremos en un nuevo período de crisis. Es una axioma el que “la incertidumbre genera una inhibición de la inversión”; pues bien, o se despejan las muchas incertidumbres que hoy atenazan a la economía mundial y, en gran medida, a la española, o caminaremos sin solución hacia el precipicio de la recesión.