¡Venid pronto, olivareros!,
acabad ya la faena,
dejad varas y capachos,
sopladoras y escaleras,
vareadoras y rastrillos,
cribas, mantas, podaderas,
que María está pariendo
en el fondo de una cueva.
¿No oís sus leves quejidos,
como rosas tempraneras
que incendiaran las escarchas
para alumbrar primaveras?
¿No veis a José, nervioso,
pasear como alma en pena
recitar salmos y lágrimas
saliendo a calmarse afuera,
y regresando al portal
tropezando con las piedras?
Bajemos hacia Jaén,
corramos hacia la cueva
que está pariendo María,
y el invierno ya se aleja.
Hasta saltando los montes
llega la luna lunera
con su sonrisa de plata
y su hermética presencia;
sonrisa de miel helada
que burlona nos contempla,
diamante con luz del sol
hasta que sea luna nueva.
¡Atended pueblo jaenero!:
dejad todos la faena
que va a venir Enmanuel
a visitar nuestra tierra.
Así lo cantan los ángeles,
pero también los poetas;
juglares y trovadores
anuncian la buena nueva.
¡Corred!, que ya muere el miedo
las sombras y las tinieblas
las disipa una sonrisa,
y sus manos marfileñas,
pues renace la esperanza,
de acabar con la pandemia.
Una caricia celeste
dibuja caras risueñas,
alegra los corazones
florece la vida plena,
porque este nuevo jaenero
es la Esperanza que llega,
es la Paz, y la Justicia,
la Verdad, segura Senda
que conduce hacia los cielos
donde la Vida comienza.
Tomemos ramos de olivo
y aceitunitas muy negras,
el mayor de los tesoros
de nuestra tierra irredenta,
Para que, al abrir sus ojos,
el árbol sagrado vea,
y una sonrisa de fuego,
como vívida candela,
nos abrase y purifique
en su divina presencia,
porque es el Dios de la Paz
y nuestro olivo es su enseña.
Ya bajan de Jabalcuz,
del Zumel y de la Mella,
del barranco de Almodóvar,
de las faldas de la sierra,
los pastores con sus perros
brincando rocas y peñas.
Jadeantes los mastines,
sin descanso en su faena,
trazan quiebros y recortes
custodiando las ovejas
con ladridos oportunos
y el resoplar de sus lenguas
controlando con pericia
un hato que se disgrega;
que no es fácil conducir,
y llevar por buena senda,
un ejército, de lana
y balidos, en carrera.
¿Habéis visto como traza
por el Sillón de la Reina
el camino de los cielos
un prodigio, con su estela
brillante de plata limpia,
y su forma de cometa?
Y hasta en el cielo se abrazan
con pasión los dos planetas
porque va a nacer Jesús
Dios de galaxias y estrellas.
¡Mirad…!, qué rico cortejo
se perfila en la vereda
serpenteando, al ocaso,
donde la vista no llega.
Parecen gentes de bien.
Visten brocados y sedas
túnicas de mangas anchas
capas de armiño y violeta,
turbantes y luengas barbas
botines de blanda suela.
Parece la caravana
de la Ruta de la Seda:
camellos de largas patas
y pajes de largas trenzas
con regalos que rebosan
la grupa de sus acémilas;
son los humildes presentes
para la Vida que llega,
Niño de luz, entre pajas,
cuya mirada es poema,
brasa ardiente que devora,
ternura que nos consuela,
melodía que estremece
voz que nos cambia y renueva.
¡Mirad…!, ya llega el cortejo
en pos de la blanca estrella;
nunca existirá República
que tal grandeza tuviera.
Vienen los Reyes viajeros
que han dejado sus estrellas,
estudios y fantasías,
para explorar rutas nuevas,
anhelando estar de hinojos
ante un Dios que los espera.
Tienen rostros polvorientos
del paso por las arenas
y el desierto de la vida,
que siempre deja su huella,
y una ansiedad en el alma
que explicar sería quimera.
No han traído GPS,
ni han trazado ruta cierta.
Oyeron la voz del cielo
y están siguiendo a la estrella,
limpia señal deseada
que no sigue nuestras reglas
pues no se puede explicar
lo divino con la ciencia.
¡Vamos corriendo, jaeneros!,
Que esta noche es Nochebuena,
y, aunque es un año especial,
será también una fiesta
¡Volemos, pronto, a su encuentro!
olivareros, poetas,
pastores, reyes de oriente,
artistas de mente inquieta,
mercaderes, empresarios,
funcionarios de carrera,
olivareros altivos,
filósofos con linterna
en busca de una verdad
que alumbrada nunca fuera,
y ahora nos llega en silencio
en una caverna gélida,
tibia de aliento animal,
sobre un pesebre de piedra,
no en una cama de rey,
ni en hotel de cinco estrellas,
ni en lecho de blandas plumas
ni en Ateneo de soberbias,
ni en Palacio de las Cortes,
ni en aulas de vanas ciencias,
ni en estancias vaticanas
de bellos lienzos cubiertas,
sino en establo escondido
en las faldas de la sierra,
a las puertas de Jaén
que es venero de aguas frescas.
¡Venid todos, acercaos!
La Luz rasga las tinieblas,
políticos, ideólogos,
pedagogos de quimeras,
voceadores de mentiras
fabricantes de cadenas,
y de falsas libertades
que de nada nos liberan.
Si anheláis la Libertad
en el Portal os espera.
¡Venid, volad, corred, pronto…!
Prended de amor vuestra vela,
porque en silencio se alumbra
la Palabra verdadera
que calma toda ansiedad
la que nos salva y libera.
¡Venid todos pueblo noble!
mis jaeneros y jaeneras,
que tenéis morada y cuna
en esta tan noble tierra,
que nace Dios encarnado
desde un jardín de azucenas:
las purísimas entrañas
de una virgen galilea,
y es un prodigio divino
que a todo el mundo le afecta:
creyentes, tibios, ateos,
gentes sencillas y buenas,
el mundo cambia este día
la Eternidad nos contempla.
¡Venid, pueblo de Jaén!,
postraos ante la cueva
que la vida va a cambiar,
cuando María, nazarena,
plante la flor de su vientre
en lecho de rosas tiernas,
y llore el niño celeste
un llanto de perlas nuevas.
¡Oídme pueblo jaenero!
Dios ha venido a esta tierra
para sembrar de esperanza
tanta sombra traicionera,
tantos malvados presagios,
tanta mezquina soberbia.
¡Cantad un cántico nuevo!
¡Reíd con risas abiertas!
¡Soñad con nuevos confines!
¡Celebrad tan bella fiesta!,
que llega Dios a Jaén
y la vida nos renueva.
Benditos olivareros,
habitantes de esta tierra
olvidada y postergada,
gritad con pasión y fuerza:
¡Bendito sea este niño!
nacido de una azucena
que iluminó el olivar
la noche de Nochebuena.
¡Llorad, reíd y cantad!
hasta que el alba florezca,
pues entonan villancicos
al Niño, voces angélicas,
mientras Capilla, pastira,
lo acaricia mima y besa,
de chirri lo viste y calza,
y a la ciudad lo presenta,
para eternizar sus gentes
la noche de Nochebuena.
Que grite el pueblo jaenero
de alegría verdadera
porque ha venido su Dios
la noche de Nochebuena
de un año trágico y cruel:
el año de la pandemia.
¡Bendito seas, Señor!,
que naciste en Belén,
y hoy te muestras, con amor,
en mi tierra de Jaén
PS Quiero con este romance navideño, desear a todos los jaeneros y jaeneras, y a los que creen que Dios vuelve a venir entre nosotros, en esta noche santa, que paséis una Navidad cristiana, sencilla, sobria, sagrada y creyente. Que la luz del Niño que nos viene, en este año desgraciado, ilumine siempre vuestros corazones, y os libre de cualquier mal. ¡Feliz Navidad!
Foto: El obispo de la diócesis de Jaén, don Amadeo Rodríguez Magro, sostiene el Niño Jesús de la Catedral, que se dará a besar en la misa del gallo y en todas las solemnidades de la Navidad. (Diócesis de Jaén).