Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO/ Por Santiago la gente suya espera /que llegue con su belleza argentada… Estos versos de un poema que leí en las jornadas sobre Jesús, organizadas por la Asociación de Promitentes del Abuelo de Jaén, resumen para mí lo que es la fe a nuestro Nazareno.
La procesión de Jesús es la mayor concentración de sentimientos y recuerdos que se da un día al año en esta ciudad. Cuando el jaenés ve al hombre cargando con el peso de la cruz, ve también a todos aquellos que ya no están: sus abuelos, sus padres, sus amigos…En esta madrugada de Viernes Santo aparecen por los lugares en los que el carro de Jesús avanza con su peculiar mecida.
Jesús es algo más que una procesión. Y esta premisa es la que tienen que tener en cuenta muchos cofrades a la hora de establecer un juicio sobre el desarrollo de la misma. Entiendo que sus pasiones van por otro lado y que han sucumbido al encanto de ese oeste crepuscular, en las que las procesiones gozan de una salud estética envidiable como si se tratara de auténticas filmaciones de cine, al estilo de las grandes superproducciones llevadas a cabo en España en los tristes años 50. Quieren importar todo lo anterior a nuestro desfile mayor. Y se puede hacer, pero siempre guardando una serie de consideraciones y con el mayor respeto a la esencia y a la tradición. Es cierto que la organización de la procesión debe mejorar, la asignación correcta de los nazarenos, los servicios de paso delante de los tronos, también. Pero hay que ser benévolos con la cofradía y con la costumbre. Me refiero a aquellas personas que alumbran a Jesús: su promesa es la continuación de la de sus padres o de sus abuelos…Y esto, señoras y señores. hay que respetarlo. La Cofradía debe darles un protagonismo especial y no destinarlos al vagón de cola. ¿Por qué no pueden ir detrás de Jesús?
Maestra baja arriba sube tenue una cruz/ camino de su intacta y oscura cercanía…
Hacía tiempo que las gotas de agua no golpeaban el cristal de la ventana. La lluvia fina de este martes de pasión riega las almas atormentadas que reposan cautivas en la cripta del antiguo convento de la Coronada. La piedra ya no existe, ahora se han inventado una plaza en la que gobierna la desidia y la desesperanza: Rosales se moja, después de mucho tiempo, en esta incipiente primavera.
Los versos de Damiani me llevan a hablar de los Promitentes de Jesús. Aquellos hombres que continúan con las promesas eternas de sus ancestros. Su forma de llevar a Jesús es la mejor herencia que podrán dejarnos. Yo nunca he llevado a Jesús; es mi penitencia. Pero me considero promitente y las afrentas que sufren son también las mías.
En los últimos tiempos han sufrido diversos ataques. Consideran los nuevos cofrades, que son un cuerpo con ideas inmovilistas, con intenciones claras de no querer evolucionar. ¿Qué es evolucionar? Para todos los que vienen con nuevas metas, evolucionar es cambiar con todo lo anterior, con la tradición. Y ciertamente, queridas y queridos, no se puede tolerar tal pretensión.
Sin embargo, hay algunas demandas que sí deben ser escuchadas y atendidas, y así lograr una armonía entre todos los que aman a Jesús. Yo no tendría inconveniente en que hubiera ensayos, que ya los hay, y cierta uniformidad en el promitente, que también ya existe.
Ahora bien, algunos actores de este hermoso metraje, van más allá y piden, demandan e incluso quieren imponer otras cosas, que no caben en la tradición de nuestra procesión ni de nuestra ciudad ni en la propia piel del jaenero. Me refiero a la forma de andar y de cargar. La orografía de nuestra ciudad, el himno de Jesús, todo esto explicado magistralmente por el maestro Damiani, en las jornadas celebradas en la Sala Carrillo, impiden la implementación del costal y el querido paso corto.
¿Es qué no tenemos derecho a defender lo nuestro? ¿Si en Sevilla se cargara de otro modo, nos olvidaríamos del costal en Jaén? Las respuestas son bastante obvias.
La Cofradía tiene que empezar a tomar decisiones y con todo el respeto del mundo, y sabiendo lo difícil que es gestionar tal empresa y manifestando mi desconocimiento de cómo se lleva internamente una hermandad, creo que ya va siendo hora. Nunca me verán en una Junta de Gobierno, pero como cofrade tengo derecho a dar mi opinión.
Me atrevo a formular una serie de medidas que podrían llevarse a cabo: en primer lugar, crear un cuerpo especifico de promitentes para la Virgen de los Dolores y, en segundo lugar, dejar claro por escrito y en el documento en el que corresponda que todos las imágenes de la Cofradía deben de andar igual con el paso de Jesús -omitimos el concepto paso de Jaén, para no avivar la polémica y aclarar también que en la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno nunca se pondrá el costal-.
Amigas y amigos, si en Jesús vemos el costal, ya no quedaría nada de nuestra Semana Santa. Y no acepto el argumento que esgrimen algunos, que Jesús fue el primero en mirar a Sevilla. Es cierto, pero esta obviedad no les faculta para realizar su radical cambio.
Jesús de los Descalzos Versus Jesús del Gran Poder
Julia y Emma ya duermen. Esta noche las estrellas se han ido a otros cielos. Pronto llegará la madrugada y aún estaré escribiendo. Tal empeño irá acompañado de alguna marcha. Seguramente la habrán adivinado. Aprovechando el son de la música, voy a hablar de la Madrugada de nuestra tierra: es bueno que haya más hermandades en la calle, para enriquecerla. El conflicto, quizá, viene cuando se plantean competiciones entre las mismas. Y lo digo, respecto a una pregunta que me formuló un cofrade joven en las jornadas ya citadas anteriormente, en las que yo estaba en la mesa.
Expuso este chico que la gente de Jaén ya no se iba a la madrugá de Sevilla al estar ya en nuestra ciudad la nueva cofradía del Gran Poder. Celebremos, pues, que se quedan. Y su pregunta fue la siguiente: ¿Qué ofrece la procesión de Jesús para ir a verla? Al escucharla, sentí cierta tristeza y a la vez un alivio inmenso.
Ahora, que acabo de dar una vuelta por el pasillo y ver el grabado de Viribay, en el que se puede ver un nazareno de Jesús, con su noche oscura, voy a intentar responder a esta interesante interrogación. Decir que, cuando se me realizó, no pude extenderme todo lo que hubiera querido. La cuestión en sí misma formulada, plantea una contradicción. Estos cofrades del siglo XXI piden un mayor esfuerzo estético, organizativo…a la procesión del Abuelo; piden una mayor seriedad y recogimiento. Sin embargo, a su vez, aplauden las bullas que se originan en la madrugá del Gran Poder. No ponen reparo ninguno al desfile de costaleros que campa a sus anchas por el itinerario y también ven normal que sean escoltados por sus novias, en los cambios realizados en las diferentes calles.
Las madrugadas de Jesús son muy serias, al estilo que ha marcado la propia esencia del carácter de esta tierra.
Algunos dicen que Jaén no tiene Semana Santa Propia
Con esta temeraria y falsa afirmación, muchos cofrades con poder de decisión en sus respectivas organizaciones, pretenden legitimar todos sus actos. Y, sobre todo, desean que la Cofradía de Jesús los adopte, para así conseguir la legitimación total.
Jaén es rica en imágenes. Junto con la escuela de Granada, exportó los mejores maestros a la hermana Sevilla. Es decir, que el germen de la Semana Santa Andaluza nació en nuestra tierra.
Jaén, desde siempre, ha tenido a grandes artistas que han creado carros propios: un ejemplo, muy claro, es el de los hermanos Castillo. Tristemente, muchos tronos han desparecido y han sido sustituidos por otros del oeste andaluz.
El patrimonio musical es inmenso. Además de la eterna marcha de Cebrián a Jesús, tenemos las célebres compuestas por el maestro Cuadrado al Cristo de los Estudiantes y de la Expiración, respectivamente, y muchas más como las del maestro Sapena. Lamentablemente, han dejado de tocarse, porque, según los cánones de la Semana Mayor de Sevilla, detrás de un trono con un Cristo Crucificado, solo puede ir una banda de cornetas y tambores.
Siento la extensión del texto, no he podido hacerlo más corto. Ya llegan las claras. Desayunaré un hornazo. De momento, la gastronomía no nos la han tocado…¿o sí?
Foto: Jesús es algo más que una procesión.