Por JULIO PULIDO MOULET / El domingo 19, cuando las sombras aproximen la noche, se sabrá casi con precisión qué partido o coalición de partidos estarán cerca de formar gobierno en Andalucía. Las encuestas apuntan a que tras el fracaso que viene obteniendo Ciudadanos desde la espantá de Albert Rivera, el Partido Popular recoge la mayoría de sus antiguos votantes y lo sitúan como vencedor y cerca de la mayoría, lo que permitirá a Juanma Moreno consolidar su figura y llevar a su partido por segunda vez al gobierno andaluz.
No cabe duda, además, que estos comicios son un plebiscito, otro más, para Pedro Sánchez y sus socios del gobierno de la nación, que sucesivamente han perdido apoyos en Madrid, Galicia y Castilla-León y que afrontan estas elecciones con la natural preocupación de que esa curva descendente siga su curso. Pero mientras llega la fecha todos estos análisis no dejan de ser conjeturas producidas por los estudios demoscópicos. Sentada esa cuestión existen matices a considerar y que son los que a la postre deciden a los indecisos a inclinar la balanza de un lado o del contrario. El diario El País, cercano al gobierno de Sánchez , y El Mundo, más proclive a criticarlo, coinciden en estos días en que los andaluces han perdido el miedo a la derecha y que la gestión del gobierno PP-Ciudadanos ha demostrado unidad y conseguidos algunos logros en su forma de hacer que aventuran un nuevo depósito de confianza en Moreno Bonilla y su manera moderada y sin estridencias de concebir la acción de gobierno que según El País cimenta su hacer en no dejar nunca de parecerse a sí mismo y en no tener pinta de ese señoritismo andaluz que siempre vendió la izquierda como arquetipo de caciquismo del franquismo residual.
Ser hijo de un taxista que emigró a Barcelona a buscarse la vida y de una dependienta de ultramarinos lo sitúan en el ámbito de poder ser perfectamente «uno de los nuestros» si hubiera optado por situarse en la izquierda. Apunta asimismo el diario de Prisa que España ha cambiado y aquel efluvio de rastas y coletas surgido del 15M parece diluirse lentamente, sobre todo a raíz de la nueva realidad sobrevenida tras la pandemia y acelerada por la brutal invasión de Ucrania por el régimen dictatorial de Putin. Es evidente que no le hace bien a Sánchez tener como socios a partidos cercanos ideológicamente a Rusia y mucho menos aún apoyar ese gobierno en el separatismo catalán y los herederos políticos de los asesinos etarras. Conquistar el poder y mantenerlo con semejantes socios no ayudan en modo alguno a que el hartazgo de muchos pueda suponer respaldo en las urnas. Todo ello apunta por tanto a esa victoria conservadora en Andalucía que muchos interpretarán como el último escollo que le queda al nuevo líder del PP para llegar a La Moncloa.
El diario El Mundo por su parte en crónica de su jefe de Opinión, ensalza la cercanía de Moreno Bonilla con los electores con los que dialoga poniendo su mano en el hombro de sus interlocutores cuando pasea calles y mercados. Gestos que los expertos en imagen valoran favorablemente como signo de franqueza y sencillez.
También cabe destacar la división de la izquierda, que parece incapaz de unirse en un solo proyecto y añadir que el resultado que obtenga Vox podrá llevar a Andalucía a repetir lo hecho en Castilla y León, algo que se descarta en los previos pero que puede precipitarse una vez conocido el escrutinio.
Y todo esto que traslado en esta mi anticipada jornada de reflexión, me lleva al último paso, o para ser más sincero, me ha llevado al momento en que en uso de mi derecho y al no estar presente en mi tierra marteña el día de las elecciones, meter en el sobre del voto por correo mi sufragio. Y confieso no haber tenido ni un solo momento de duda. Lo voy a explicar alto y claro. Soy uno de los muchos millones de españoles desencantados de la ciénaga en la que se ha convertido la política en España. De joven, cuando las ilusiones, las lecturas, el amor a la aventura y una parte de herencia ideológica de mis ancestros que fueron gente liberal, masones, librepensadores y originarios del país de la libertad, igualdad y fraternidad, me llevaron en vida del dictador a militar en aquel PSP de Tierno Galván que hubo de unirse al socialismo salido de Suresnes tras las elecciones del 77. Cuarenta y cinco años después no dejo de preguntarme si el actual se parece en algo a aquel. ¿Imaginan a Felipe González pactando con etarras y radicales? Recuerdan los debates en el Parlamento. Recuerdan como ante un problema común todos se dejaron el carnet en los jardines de La Moncloa y firmaron los célebres pactos.
No reconozco a esta clase política de ahora. Infectada por el virus de la corrupción, envilecida por la consecución del poder a costa de lo que sea y que han hecho del insulto y la mentira su única manera de estar en la vida pública. Quién de ellos tiene el respeto de todos que se ganaron los Suárez, los Julio Anguita, el propio Carrillo o Manuel Fraga. Ninguno por desgracia.
Por eso mi voto ha sido un grito de ¡basta ya! y lo he entregado tras mi cuita a esos hombres y mujeres de Jaén que desde la no militancia en partidos llevan años reivindicando que a Jaén se nos trate en igualdad de condiciones que al resto, que por tener una ministra cercana, en un alarde de caciquismo al más puro estilo de negros tiempos, nos levantó una inversión que suponía miles de puestos de trabajo para esta tierra castigada por los índices más bajos de toda España.
Sí….Jaén merece más. Todos lo sabemos.
Por eso mi voto es para esa nueva voz que se abre a la esperanza y que al menos tienen la valentía de intentar que nuestro Jaén empiece a derribar los muros del aislamiento y el abandono a que ha sido sometida.