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En este final de mes, cuando la inestabilidad climatológica, todavía, se adueña de ríos, campos, ciudades y hasta del quehacer cotidiano, quizás fuera oportuno que la ciudadanos de este país ejerciten la mente y sometan su cerebro a un ejercicio de responsable actitud. Mi comentario viene motivado por la situación que se vive actualmente. Situación de inequívoca incertidumbre. Y por favor, no hagamos, una vez más, el hecho consabido de mirar para otro lado.

Porque esta tierra llamada España viene padeciendo una crisis que atañe a la economía, a la vida laboral y, claro,  a la clase política. Es decir a tres vértices sustentadores que todo pueblo necesita y exige para que lo que hemos decidido en denominar sociedad del bienestar social, funcione.

Podríamos seguir enumerando todos los peldaños que nos están llevando a la ya mencionada crisis. Crisis que está debilitando la estructura vital del ser humano, principal destinatario de todos nuestros males. En este paisaje de desalientos, vemos  la realidad de unos jóvenes que viven pendientes de ese trabajo que nunca llega. Pensionistas que tienen que lanzarse a la calle para reclamar la justa retribución de unos salarios ganados ya con esfuerzo y años de trabajo. Núcleos de población, arrinconados donde ni la marginación llega. La voz de la palabra que exige justicia, solidaridad. El sueño de un mundo mejor. 

Es lamentable que nuestro desarrollo, nuestro interés por conseguir una óptima posición dentro de la Unión Europea, como paradigma de un futuro donde el español/a, jueguen en posición dominante, se venga abajo. No podemos permitir, en este caso, que donde deba existir gobierno, no lo haya, porque con anterioridad los que nos gobiernan, se hayan dedicado a otros menesteres “económicos” y particulares.

Tampoco, que el panel de jugadores de distintos círculos o partidos políticos, en vez de velar por los intereses de nuestra piel de toro, muevan ficha con otra intencionalidad manifiesta. O sea, pensando en su bolsillo,  es decir en la consecución de  votos para  fines propios.

La democracia es un todo, con sus reglas, con sus virtudes y defectos. Y con la verdad. No lo olvidemos.

 

 

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