Por ANTONIO DE LA TORRE OLID /
A veces se producen distopías que nos dan de bruces con un buen baño de realidad. Si una mansión de California ha ardido, no hay bulo que la libre ya de las llamas o que el fuego no nos despierte ante la evidencia de que, a la postre, todos somos mortales, como le ha ocurrido tristemente a alguno de sus dueños.
El club exclusivo de Donald Trump en Mar-a-Lago queda lejos, pero en la costa este de Florida de lo que no se libran es de constantes huracanes. Un estado en el que por cierto Trump y algunos de sus potentados vecinos han probado la medicina de las mentiras, en este caso relativas al último huracán Milton, lo que ha tenido como consecuencias propias de jugar con las cosas de comer, el encarecimiento de los seguros de protección y el aumento del miedo entre la gente.
Incendios aún vivos o huracanes, estas inclemencias hete aquí que han requerido, en el caso de los cercanos a Hollywood, el que haya sido necesario, menuda paradoja señor Trump, el apoyo de bomberos de México y de aviones-cisterna canadienses. Los mismos países cuyos desinteresados ciudadanos han tenido que escuchar apenas unos días atrás, que el nuevo presidente estadounidense se va a pensar si reduce a Canadá a un estado más de su país; o que falta al respeto de la identidad de ciudadanos, queriendo que el Golfo de México se llame Golfo de América. Y otras ocurrencias muy pacificadoras que tienen que ver con el canal de Panamá, Groenlandia, Gaza y Ucrania o en todo un mundo, respecto al que su nuevo y primer magnate-gobernante, y pese a la cada vez más agresividad del fuego, el viento, la lluvia y el calor, rechaza el cambio climático.
No negaremos que en medio de todo eso, es muy disruptivo y heavy que Trump se encuentre con lo mejor de la solidaridad humana en momentos de catástrofes, viendo aterrizar a sus aeropuertos a bomberos mejicanos, algunos de ellos a buen seguro no habrán tenido tiempo de gestionar un visado cual migrante ilegal, para ir a echar una mano al mismo país con el que su nuevo presidente quiere reforzar la frontera.
No siempre se puede ser el mejor. Los sistemas de protección civil en Estados Unidos no tienen mucha reputación, entre otras cosas porque algunos también cuestan dinero. De todos hay que aprender, lo mismo que podremos caernos algún día del caballo del negacionismo de la utilidad de para qué sirven los denostados impuestos. En territorios como Jaén y Andalucía, años de experiencia por sequías cada vez más prolongadas, han perfeccionado con el tiempo costumbres y sistemas de protección que a veces evitan que los incendios sean aún más devastadores. El 112 y el INFOCA, la limpieza de los bosques durante el invierno y el alimento del ganado y el pastoreo, han contribuido a ello desde Segura y el Tranco a Andújar, de Cazorla a Despeñaperros, creando además empleo y manteniendo sistemas productivos.
El economicismo y el adelgazamiento de servicios como los de emergencias en Valencia con la llegada de Mazón son un factor más de riesgo, que por suerte parece no haber encontrado imitación en Andalucía, con una buena previsión ante la DANA de Málaga.
Lo impuestos ayudan a paliar desastres inevitables como los del huracán de La Palma. Como sí fue reclamada por la otrora liberal cúpula empresarial española, la intervención de lo público ante los obligados expedientes de regulación de empleo durante la pandemia, la misma que movilizó un arsenal de recursos sanitarios públicos. Una construcción de un sistema público de salud de cobertura universal en España durante décadas del cual, pese a su minoración actual, también es un buen ejemplo para el trumpismo posterior a Obama.
Postdata. Volviendo a las paradojas señor Trump, en este caso de las que conducen a la melancolía. No deja de ser deleznable, que en la cuna de donde se dice proceder la democracia, una elección ampare el que un cargo gubernamental pueda acogerse a un aforamiento y a una inmunidad, con cobertura por parte de jueces, fiscales y hasta de una porción importante del electorado, la opinión pública y los nuevos propietarios de las grandes cabeceras periodísticas, para librarse de una condena por 34 cargos, por extorsión a una actriz porno. Una inviolabilidad que desnaturaliza esa protección –concebida más bien para acciones en el ejercicio del cargo o por expresiones libres por ejemplo vertidas en un parlamento-, pero no para delitos privados y contra las personas, cometidos en el ámbito personal; como se reprocha por cierto a nuestro Juan Carlos de Borbón desde la hacienda pública.
Foto: Para Trump, Mar-a-Lago, su residencia, es «el centro del universo». (AP News).