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Escuchando hasta el hastío, y leyendo machaconamente el denominado proceso independentista catalán en los medios de comunicación, he pensado en nuestra herramienta de trabajo: el método científico. El Universo en el que vivimos es complicado y complejo. Tratando de encontrar nuestro lugar en este Universo, el hombre ha desarrollado un importante número de disciplinas intelectuales a través de las cuales ha podido ir obteniendo algún significado sobre él mismo y sobre el medio que le rodea. Pero el hombre no se ha conformado meramente con adquirir los conocimientos necesarios para sacar provecho de lo que es su medio y usarlo en su propio beneficio de una manera práctica, sino que también tiene un insaciable deseo de descubrir los principios básicos que gobiernan el comportamiento de toda la materia y en definitiva de todo lo que existe.

Tal empeño ha conducido al desarrollo de cuerpos de conocimiento que fueron sabidos formalmente, en otro tiempo anterior, como Filosofía Natural, pero que ahora son conocidos como Ciencia. Lo que diferencia a la ciencia de cualquier otra actividad intelectual es el procedimiento mediante el cual se obtiene el conocimiento, basado en la observación controlada y sistemática de los hechos, y su interpretación racional, proceso conocido como método científico. La búsqueda de las claves de la naturaleza está basada en la observación experimental y no en especulaciones mentales. Cuando estudiamos y enseñamos Química el primer pilar del método científico es la observación experimental y el segundo la experimentación. A continuación, formular hipótesis y postular una ley,  a partir de la cual los científicos intentamos  desarrollar una teoría o modelo. Una teoría es un principio unificado que explica un gran número de fenómenos observados que han sido convalidados mediante comprobación experimental.

Con el tiempo, las teorías también hay que comprobarlas y posiblemente modificarlas o rechazarlas como resultado de nuevos experimentos. No hay que perder de vista, que las teorías son invenciones humanas que representan intentos para explicar el comportamiento de la naturaleza en función de nuestras experiencias. Y, por supuesto, toda teoría cuyas predicciones no concuerdan con la realidad debe ser descartada y sustituida por otra.

Pues bien, después de llevar muchos años en la ciencia y en la política, he llegado a una conclusión aplicando el método científico: en la mayoría de los casos y durante la mayor parte del tiempo, los políticos y la política que desarrollan no sólo no contribuyen a solucionar problemas y a allanar dificultades, sino que, por el contrario, son el obstáculo a la aplicación de las soluciones requeridas y agravan las desgracias cuando suceden.

Los ejemplos son muchos y algunos clamorosos en nuestro día a día. Problemas que se eternizan sin ser capaces de darles una solución. Los ciudadanos destinamos un porcentaje significativo de nuestros ingresos a sostener a unos individuos, cuya principal ocupación consiste en crear todo tipo de barreras a la normal actividad productiva y generar división y enfrentamientos en el seno de la sociedad inventando agravios, exacerbando identidades, distrayendo energías que serían mucho mejor empleadas en afrontar las cuestiones realmente relevantes para el bienestar, la seguridad y la prosperidad del conjunto. Y los problemas son generados por la política y sobre todo por los políticos incompetentes. Sin embargo  hay empresas magníficamente gestionadas y florecientes, innovadoras, creadoras, universidades brillantes, hospitales excelentes, centros de investigación ilustres, etc.

En mi opinión, esto se solventaría, en parte, analizando previamente al aspirante a ocupar un puesto público de relevancia, estudiar su trayectoria profesional y vital y ver sus logros anteriores a su entrada en política, lo que evitaría la proliferación de indocumentados y mangantes que hoy pueblan nuestras instituciones.

Otro debate distinto es si ser político ¿es una profesión?, o solo se está en ella en comisión de servicio.

Los nuevos líderes, con sus demandas de regeneración, han puesto de moda un debate muy viejo: si a la política uno llega para quedarse hasta la jubilación como mínimo, como miles, o es una actividad transitoria en la vida laboral. En la calle, parece haber unanimidad en que uno de los problemas de la corrupción es perpetuarse en el cargo y creerse intocable. Por eso, la limitación de mandatos es, en mi opinión, la clave; hay que estar preparado, porque un día se acabará, por eso creo que es conveniente que los políticos tengan alguna otra profesión.

El esquema de joven que entra en las juventudes de un partido y que va ascendiendo hasta llegar a ocupar los cargos más importantes sin haber trabajado nunca en otra cosa presenta muchos problemas, y esto sin hablar del sistema de selección adversa que predomina en nuestros partidos políticos. Dicho eso, la profesionalidad en la política y en cualquier otro ámbito, es muy importante. Se puede ser un profesional y hacer política, que no es lo mismo que ser un político profesional.

En Jaén a 28 de Febrero del 2017, “Pienso, luego estorbo”

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