Por ANTONIO DE LA TORRE OLID / Rafael Álvarez El Brujo, criado en Torredonjimeno y quizás no lo suficientemente reconocido en esta provincia, brillará sin embargo como dramaturgo universal si su trayectoria continúa rozando lo sublime, con interpretaciones como la que protagoniza en El alma de Valle-Inclán. Qué cambios de registro, qué uso de la ironía y el humor, menuda memorización. Como las contradicciones del mismo ser humano, que igual inventa un prodigio que una bomba nuclear (para que Putin amenace con usarla), en este caso El Brujo nos sitúa en esa segunda vertiente del hombre más pesimista, la que impregna a la Generación del 98, la capacidad en fin de alumbrar al esperpento.
Por cierto que al hilo de esto, también nos damos cuenta de que en las modas (pantalón ancho-pitillo-pantalón ancho), en la música o en los géneros literarios, a pesar de tanta nueva tecnología, tanta saturación informativa e inteligencia artificial, puede que andemos algo escasos de originalidad, todo se repite, todo está inventado y nos quedemos en remakes, revivals o precuelas. No lo digo por El Brujo, sino precisamente porque él nos pone ante un nuevo ejemplo de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.
Y es que al fin, repetimos esperpentos en nuestra provincia, en el mundo, en nuestro país, en el bar o en la casa. Es un esperpento que Jaén y Andalucía se vean abocadas a renunciar al reconocimiento del Paisaje del Olivar como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO después de años de esfuerzo colectivo, porque se siembren miedos, dudas y se desinforme una vez más respecto a una figura que por definición es un paisaje agrario, cultural, evolutivo y vivo. Quienes hoy lo niegan mañana volverán a pedir proyección y apoyo a la singularidad de esta provincia.
Es un esperpento que a la vista impasible de todos los habitantes del planeta, Estados Unidos nos trate como a niños, y más allá del común entendimiento de que el ataque de Hamás en Israel fue terrorismo, sin embargo un día responda sufragando con fondos y armamento militar para que se practique un genocidio que no llama tal cual en Gaza, otro día diga a Netanyahu que a ver si entrar en Rafah ya es demasiado y le tenga que dejar de financiar, o al día siguiente siga oponiéndose al reconocimiento de derechos en Palestina como miembro de la ONU.
Ni el quietismo gubernamental, ni el bloqueo de las instituciones por conveniencia, ni siquiera la parada olímpica por los próximos Juegos de París (los altos el fuego fueron una de las razones de su nacimiento)… va ser por un interés ajeno al conflicto, en este caso un espurio cálculo electoral, ante la cercanía de las presidenciales en Estados Unidos y la mella que este asunto está propinando a Biden, pero sobre todo las movilizaciones estudiantiles, por donde pueda llegar un cambio de este estado de cosas. Es decir, vendría de la mano de la ciudadanía, y en particular de los universitarios, la reversión del esperpento. Ocurrió tras la guerra de Vietnam y ocurrió tras el mayo del 68 y ahora ha partido de nuevo de Columbia, de Francia y las universidades de España, como en otras ocasiones, se han sumado después. En su descargo podríamos decir, aunque sin una encuesta sociológica que así lo avalara, que quizás se ha confiado en que el gobierno español era de los pocos que estaba ejerciendo de por sí una presión mayor, por ejemplo, reivindicando el reconocimiento al Estado palestino.
De forma tangencial a este asunto y puesto que los cambios en ocasiones nacen de las situaciones más insospechadas, está por ver si este hartazgo estudiantil se va a traducir en un cambio hacia un perfil más inconformista de nuevo de los jóvenes sostenido en el tiempo, como tiempo atrás. En España lo propio del joven que transitaba desde el progresismo y lo contestatario al conservadurismo del adulto, sociológicamente ya no es así.
Esperpento también es que en España haya inmigrantes cuidando de nuestros mayores, trabajando en tareas agrícolas que otros no quieren, en los bares o haciendo camas en los hoteles, hasta el punto de que estén representando el 10% de los ingresos a la Seguridad Social y solo suponga un 1% de su gasto, según los últimos informes; y que digamos que necesitamos muchos más para sostener nuestro sistema de pensiones (lo que por ejemplo en Alemania se reconoce sin prejuicio alguno y es una necesidad aún mayor para sostener su sistema productivo). Parece que no se compadece pues el discurso de “nos roban” salarios y subvenciones que entonan algunos, esperpénticamente por cierto, pasadas las doce y media del mediodía del domingo.
Esperpento es que haya medios de comunicación que reproduzcan estos mensajes, incluso públicos; pero no sólo en esta materia, sino en muchas otras, destripando proyectos y trayectorias personales, a pesar de que esa manipulación ya es una evidencia y un común entendido. Aunque como en el caso de los estudiantes, la clase política y periodística que propicia esto, puede que algún día también se encuentre con una sublevación, bien en forma de desconexión, bien en forma de reacción.
Comparados con los esperpentos anteriores, son pecadillos los que nos infringimos en un ámbito más personal. Pero el columnismo también está para despertar sonrisas y de camino proponer algún cambio de costumbres, que nos siga manteniendo a este lado del sentido común. Porque esperpento es que dos amigos compartan una cerveza en un bar y sin embargo, salvo que sean mudos, no se entienda por qué no se hablan ni se miran y pasan el tiempo con el móvil. Todo lo más, si se hace algún comentario, se contesta con algún automatismo y a seguir.
Y esperpento es que tengamos un perro en la casa, pongamos por caso porque son menos trabajosos que un hijo, y que, más allá de lanzarle un grito cariñoso o conminarlo a que no haga determinada cosa, por si acaso el chucho nos entiende; charlemos con él camino de su peluquería, preguntándole qué opina de la vida; o si le ladra abruptamente a un viandante, le digamos que no se preocupe, que no hace nada, como si el transeúnte debiera saberlo o no tuviera derecho a asustarse.
Foto: Rafael Álvarez «El Brujo», representando «El alma de Valle-Inclán» y rozando lo sublime.