Recientemente el Instituto Nacional de Estadística ha publicado los datos referidos a 2016 sobre la evolución de las retribuciones en nuestro país, señalando que, para el conjunto de la economía, se registra un descenso del 0,8% de la retribución media cifrada en 1.878,1 euros, respecto al año 2015. Por lo que respecta a nuestra provincia el salario medio dista en más de 300 euros de la media española.
La primera conclusión que se deriva de esos datos tiene que centrarse en la incidencia que supone en el cómputo general medio retributivo tanto la precariedad como la temporalidad que afectan a los nuevos contratos ya que, según ese informe, el costo por hora trabajada por los empleados fijos alcanza 12.8 euros, mientras se reduce a 9.1 para los temporales. De otro lado, aspectos como el sector productivo, la formación o la antigüedad, e, incluso, el cambio tecnológico, son claves para explicar las diferencias salariales y el detrimento contabilizado de la retribución media, incluidos en el informe del INE.
Por otro lado, esta publicación abunda sobre las claras diferencias salariales entre el norte y el sur de nuestro país. Así revela que la media salarial de regiones como Extremadura o Andalucía no alcanza los 1.600 euros cuando en otras regiones como Madrid, País Vasco o Navarra superan los 2.000 euros. Esta disparidad salarial guarda directa relación, entre otros motivos, con el nivel de empleo de las regiones citadas, pues mientras la tasa de paro de las regiones del sur están cerca del 25%, las del norte se sitúan entre el 10 y el 12%. ¿Son estas magnitudes tan asimétricas como para reflejar una España a dos velocidades económicas?. Lo que sí parece cada vez más evidente es que estas discrepancias lejos de reducirse se ven confirmadas y ampliadas en el tiempo.
Otra lectura del informe nos hace considerar la incidencia que esa merma global de los sueldos tiene en el poder adquisitivo de los mismos. Hasta ahora los bajos niveles inflacionistas han preservado esa facultad pero ya estamos comprobando que los últimos registros publicados sobre esta variable, denotan un incremento gradual de los precios cuya repercusión negativa parece evidente. Si a esto añadimos el alza progresiva del precio de las gasolinas, que afecta a buena parte de la población, y que la próxima subida de los tipos de interés, que se dibuja en el horizonte, aunque su incidencia más agresiva será a largo plazo, mermarán las disponibilidades liquidas de los hogares, debemos concluir que el consumo será el mayor damnificado, como ya se está constatando, pues este registro denota una reducción de 30.000 millones de euros con respecto al pasado año.
De otra parte la mejora de la competitividad ha facilitado el excelente comportamiento en los últimos años de las exportaciones y ha compensado la atonía de la demanda interna por lo que será necesario preservarla ya que los últimos datos conocidos denotan un retroceso del 8%.
En definitiva, si en los últimos años hemos demandado un esfuerzo especial a los asalariados imponiendo incrementos anuales en torno al 1%, la recuperación económica que se está produciendo requiere, entre otras variables, del apoyo básico del consumo y esto depende, en gran medida, de los salarios y, por tanto, su incremento resulta imprescindible siempre que estén ligados a avances proporcionales de la productividad que permitan mantener la competitividad.