Con relativa frecuencia se plantean en el amplio espacio comercial desavenencias y fricciones entre los agentes, provocadas, unas veces por la trasgresión de los términos acordados o por la inadecuada praxis en el desarrollo de la actividad. En este caso concreto nos referimos a la utilización arbitraria del aceite de oliva, en algunas grandes superficies comerciales, como producto estrella para atraer la intención de compra de los consumidores hacia sus centros.
Y es que, efectivamente, el atractivo que representa actualmente nuestro preciado producto, está siendo comercializado por algunas grandes superficies para hacer “dumping”, es decir, efectuar ventas de un artículo a precios claramente inferiores al precio de costo con la intención de obtener beneficios de otra naturaleza. Tal es el caso, últimamente, de los supermercados DIA, donde se están llevando a cabo estrategias comerciales injustificadas de venta de aceite de oliva, del que ya han vendido más de ocho millones de litros, para atraer a los consumidores con el cebo de una rebaja muy ostensible del precio cuando en los mercados habitualmente fija posiciones bastante superiores, situación que ha provocado el comienzo de una “guerra” entre los productores y este centro comercial.
Si bien, en algunas instancias se considera que esta forma de actuar beneficia a los consumidores, la Ley del Comercio Minorista y de Competencia Desleal lo consideran como una infracción conllevando sanciones que, en última instancia, se consideran ridículas por las organizaciones de agricultores, sobre todo considerando que la Comisión Nacional de Mercados y de la Competencia estima poco razonable prohibir o criticar la venta a pérdidas de forma generalizada, cuando beneficia al consumidor o en otras circunstancias concretas.
La situación de nuestro sector olivarero ha logrado mejorar en los últimos años. Desde la apuesta por la calidad, la comercialización externa, y la consecución de un precio que parece, de momento estable con tendencia alcista, están posibilitando que un sector, tradicionalmente castigado por un falso proteccionismo, esté encontrando su sitio en el difícil tablero comercial del mundo. Aunque el consumo interno no ofrezca unos avances muy significativos, es verdad que se ha logrado que las ventas exteriores compensen esa atonía devolviendo la esperanza a los productores que han visto en la prospección de nuevos mercados y en la apuesta por la calidad, la acertada vía a seguir para rentabilizar sus explotaciones.
Teniendo en cuenta que somos los líderes mundiales en producción, con una cuota de más del 50% de la cosecha mundial, destinando buena parte de este volumen a abastecer a muchos países, sobre todo en la UE y en EEUU, que de este porcentaje en torno al 60% es andaluz y que nuestra provincia representa el 25% del montante total nacional y del 42% de la producción comunitaria, pero que aún más del 68% se vende en España, gracias a una marca blanca, es decir, en un envase de la propia distribuidora, debemos centrarnos en rentabilizar al máximo nuestra posición predominante, de tal forma que logremos consolidar este liderazgo para expansionar las ventas en los mercados exteriores, donde es más propicio obtener un mejor precio, aprovechando la expansión para crear “joint venture”, es decir, alianzas comerciales estratégicas compartidas, para expandir otros productos provinciales, marcando como meta esencial que en los mercados mundiales se asocie la excelencia del aceite de oliva con nuestra provincia.