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Las familias, junto a las empresas, son los principales agentes de la actividad económica a nivel  microeconómico, por lo que resulta lógico que la evolución de las magnitudes relativas al ahorro y al endeudamiento familiar tenga especial transcendencia para el desarrollo de la economía, comportamientos que, a su vez, están determinados por las circunstancias coyunturales de cada momento. 

Los últimos datos conocidos sobre el ahorro de los hogares en nuestro país, que en el 2012 se ha situado en el 8.2% de su renta disponible, una de las más bajas desde el inicio de la serie, deben entenderse como una lógica consecuencia de la reducción de sus ingresos. En efecto, los provenientes de sus retribuciones salariales se redujeron en un 5.4% e, igualmente, se contrajeron en un 3.4% las de las rentas de capital, y otras. A estos datos debemos añadir los efectos nocivos derivados de la subida de impuestos, la pérdida de poder adquisitivo de los incrementos salariales pactados en convenio y de la revalorización mínima de las pensiones, y el continuo incremento del paro. Lo más lamentable, sin embargo, es que esa reducción del ahorro tampoco ha tenido una repercusión positiva sobre el consumo privado, cuya tasa también se ha visto notablemente reducida, pues, aunque ha experimentado un incremento en febrero del 0,6% con respecto al mes anterior, ha evolucionado negativamente un 9.7% con respecto al mismo mes del año anterior, según publica Eurostat, datos de los que se derivan otra serie de repercusiones de especial trascendencia  en la reducción de la actividad económica, en el incremento del paro y en la disminución de la recaudación de impuestos.

Igualmente debemos conjugar necesariamente la evolución del endeudamiento familiar, ya que en la detracción de recursos también debemos computar los destinados  al pago de los enormes apalancamientos que mantienen cuyos niveles en febrero se situaban  en 823.494 millones de euros, el menor registro desde 2007, de los que casi el 82% corresponden a préstamos hipotecarios y el resto a consumo. En este contexto no podemos olvidar que la tasa de morosidad de las entidades financieras, se ha situado en niveles nunca conocidos, superiores al 10,40%, lo que de alguna forma explica la decisión de las entidades para endurecer sus criterios de concesión de nuevos créditos, no solo a las familias, sino también a las empresas, estrategia que, por otra parte, incide en el estancamiento de la actividad económica.

Por otra parte los aspectos positivos que están repercutiendo en las economías familiares, vienen determinados por la próxima rebaja de la factura eléctrica y, sobre todo, por la flexión de los tipos de interés, cuya  tendencia bajista subsistirá mientras la inflación siga controlada y no se aprecien claros síntomas de recuperación de la actividad, cuya estimación abarca al menos dos años.

Dada la especial trascendencia que la evolución de las economías familiares desempeña en la economía global, resulta imprescindible, además de la recuperación del flujo crediticio, que las políticas gubernamentales faciliten claros cauces de estímulo que incluyan, cuanto antes, una próxima flexión de la presión fiscal.

                                                                

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