Por IGNACIO VILLAR MOLINA / El Presidente de Caixabank, José Ignacio Goirigolzarri ha incluido unas reflexiones sobre la actividad bancaria en un video grabado recientemente con motivo del día de la “Educación Financiera”: “Un banco tiene que tener una rentabilidad por encima del coste de capital, porque es la manera de ser sostenible, y para ser un banco rentable, lo que necesita son clientes que estén encantados y un equipo comprometido”. En principio estos fundamentos pueden ser absolutamente obvios aunque la conceptuación de esta variable del coste de capital resulta un tanto compleja y difícil de cuantificar. En realidad el significado de este dato es reflejar el gasto de financiar el capital necesario para llevar a cabo su actividad. Por otro lado, es también considerado como el rendimiento mínimo que un banco o una empresa debe obtener de su actividad para satisfacer las expectativas de sus inversores, objetivo crucial del resultado de su gestión.
El incremento de los beneficios que están presentando los bancos españoles desde que la autoridad monetaria (BCE) iniciara el rally alcista de los tipos de interés, que han tenido una repercusión predominante en el margen por intereses por la repreciación de los préstamos hipotecarios, junto al sostenido mantenimientos de los ingresos por comisiones, está siendo objeto de un enconado debate entre las opiniones, no sólo de ciertos ámbitos de la sociedad sino también de algunos miembros del gobierno, que chocan con las manifestaciones de los ejecutivos de algunas entidades financieras que últimamente defienden que la elevación del beneficio todavía deja la rentabilidad por debajo del coste de capital, a pesar del conocido avance que muestran los estados financieros publicados desde el cierre del pasado ejercicio, que se están viendo prolongados en este año, según los datos conocidos hasta ahora. En las próximas semanas las entidades presentarán paulatinamente los estados financieros hasta el tercer trimestre del año y todo parece indicar que la línea de los resultados seguirá en la misma dirección claramente ascendente.
Este debate coincide con el momento en que las entidades están llevando a efecto el pago a cuenta del dividendo del ejercicio actual cuyo importe en general se ha incrementado muy sustancialmente en relación con los pagados en años anteriores. Y no parece nada probable que la llamada de las autoridades monetarias a la moderación pueda frenar las intenciones actuales de los bancos, especialmente porque, según argumentan, la retribución al accionista y la recuperación de la cotización en los mercados completa el cuadro de sus objetivos más próximos, con la convicción, además, de que esta estrategia les genera un aumento de su imagen para su valoración y su proyección de futuro e, incluso, estiman que ayuda a consolidar el sistema bancario del país. Y, por otro lado, atrás queda ya el período de “vacas flacas”, provocado por los bajos tipos de interés, durante el que han debido realizar impensables piruetas para mantener el tipo que les obligó a reducir el importe del dividendo pagado con cargo a los ejercicios entre 2019 y 2021.
Sin embargo, aun aceptando las premisas aducidas por las entidades, no parece que el objetivo que señala el Sr. Goirigolzarri respecto al “encantamiento” de la clientela sea una realidad palpable. Antes bien subsiste el estigma reputacional que acompaña a los bancos inveteradamente. El ciudadano y, especialmente el cliente, tiene la convicción de que el eslabón de la relación con su banco se sustenta prioritariamente en la obtención del mayor beneficio para la entidad, aunque sea a costa de mermar la del cliente; incrementar la eficiencia a base de reducir el nivel de calidad de la atención al cliente en las oficinas, limitar el tiempo de los servicios básicos, priorizar la banca electrónica para todo tipo de clientela sin tener en cuenta que una buena parte de los mismos tienen dificultades para seguir estos procesos, elevar el cobro de comisiones por todos conceptos sin reparar en otras compensaciones que no sean productivas por las comisiones adicionales que puedan generar, prescindir de clientes fieles por no dar un mínimo nivel de beneficio, ignorar al cliente meramente ahorrador porque en esta coyuntura no necesitan sus capitales…En definitiva, estas y otras muchas actuaciones que no hacen más que crear barreras que dejan un mensaje demasiado patente para el cliente: “NECESITO UNA RENTABILIDAD POR ENCIMA DEL COSTE DE CAPITAL Y TÚ ME TIENES QUE APORTAR TU CUOTA, SI NO, NO TE NECESITO”.
Así resulta meridiano que el celo que están poniendo los bancos en el tratamiento a sus accionistas, aunque en definitiva sean los dueños de la empresa, difiere en gran medida del trato que confieren a sus proveedores de liquidez a los que están negando una adecuada remuneración como sería equitativo, lo que siembra amplias dudas sobre si esta estrategia es la vía más conveniente para mantener “encantados” a sus clientes, por más que insistan en el argumento del “exceso de liquidez” al que están recurriendo como justificación final. Posiblemente el temor al encarecimiento de los costos que supondría primar los ahorros, especialmente para los grandes bancos en cuyos balances se contabilizan en torno a 700.000 millones, no sólo abriría una nueva guerra por la captación de recursos sino que vendría a contaminar buena parte de ese importe, pues un gran porcentaje de esa bolsa exigiría una retribución determinada, lo que alarma a los bancos en el aspecto de cómo encajar en la estructura actual de sus costos este serio reto que puede atentar a su acomodada situación actual.
Es verdad que hay que reconocer que la actividad de intermediación que desarrollan los bancos está siempre condicionada por diversas y múltiples circunstancias de diferente naturaleza que exigen una máxima capacidad de aceptación y adaptación ya que, a su vez, condicionan y restringen sus estrategias , tanto institucionales como comerciales y tienen una trascendencia esencial en el objetivo final de engordar su cuenta de resultados y mantener la imagen y la valoración de los mercados financieros, todo ello dentro del marco regulatorio para promover el buen funcionamiento, la estabilidad del sistema financiero, y mantener la solvencia de las entidades de crédito.
En este contexto la dinámica del negocio exige una especial atención a los aspectos más próximos que pueden perturbar sus objetivos. Y, en este momento, esos retos se centran en cuestiones tan importantes y gravosas como la morosidad, que si bien está teniendo una evolución, hasta ahora contralada, ya amenaza con un repunte claro en el segmento de las hipotecas, como confirman los datos conocidos relativos al segundo trimestre cuando se ha elevado hasta el 2.45% desde el 2.34% del primer trimestre. Y, por otro lado, quizás más acuciante, que amenaza una parte muy importante de su actividad, y que representa un motor crucial de su cuenta de resultados es la atonía de solicitudes de nuevo crédito unido al descenso importante de su cartera crediticia que se ha reducido en un 4% para las empresas y en un 2.8% en las familias, especialmente en el segmento hipotecario debido a las amortizaciones convenidas en las escrituras al efecto y a las cancelaciones parciales o totales anticipadas que han alcanzado 7.500 millones de euros en los últimos meses.
Sin embargo, en mi opinión, deberían prestar la máxima atención al mejor activo con el que cuentan. Me refiero a la confianza de sus clientes y eso pasa por atender a los aspectos reseñados anteriormente y, especialmente, por volver a premiar sus depósitos.