“Una apuesta arriesgada”, así define la noticia la decisión del equipo de Fórmula 1 Force India de pintar de color rosa sus coches esta temporada.
El rosa es mucho más que un color, es un símbolo que señala el territorio de las mujeres, el límite que los hombres no pueden sobrepasar, la bandera que marca el territorio de lo femenino donde un hombre es visto como un extraño, no desde dentro, sino para quien lo mira desde fuera. Porque ser hombre es ser reconocido como tal por otros hombres, de manera que cuando alguno se aleja de su modelo deja de ser un “hombre de verdad”.
El rosa se convierte así en una doble referencia, por un lado en ese color que marca lo de las mujeres, y por otro, en el color que señala lo que supone “no ser hombre” y marca la frontera que define la identidad masculina, y, por tanto, lo que dejarían de ser en el momento en que se impregnara de rosa.
Ese es el motivo que lleva a que aún hoy se identifique a los niños con el color azul y a las niñas con el rosa, que los juguetes sigan en catálogos con hojas marcadas por cada uno de los colores, y que, por ejemplo, la “prensa rosa” sea la forma de denominar a las publicaciones dirigidas a las mujeres… Todo como un límite para los hombres, como esa “línea rosa” que no deben traspasar para no ser cuestionados como hombres. La crítica y el rechazo se produce contra los hombres, no tanto frente a las mujeres que entran en el territorio azulado, pues en esos casos la propia desigualdad y discriminación, incluso la violencia si hiciera falta, se encargarían de controlar la situación.
No hay problema si una niña viste ropa celeste, de hecho lo hacen; o si juega con un balón de fútbol, cada vez juegan más; o si decide coger un muñeco de Star Wars o un soldado, en ocasiones los integran en sus juegos… nadie les llama la atención por ello. El problema está en que un niño vista de rosa, juegue con muñecas, se ponga a preparar la comida de sus muñecos en una cocinica, o a pasearlos en un carrito de bebés… Lo mismo que no hay problema en que una mujer lea el National Geographic o una revista de actualidad política, pero sí surgen dudas y preguntas cuando una hombre se pone a leer una revista de la prensa rosa.
El rosa es la representación simbólica del universo femenino, un espacio controlado por los hombres desde su cielo azul, pero al que no pueden pertenecer bajo la amenaza de “dejar de ser hombre” y de perder los privilegios concedidos por la cultura como tales hombres.
Y aunque pueda parecer un tema menor o algo propio de la Navidad y sus catálogos de juguetes, su presencia y significado va mucho más allá, tal y como se comprueba en la noticia sobre el color del fórmula 1 y en los comentarios surgidos a dicha información. La forma de abordar la cuestión refleja esa dualidad en la que el machismo ha convertido la realidad al interpretarla sobre “lo de los hombres” y “lo de las mujeres” tomando como referencia de valor lo masculino, y negando la diversidad que surge de todo lo que no sea “hombre o mujer” según ese maniqueísmo histórico del machismo.
Y no es nada casual. Partir sólo con dos posibilidades, hombres y mujeres, o sea, masculino y femenino, y hacerlo desde la superioridad de la primera de ellas, permite crear la cultura alrededor de sus elementos de valor, hacer girar la sociedad sobre “lo de los hombres” y “lo de las mujeres”, y crear unas identidades para unos y para otras a partir del sexo biológico, como si la esencia de las personas fuera “su carne” y no su mente. En cambio, admitir que los colores de la realidad son variados, no sólo rosa y azul, y que ser hombre o mujer en sentido tradicional no son las únicas referencias de identidad en nuestra sociedad, tiene dos consecuencias inmediatas sobre la cultura machista.
Por una parte, dificulta la gestión y el control de la diversidad desde una posición que pierde la referencia dual del blanco y negro, es decir, del rosa y el azul, puesto que en el modelo tradicional todo resulta sencillo desde un punto de vista práctico al considerar que lo que no es azul es rosa, y por lo tanto inferior. Y por otra, la propia construcción de la identidad masculina hegemónica a partir de la pureza del sexo que lleva a entender que sólo “los niños tienen pene y las niñas tienen vulva”, resultaría imposible al no poder imponer ni convencer de la idoneidad de esa construcción basada en las idea de “sexo fuerte” y de “inteligencia y racionalidad” como características asociadas a los hombres.
Por eso, tal y como recoge la noticia, el rosa es una “arriesgada apuesta”, porque significa traer a un territorio masculino algo que no sólo no pertenece al mismo, sino que representa todo lo contrario, y en consecuencia su presencia se entiende como “contaminación”, como algo tóxico, de ahí el riesgo.
Que el coche de Force India sea de color rosa no le genera más rozamiento con el aire, ni modifica su aerodinámica, tampoco le hace perder adherencia en las curvas, ni desgasta más sus neumáticos, sin embargo, es una “apuesta arriesgada”. Es más, la propia información destaca el hecho significativo de que los casos de los dos pilotos, Pérez y Ocon, serán rosas para enfatizar lo arriesgado de una apuesta que, según parece, debe poner en juego sus propias vidas. Lo mismo hasta se niegan a competir junto a ellos el resto de pilotos, dado el riesgo que se ha generado alrededor.
Tenemos un problema muy serio como sociedad cuando pintar un coche de color rosa en una competición en la que uno de los objetivos es llamar la atención para que la publicidad tenga más impacto, y otro conseguir que los coches sean fácilmente identificados del resto de las escuderías, es considerado una “arriesgada apuesta”.
Todo ello refuerza algo en lo que ya hemos insistido, acabar con los problemas de una desigualdad hecha cultura por el machismo exige algo más que actuar sobre cada una de sus manifestaciones, de ahí la importancia de que el Pacto de Estado sobre el que ahora se trabaja no se limite a la violencia de género y se extienda al machismo. Es la forma de acabar con ese paisaje oscuro y sombrío que ha impuesto a la realidad, aunque luego juegue con los colores para camuflarse dentro de ella.
(De su blog «Autopsia»)