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Ignacio Villar Molina.

Tras la suspensión de la reunión del pasado año forzada por la pandemia, desde el día 17 al 21 de este mes se ha celebrado una nueva edición del FORO ECONÓMICO DE DAVOS, en una primera fase de forma telemática debido a la emergencia de la variante Ómicron, a las limitaciones de movilidad interna que exigen  confinamientos obligados, y a  las restricciones en los viajes y otros impedimentos, posponiendo para finales de junio de este año un complemento  en versión presencial.

En estas sesiones virtuales programadas han intervenido los líderes de China, India, Israel,  Japón o Australia, como asimismo presidentes de instituciones bancarias y económicas, CEOS de compañías de implantación mundial, y expertos en diversos ámbitos de la economía, a los que se les reconoce capacidad y autoridad para incidir en el futuro del desarrollo socio-político-económico del mundo. El objetivo, una vez más, es tratar de realizar un análisis de la realidad actual y determinar los riesgos universales y el significativo incremento de la incertidumbre sobre el futuro de la economía mundial que deben encarar los líderes mundiales. Las sesiones se centrarán preferentemente en temas tales como: la cooperación tecnológica en la 4ª Revolución  Industrial, efectos económicos globales provocados por la pandemia, transición energética, desarrollo y sostenibilidad, y otros problemas más específicos desde el prisma de cada ponente,   que afectan concretamente a su propio entorno, sobre los que se debatirá para definir las ideas  y los planes de mejora propuestos.

Por otro lado, otros grandes retos como el cambio climático, la cooperación entre naciones, asegurar soluciones de oportunidad económica de naturaleza positiva, crear resiliencia cibernética, fortalecer las cadenas globales de valor, o construir economías en mercados frágiles a través de inversiones humanitarias, completan el cuadro de otros importantes aspectos que captarán la atención y el tratamiento de los participantes. Para ello deberán abordar nuevos modelos y estrategias de gestión con miras al largo plazo renovando la cooperación y actuando sistemáticamente, sin olvidar su compromiso con un mundo más sostenible, cohesivo e inclusivo.

Sin embargo, como he expresado en alguna ocasión, a pesar de que los objetivos parezcan estar  definidos para acelerar una mejora del desarrollo económico y social global, estas expectativas  quedarán, en mi opinión, una vez más frustradas por la realidad constatable cuando comprobamos que la situación general no solo no mejora de una edición a otra, sino que persisten, y en algunos casos se agravan, las mismas grandes lagunas en los aspectos ya seculares, como el nivel de desigualdad mundial, el proteccionismo absoluto, los nacionalismos y populismos a ultranza, la dura crisis que atraviesa el mundo en materia de cooperación, incrementado por esta pandemia, y, en definitiva, cómo surgen inmensas y nuevas grietas, que se acrecientan y se extienden progresivamente, que afectan al  debilitamiento de las clases medias, a la crisis migratoria, a la falta de sostenibilidad de las cadenas de producción, a la fragilidad y vulnerabilidad financiera de algunas economías, especialmente de las emergentes por el elevado nivel de dependencia comercial, o el desigual reparto de la riqueza generada por las tecnologías, lo que incide en profundizar aún más en la desigualdad económica mundial.

En consecuencia estas son evidencias suficientes  que desvirtúan los pretendidos objetivos de  este foro, que corre el riesgo de convertirse en una pátina que sirva de justificación a las naciones y grandes empresas de que su gestión contribuye a la mejora de la situación socio-económica global, cuando la realidad demostrable es que esa meta ocupa un puesto muy relegado si nos atenemos a los niveles de bienestar de las naciones más desfavorecidas, o cuando conocemos que el Informe sobre la desigualdad global, en su edición 2022, publicado recientemente por el World Inequality Lab, destaca que el 10% más rico de la población mundial recibe el 52% del ingreso mundial, mientras que la  mitad más pobre percibe sólo el 8.5%, lo que quiere decir que una persona cuyos ingresos se sitúan en el 10% más rico recibe anualmente un promedio de 82.700 euros, frente a 2.800 euros anuales que percibe en promedio la mitad más pobre del planeta. Si atendemos a la realidad española el ingreso nacional medio de una persona adulta se sitúa en los 26.500 euros, pero el 10% más rico recibe 91.560 euros anuales de media, mientras que la mitad más pobre recibe sólo 11.200 euros. Igualmente quedan patentes estas discrepancias si revisamos el escaso avance en las soluciones de otros problemas  tan graves como las migraciones, el fin de la carrera armamentística y el recrudecimiento de las tensiones y conflictos entre naciones y bloques comerciales y militares, que no solo no encuentran canales de acuerdos, sino que, en algunos casos contabilizan un incremento de las tensiones o la aparición de nuevos focos de especial gravedad, como la inestabilidad y el incremento de la tensión general que se está produciendo en los últimos días respecto a la crisis de  Ucrania. Sólo basta mirar que el gasto mundial en dotación armamentística ha ascendido a 1.98 billones de dólares destinado por los países para blindar su fuerza armamentística de toda índole, lo que, en mi opinión, evidencia las profundas reticencias y mutuos temores entre los bloques de poder restando más eficacia a los programas de cooperación necesarios para mejorar  la situación económica global.

Por otro lado, en algunas instancias el debate se está extendiendo al ámbito de los sistemas porque en los últimos meses, a raíz del análisis de las consecuencias generadas por esta pandemia, se han recrudecido las dudas que suscita el sistema capitalista que impera en el mundo y en este punto los detractores cargan contra este sistema en base a los datos del estudio de Woorld Inequality, señalados anteriormente, los cuales han sido confirmados por Oxfam, una organización internacional que trabaja para mejorar la desigualdad y la pobreza en el mundo,  cuyo informe corrobora el mencionado anteriormente, y por la encuesta realizada por Edelman Trust Barometrer, cuyos resultados muestran que el 60% de los españoles creen que este sistema aporta más aspectos negativos que positivos. Sin  embargo, otras fuentes, economistas y expertos defienden las bondades de esos fundamentos, como el profesor Carlos Martínez, doctor en Filosofía en la Universidad del País Vasco, que en su obra “En defensa del capitalismo”  defiende que este sistema es el responsable del nivel de vida que disfrutamos, aunque admite ostensibles espacios de mejora. Por otro lado, Daniel Lacalle, economista y profesor de Economía, considera que hay un desconocimiento del concepto que no se corresponde con la realidad, “la principal razón por la que se critica al capitalismo se ha reducido a una idea simplista, porque se trata de un sistema que está basado en el beneficio sin entender que el beneficio económico es precisamente la demostración de sostenibilidad y de eficiencia». Y añade, «solo hay dos tipos de sistemas: los que se basan en beneficios y los que se basan en pérdidas y, el de este tipo, solo genera pobreza y miseria y termina siempre siendo total y completamente insostenible”. En mi opinión quizás el debate debería centrarse en que ese beneficio llegue de forma más igualitaria a toda la población, especialmente a los más desfavorecidos.

Desde algunos estamentos se acusa al Foro de Davos como corresponsable de un mundo fracturado y otros ven este evento como un ejercicio anual para reafirmar los cauces marcados por las grandes corporaciones que dominan la economía generando mayor exclusión económica y social. En mi opinión es necesario perfeccionar los conductos por donde discurre la dinámica económica global para ganar en eficiencia, pero más necesario resulta revisarlos para compatibilizarlos con eficaces y reales sistemas de cooperación y para acrecentar el colaboracionismo de tal forma que se conviertan en recursos suficientes para aumentar el  bienestar de los más desfavorecidos.

En consecuencia son numerosos los puntos conflictivos mundiales capaces de desencadenar en cualquier momento enfrentamientos, tanto comerciales como bélicos, por lo que parece plausible que ante la realidad de este escenario mundial los esfuerzos que se desarrollan en estos foros deberían estar encaminados prioritariamente a paliar esas profundas disensiones de todo tipo y,  como consecuencia, atenuar las enormes y seculares lagunas en el bienestar general, esperando que de estas conferencias salgan decisiones que impacten en el orden económico actual.

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