Por MARI ÁNGELES SOLÍS DEL RIO / Es por todos conocido, que existen ciertos lugares que nos atrevemos a catalogar como ‘mágicos’. Cierto que, en numerosas ocasiones, las más frecuentes, suele ocurrir por cuestiones subjetivas. Pero también es real, como muchos investigadores nos han hecho llegar a través de sus estudios, que hay lugares que poseen una extraña fuerza magnética unida, además, a una serie de sucesos que señalan que ‘algo’ que se escapa a nuestros sentidos, envuelve a aquel determinado lugar.
En este punto es menester hacer una parada para aclarar cuál es la primera cuestión que hemos de tener clara: las líneas ley. Pero, ¿qué es una línea ley? Alfred Watkins, fue el primero que utilizó este concepto, definiéndolo del siguiente modo: “alineaciones de varios lugares de interés geográfico e histórico, como los antiguos monumentos y megalitos, partes altas del terreno natural y vados”. Unimos esa definición a lo que entendemos por una línea telúrica que es un conjunto de corrientes electromagnéticas que subyacen sustentadas en corrientes subterráneas acuíferas, pliegues y fallas que se dan en un determinado lugar, todo ello en perfecta alineación de los astros.
Esta frase que acabo de escribir, “en perfecta alineación de los astros”, no ha surgido de la inspiración ni nada por el estilo. Lo he hecho con el objetivo que dar el siguiente paso, que no es otro que la conocida “Constelación Draco”, o “Constelación del Dragón”.
Pues bien, una vez analizadas las líneas ley, las líneas telúricas y la constelación del dragón, es imposible obviar que existe una ciudad en España a la que ya se la conocía como “mágica” desde la época de los Templarios. Una ciudad cuya terreno repleto de vados y fallas, posee una alineación asombrosa de antiguos monumentos, unidos a hechos históricos que la han convertido en el centro de muchas investigaciones. A estas alturas, no debemos extrañarnos que la alusión a la Constelación Draco, se corresponde exactamente la disposición y distancia de sus cuerpos celestes con los templos antiguos de esta ciudad.
Por el momento y, sin pretender desvelar el misterio aún, es la perfecta ocasión de recordar una leyenda. Bien dicen que, las leyendas independientemente de ser leyendas, tienen una base de lógica y de verdad, que fue lo que hizo nacer dicho relato. Cuenta la tradición que, María Magdalena, esposa de Jesús, una vez que su marido fue crucificado emprendió una gran huida de aquellos mismos que persiguieron a su esposo. Una noche de tormenta, tuvo que resguardarse con su hijo en brazos, en una cueva hasta que el cielo aclarase. Cuando se hallaba dentro de la cueva, de una galería oscura apareció un monstruo con forma de dragón que intentaba atacarla. Lógicamente, pidió ayuda a Jesucristo que, a su vez, le envió al arcángel San Miguel en su socorro. En la tradición católica, San Miguel está representado sobre un dragón como símbolo de victoria. Pero todo se va a complicar a partir de este momento.
Todo se va a complicar porque yo afirmo haber estado en un lugar donde, frente a mí, había un manantial donde se dice que, hace siglos, salía un lagarto-dragón que atemorizaba a la población. En ese mismo punto, a mi derecha, se alza una iglesia, antiguamente mezquita, consagrada con el nombre de María Magdalena. Y, a mis espaldas, las ruinas de la que en su momento fue una Iglesia consagrada a San Miguel. ¿Casualidad? Ése es uno de los puntos con más carga magnética existente en nuestro país, tal como han manifestado muchos expertos. Pero la historia sigue, y continúa complicándose para aquellos que están dejándose el alma y el conocimiento en estos párrafos.
Volvamos al dragón que salía de la cueva-manantial ante la que me hallo. Fue en la época del colonialismo, cuando este barrio estaba atemorizado por un animal, una especie de lagarto que salía de la cueva y se comía los rebaños. Las autoridades de la época decidieron ofrecer recompensa para quien lograse matar a aquel ‘monstruo’. Fue un condenado a muerte quien, a cambio de su libertad, se atrevió a jugarse la vida. El preso pidió un caballo, varias ovejas, la piel de una de ellas y pólvora. Como un vendaval de valentía, hizo un llamamiento al monstruo para que saliese de su guarida ofreciéndole una oveja. El lagarto la devoró. Y emprendió camino tras el condenado que, a caballo, empezó a discurrir por las calles echándole ovejas al animal amenazante, a la vez que éste las engullía. Así, hasta el final del trayecto, que el astuto preso había guardado la piel de oveja metiendo en su interior todo un cargamento de pólvora. En ese momento final, como es lógico, el lagarto-dragón, al tragar su última presa, reventó.
… Y reventó en un punto determinado. Otro punto mágico y con fuerza magnética. Porque en aquel mismo lugar donde había prácticamente explotado la ‘bestia’, tuvo lugar, en la noche del 10 al 11 de junio de 1430, una aparición mariana. Una aparición con una singularidad que la diferencia de otras apariciones de la Virgen en la historia, y es que esa aparición fue registrada ante un notario, ya que no sólo fueron uno o dos testigos los que presenciaron el suceso, sino todo un barrio que participó, de forma activa, en un cortejo luminoso que discurrió por las calles finalizando en el templo principal de la ciudad. En el lugar donde tuvo lugar la aparición, mismo lugar donde ‘reventó’ la ‘bestia’, existe una basílica donde se venera a aquella virgen y también se guardan los restos de piel que pudieron conservarse del dragón que explotó. Un lugar cargado de simbolismo, donde se materializa la victoria del bien sobre el mal.
Todo un enjambre de casualidades que traen de ‘cabeza’ a los investigadores, todo un cúmulo de sucesos que nos dejan entrever que hay algo “más”, algo que esconde el templo principal de esta ciudad encantada. Por ello, he querido señalar la palabra ‘cabeza’, que no es otra cosa que el símbolo de la razón y el conocimiento. Añadiendo, antes de nombrar tres sucesos extraños que, sospechosamente, la planta de la construcción primitiva de ese templo es exactamente igual, en medidas y orientación, a la un famoso templo de Jerusalén, parece que prevemos un final, no solo sorprendente sino también, para los incrédulos, un cuento extraño.
Bueno es saber, que la historia es la historia, las investigaciones dan fruto y los misterios nos revelan la magia de los lugares y las palabras. Tres sucesos. Un obispo cuyo cadáver permaneció siglos insepulto y, cuando por fin se procede a la inhumación de los restos en la capilla indicada a tal efecto, parte de la lápida queda fuera de la reja, la parte bajo la que se encuentra la cabeza. Un personaje público de la ciudad que, mientras asistía a misa de doce en aquel templo, es asesinado de un golpe en la cabeza. Un cadáver aparecido en aquel mismo lugar, decapitado, un crimen aún sin resolver…
Imposible no realizar esta pregunta: ¿qué se esconde desde hace siglos en los sótanos de aquel templo?. Todas las respuestas van encaminadas, según los expertos, hacia una misma dirección. Ocurre que, yo como escritora, como persona que he paseado por esos lugares, como alma que se ha sentido inundada por la magia, no voy a decir nada. Acaso algún día, se sepa. Pero espero que sean muchos los que revivan las historias y leyendas que llenan aquel lugar que, aún hoy, tiene un vigía de excepción desde un cerro en el cual estuvo situado el castillo de los Templarios, y en el que persisten las ruinas, desafiando al tiempo… y al olvido.