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Por AGUSTÍN GONZÁLEZ ROMO / Portavoz del PP en el Ayuntamiento de Jaén

“Los pueblos que no protegen su cultura están condenados a desaparecer.” (Miguel Hernández)

En un anuncio que ha generado profunda inquietud entre muchos jienenses, el alcalde ha comunicado su intención de ceder el edificio del Ayuntamiento y tres palacios más –entre ellos el emblemático Palacio del Condestable, símbolo de nuestra historia– para convertirlos en hoteles. Esta decisión no es simplemente polémica; es la materialización del verso profético de Miguel Hernández, un acto de desmemoria que traiciona nuestro pasado y compromete nuestro futuro.

Lo que durante generaciones ha sido orgullo colectivo y espejo de nuestra identidad, ahora se subasta al mejor postor bajo el eufemismo de “desarrollo turístico”. Pero desarrollo no es despojo, como turismo no supone vender el alma. Se construye con visión, planificación y respeto: cuidando el patrimonio, potenciando la cultura, mejorando infraestructuras y generando oportunidades reales. ¿O acaso alguien cree que Málaga atrajo millones de visitantes regalando su Ayuntamiento?

Jaén tiene cultura, paisaje y singularidad para competir sin despojar a sus ciudadanos de lo que les pertenece. Esto no es un modelo de desarrollo: es una liquidación de lo público. No es gobernar para el futuro, es hipotecarlo.

Y más sorprendente aún es que esta decisión venga del Partido Socialista, que históricamente ha hecho de lo público su bandera. ¿Cómo se explica que sean ellos quienes privaticen la casa de todos los jienenses?¿Se imaginan que el Ritz se instalara en el Congreso de los Diputados?

Quizás alguien se hizo la misma pregunta cuando se demolió el Teatro Cervantes, prometiendo modernidad y acabando en bloques de pisos. Cincuenta años después, los jienenses volvemos a tropezar con la misma mezquina piedra..

La contradicción se acentúa al saber que este mismo alcalde ha rechazado un proyecto real y viable: un hotel de cuatro estrellas en la actual estación de autobuses, junto a un centro de ocio juvenil con potencial para dinamizar el centro. Se desprecia una oportunidad de crecimiento y empleo, y en su lugar, se opta por vender lo ya construido, lo que nos define.

Todo esto sucede, además, en el año en que Jaén celebra sus 1200 años como capital. Una ocasión que debía reforzar nuestro orgullo y ambición, se convierte en símbolo de una ciudad que renuncia a crecer. Esto no es pensar en grande, es resignarse a ser menos.

Nosotros siempre hemos defendido dos ideas: ser capital con orgullo y dignidad, y pensar en grande, con luces largas. Apostar por el AVE, por el soterramiento, por un futuro que sume sin destruir. Por una Jaén conectada, viva, que no se conforme.

Miguel Hernández, que tanto amó esta tierra, nos dejó escrito un aviso que hoy resuena con fuerza: perder la cultura es perder el futuro. Cuando una ciudad malvende sus símbolos y renuncia a lo que la hace única, no está avanzando: está firmando su propia decadencia.

Y lo más grave es que, ante esto, Jaén Merece Más calla. Calla mientras se regala lo que es de todos. Calla cuando debería alzar la voz. Porque Jaén merece más que esto: merece líderes que defiendan su patrimonio con valentía, que apuesten por el desarrollo sin vender su historia, que respeten los cinco milenios que nos han traído hasta aquí.

El patrimonio no se vende. El alma de Jaén no se subasta. El futuro no se improvisa: se construye con visión, con firmeza y con respeto por lo que somos y por todo lo que Jaén puede llegar a ser.

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