La vida interior es la manera de referirse a una realidad genuina del ser humano difícil de describir. Es nuestro mundo interno, al que sólo tenemos acceso nosotros. Los infinitos escenarios a los que accedemos con nuestra imaginación (que no fantasía) y donde conseguimos representarnos y comprender el sentido de las cosas, de los acontecimientos, de nuestra propia realidad; donde podemos dibujar el plano de nuestros sueños, donde reconocemos los valores que necesitamos. La vida interior arroja luz sobre nuestros errores, fuera del alcance de metijones y envidiosos, nos permite reconocer cuando equivocamos el rumbo de nuestra vida.
En la construcción de estos escenarios internos, donde se desenvuelve la vida interior, necesitamos emplear las características propias del ser humano: nuestra capacidad de concentración, sensibilidad, conocimiento, reflexión, sociabilidad, etc. Es decir, a seres humanos más completos en el desarrollo de estas características universales, mayor vida interior.
La vida interior se nutre de belleza, de conocimiento, de sentimientos elevados, de valores atemporales. No hay que confundir la vida interior que desenvolver todas las posibilidades individuales, con la proyección de los deseos instintivos.
La vida interior es imprescindible para el desarrollo espiritual, independientemente del camino que se escoja para este.
En 1995 se creó la primera red social, y desde entonces han experimentado un crecimiento y desarrollo exponencial, revolucionando las relaciones humanas e innumerables aspectos de nuestra cultura, hasta el punto que muchos no conciben ya una vida cotidiana sin ellas. Se han descrito influencias en cuanto al comportamiento y la comunicación, e incluso modificaciones neurológicas y en la producción de melatonina (la hormona del sueño). La vida interior también se ve afectada por las redes sociales, cuyo uso abusivo genera consecuencias que son escollos para el correcto desarrollo de la vida interior. Citaré las principales.
En primer lugar, la tendencia a la falta de concentración, y por lo tanto excesiva superficialidad al estar siempre pendiente del chat. La vida interior busca profundizar sobre la realidad del ser humano, de la sociedad y de la naturaleza, por tanto requiere de una buena capacidad de concentración, la cual queda inhabilitada con la atención permanente a la inmediatez de las redes sociales.
Otro efecto contraproducente con el desarrollo de la vida interior es el aislamiento y la soledad, que se producen con el abuso de redes sociales, al ir sustituyendo paulatinamente las relaciones presenciales por contactos virtuales. Este efecto trae toda una serie de consecuencias en cascada, como por ejemplo estados depresivos al no conseguir un número suficiente de “Me gustas”, de los que necesita la persona que busca salir de la soledad mediante la aprobación de los amigos virtuales.
Se produce también la “soledad interactiva”, que lleva a la angustia por no estar siempre conectado. Estas circunstancias relacionadas con el aislamiento son muy negativas para la vida interior, que necesita de unas sólidas relaciones humanas, porque somos seres sociales por definición: necesitamos estar en sociedad para alcanzar nuestra plenitud.
Un uso inadecuado de las redes sociales produce otro efecto, la tendencia a construir una falsa personalidad. Se crea un espejismo, y si esta construcción es intensa y duradera, se producen confusiones con la propia identidad. Muchas veces, no se construye una falsa personalidad, sino una falsa vida y se llega a un narcisismo, al predominio egocéntrico de mostrarse así mismo en innumerables selfie. Otras veces, la sensación de impunidad que produce esta máscara, desarrolla un comportamiento antisocial. Todas estas consecuencias en relación a la construcción de un personaje diferente al nuestro, entorpecen el desarrollo de la vida interior, que se basa en el progresivo desenvolvimiento de nuestro ser, y no en la suplantación con falsas identidades.
El uso abusivo de las redes sociales puede generar una dependencia, una adicción, la cual está suficientemente caracterizada por los especialistas, y tiene su propia forma de tratamiento. Se ha comprobado que el cerebro manifiesta los mismos patrones que los adictos a la cocaína. Una situación de adicción lleva consigo todo un cuadro de ansiedad y estrés cuando no se está on-line. Aparece un síndrome singular, el miedo a estar perdiéndose algo. Claudia Adriana y David Jasso sugieren los siguientes cambios de comportamiento que indican un abuso de las redes sociales:
-Pérdida de control y dependencia excesiva, perdiendo noción del tiempo.
-Aislamiento, así como irritabilidad.
-Bajo rendimiento en el trabajo o en la escuela.
-Desinterés por otros temas.
-Trastorno de la conducta, sedentarismo e incluso obesidad.
-Sentir euforia y activación excesiva ante el ordenador o teléfono móvil.
-Perder horas de sueño.
-Inseguridad.
-Ansiedad.
Hay otras situaciones vinculadas a las redes sociales que generan sentimientos de miedo, falta de autoestima o depresión, como son los ciber-acosos, o la calumnia y la difamación, que por el carácter instantáneo y global de las redes sociales, pueden tener unos resultados demoledores.
Con estos sentimientos preponderantes, ansiedad, estrés, miedo y falta de autoestima, la vida interior languidece, es literalmente dinamitada e invadida por los monstruos asociados a estos comportamientos.
En definitiva, si tenemos la intención de disfrutar de una rica e intensa vida interior (destino natural de cualquiera de nosotros), hay que tener cierta prevención en relación a las redes sociales. No se trata de demonizarlas, puesto que aportan muchos beneficios. Pero sí ser conscientes de que la auténtica persona es la que está detrás de la pantalla. Y junto a esa prevención, no dejar de alimentar la vida interior, con la alimentación adecuada.