La inestabilidad política provocada por la iniciativa de la oposición de presentar una moción de censura contra el presidente del Gobierno, en respuesta a la contundencia de la sentencia del caso Gürtel,ha sembrado la inquietud no sólo entre los ciudadanos sino que, también, proyecta una enorme perspectiva de incertidumbre en los mercados que si perdura algún tiempo se traducirá en un obstáculo muy pernicioso para la actividad económica.
Con independencia de la oportunidad y conveniencia política de la moción, ya, desde el mismo viernes pasado, la bolsa pagó su primer día de peaje por esta inestabilidad bajando el 1.7 %, prolongando ayer lunes la senda bajista, mientras que la prima de riesgo recogió su negativo efecto elevando su nivel por encima de los 100 puntos básicos por primera vez desde enero, a la vez que las dudas se extienden ahora sobre la repercusión real que estos acontecimientos tendrán en las diferentes variables económicas, si este panorama persiste.
Me refiero concretamente a la repercusión que esta incidencia puede suponer para el crecimiento económico en el futuro, cuando desde 2015 nuestra economía está registrando alzas del PIB del entorno del 3%, la tasa de paro, en el mismo periodo, se ha reducido desde el 23.8% al 16.7% y el consumo de los hogares ha fluctuado en aumentos entre el 0.9y el 0,6%, registros que nos han permitido iniciar el despegue económico y dejar atrás una crisis que otros gobiernos ignoraron y que , en algún momento, supuso que nuestra prima de riesgo se situara por encima de los 600 puntos básicos, abocándonos a una intervención por parte del BCE.
De otro lado, la conmoción provocada por este contexto político-económico en el que nos ha situado la corrupta insensatez, la falta de ética y el egoísmo de algunos políticos y la impericia de gobiernos anteriores, confluye con otros factores que escapan a nuestro control y afloran ahora afectando a nuestra actividad económica , como es el alza del precio del petróleo, y aportan, si cabe, más grado de incertidumbre a este escenario porque las repercusiones indirectas que se dibujan en el panorama, como tentáculos de carga regresiva, pueden complicarlo aún mucho más si esta crisis política se hace más intensa y duradera. Y todo ello sin olvidar otras implicaciones que emanan cada vez con más intensidad y dificultad del intrincado y persistente problema catalán.
Otros aspectos como la aprobación final de los presupuestos, la revisión de las pensiones, la cesión de autoridad, las inversiones empresariales, el aplazamiento de la reforma de financiación autonómica, la renovación del gobernador del Bnco de España y el debilitamiento de nuestra posición en la UE ante nuestros socios, pueden sufrir consecuencias indeseadas para el porvenir de la estabilidad de nuestro país.
No escapan a esta serie de derivaciones las que afectan a nuestras relaciones con la propia Unión Europea. La confluencia de la situación política en Italia y el contexto en el que se ha situado la española renueva, una vez más, las inquietudes e incertidumbres que se han cernido sobre la culminación del proyecto europeo cuando todavía estamos a medio camino de consolidarlo y cuando aún están pendientes de abordar aspectos tan importantes y decisivos como la Unión Bancaria y la Armonización Fiscal, entre otros.