Efectivamente estamos en una coyuntura “bélica” que, además de toda la atención sanitaria, exige una repuesta de las autoridades económicas a todos los niveles. La sorprendente expansión de los efectos de esta pandemia infectante, está atacando con especial agresividad la actividad económica general, provocando que muchas empresas hayan reducido su actividad o, incluso, algunas la hayan suspendido totalmente. Grandes empresas, Pymes, Autónomos y Familias esperaban con lógica expectación y ansiedad la contestación de las autoridades económicas para tratar de contrarrestar los funestos efectos derivados del pánico generado.
Con la premura necesaria, tanto los gobiernos como los bancos centrales, se han apresurado a poner en juego una batería de acciones estratégicas que sean capaces de aminorar el descalabro económico que se está produciendo. Así las sorprendentes cantidades de liquidez puestas a disposición de los agentes económicos han tratado de trasladar alguna cuota de esperanza en forma de posibles ayudas, subvenciones, moratorias de pagos y algunas otras prebendas a fin de reducir la onda expansiva de esta hecatombe.
Sin embargo, las expectativas reales quedan diluidas por la falta de concreción de la que, por el momento, adolece esa batería de medidas. En este aspecto son las pymes y los autónomos y pequeños comerciantes los que más dudas mantienen. Aunque teóricamente todas las medidas arbitradas van en la dirección adecuada, su constatación real no será efectiva mientras sus efectos positivos no inunden la economía real y ese núcleo está formado, precisamente, por los agentes más arriba mencionados, y son, precisamente, en definitiva, los que deban recurrir a financiación ajena para reabrir o sostener sus negocios. Sin embargo, mucho me temo que, a pesar de la relajación de las normas sobre provisiones de la morosidad de los préstamos y créditos, anunciada por el BCE, que se pueda generar por estas excepcionales circunstancias, los bancos serán reticentes a relajar los criterios de concesión de nuevos créditos si no cumplen con sus medidos criterios: beneficios suficientes para posibilitar la devolución del préstamo y garantías convenientes que lo respalden, a no ser que ese anuncio sobre la garantía del estado, hasta el 80% del importe concedido, para suplir la falta de esas garantías, cuyo detalle debemos analizar, permita que la solicitud sea atendida.
No nos engañemos, no es la falta de liquidez lo que impide que los bancos presten dinero sino, según su criterio, la falta de demanda solvente. La primera entrega del saneamiento de los bancos ya nos costó a los contribuyentes 64.000 millones de euros y supongo que nadie desea escribir la segunda edición. Estoy seguro que los bancos potenciarán sus ofertas de “PRÉSTAMOS PRECONCEDIDOS” a muchos de sus clientes, pero cualquiera que conozca cómo se produce la selección de los posibles “agraciados”, sabe que, en la realidad, solo una mínima parte de esa “élite” accederán a contratar finalmente el préstamo porque, sencillamente, son los menos necesitados.
Por otro lado, en mi opinión, es necesario que la batería general de medidas monetarias anunciada esté acompañada por otras de índole fiscal coordinada con todos los países miembros, que, además de suavizar los límites de déficit y deuda de cada Estado contemple medidas concretas específicas para cada país. Me refiero, en este caso para nuestro país, la reducción de las retenciones a cuenta en las nóminas a partir del presente mes, adecuando la escala de tipos del IRPF para evitar distorsiones cuando se efectúe la declaración el próximo año. Así, de forma inmediata, los ciudadanos dispondrán de unas posibilidades líquidas adicionales que potencien sus posibilidades de consumo y contribuyan a recuperar la actividad económica general.
De otra parte, de acuerdo con las directrices del Banco de España, y para evitar una profunda recesión en la zona, deberían aprovechar todos los estímulos recogidos en el MEDE para garantizar la estabilidad financiera de los países miembros; y finalmente, mutualizar a nivel comunitario los riesgos derivados de esta pandemia que, según todos los indicios, provocará una profunda recesión, a través de una emisión conjunta de eurobonos, para financiar políticas anticíclicas, aunque los primeros indicios muestran ya las reticencias de algunos países, divergencias que deberán salvarse próximamente en evitación de distorsiones más graves.