Por MARI ÁNGELES SOLÍS / Cuando lo profano se convierte en sagrado al ser susurrado de labios de poetas, pintado por pinceles prodigiosos, captado por objetivos perfectos y pensado por mentes excepcionales, lo cotidiano se disfraza de una inquietud perdurable como una gota de vino resbalando de un labio cansado de hablar en vano.
Quietud en Gorrión, quietud en las almas. Un día de octubre cualquiera bajo influjos de feria inestable, donde el origen ganadero nos confunde con el Condestable. Y, cuando el viento de Almendros Aguilar llena el vacío de esta ciudad provinciana de pasado polvoriento y de majestuosidad perdida allá por nuestras lomas, las almas se congregan en torno a su propio destino bohemio.
Primero, La Manchega fue testigo de la unión. Vermout y cañas al son de chilindrinas. Pues la poesía de Paredes, Miras y Solís es nuestra salida, a través de los lienzos de Carrillo, por el bello objetivo de Melero mientras Gregorio argumenta el por qué de una sociedad injusta que ensucia las paredes limpias de nuestro reyno.
Callejón cargado de pasado, de antepasados con sus historias y de pasos anhelantes de sueños ilusos, entre momentos turbios que te dieron nombre antaño, borracho que no dudas en volver a esa barra sucia que te acogió en su seno de madre.
Juntos en la soledad de nuestra propia inspiración, hablamos de política, de religión y de fútbol, sin distinciones pues todos estábamos indignados por esta injusticia negra que nos sucumbe como personas y como aprendices del arte que nos llama por nuestros nombres escritos a fuego.
El encuentro no fue casual, no. Fue premeditado. Al igual que las flores saben que su amor llega en primavera. El encuentro no fue en vano, no. Pues cargamos de esencia todo lo que tiene cabida en los corazones agrietados. Y fue bonito, fue inmenso. Martín, Fernando, Jose, Paco, Gregorio y yo, al mismo son, con la misma sinfonía… o con la misma marcha pues aquel que habitó en La Merced se mece en nuestras retinas.
Al final del Callejón nos alejamos, ya pensando en volver a encontrarnos. Sin olvidar el motivo que nos agita muy dentro e intentando convertirlo en eterno para emocionar a quienes nos sienten. Volveremos, con más fuerza si cabe. Pues hoy, acaso, ha faltado lo más importante… Sí, hoy nos ha faltado ir a ver a Jesús y nos ha quedado un inmenso vacío en el alma…
Foto: José Melero