Las reuniones del BCE han concitado siempre un interés máximo del entorno económico general y especialmente de los países de la zona euro. Sus decisiones son la mejor referencia para discernir y alumbrar los cauces por donde puede discurrir la política monetaria del área en el más inmediato futuro. Pero si esa trascendencia ha sido crucial hasta ahora, las últimas sesiones están provistas de una especial expectativa dada la compleja coyuntura que atraviesa la actividad económica de la eurozona, que ha obligado a retrasar repetidamente las intenciones de incremento de los tipos de interés que permanecen en el 0% desde hace ya tres años cuando el bloqueo del crecimiento económico se mostró más intenso.
Es verdad que desde entonces esa inédita medida, acompañada de otras de especial calibre monetario, han permitido recuperar algo la intensidad de la pujanza económica y situar los niveles de inflación en cotas más consecuentes, pero ese brío ha resultado, hasta ahora, insuficiente para conseguir las metas que la Institución se fijó para variar los cauces de su política monetaria, de tal forma que les permita y justifique abordar un incremento de los tipos de interés.
Así, durante al menos las últimas sesiones, el BCE ha vuelto a reconsiderar su decisión de iniciar el recorrido alcista, varias veces anunciado, debido, según explica, a la confirmación del continuo deterioro de las expectativas económicas en dirección opuesta a sus previsiones. Por esta razón, en la última reunión, ha decidido el mantenimiento de los tipos en los niveles actuales e introducir algunas otras variaciones tanto en las facilidades de depósitos como en las subastas de liquidez que, obviamente refrendan la inquietud latente de este organismo con respecto a la coyuntura económica actual. Aspectos, entre otros, como el proteccionismo desmedido del que está haciendo gala EE UU, originando una guerra comercial con China, el maremágnum del Brexit y el estancamiento general de la economía están incidiendo muy negativamente en la actividad económica. Pruebas evidentes son las revisiones a la baja que algunos países importantes han manifestado respecto a sus expectativas de crecimiento, como Alemania que, según anuncia, este año sólo incrementará su PIB en un 0.6% cuando las previsiones estaban fijadas en el 1.6%, o la propia zona euro, que igualmente lo reduce al 1.4%. Por otro lado, ante la constatación de ese enfriamiento, tanto los bancos de Australia e India anuncian ya rebajas de los tipos de interés oficiales, medida que puede abarcar hasta la Reserva Federal de EEUU, que señala que existen muchas posibilidades de que próximamente deba introducir alguna rebaja en sus tipos oficiales.
Resulta claro que estas medidas seguirán incidiendo en la rentabilidad de la banca y afectarán de forma muy desigual a ahorradores y acreditados. Los bancos europeos siguen clamando por un incremento de tipos que ahora ven cada vez más lejano, ya que el escenario actual, según comentan fuentes del sector, es la antítesis del negocio bancario. En cuanto a los ahorradores, quizás los más damnificados, lamentan las medidas que merman sus ingresos y restan atractivo a incentivar el ahorro. Mejor para la financiación de las empresas y para los hogares con hipotecas que verán retrasada la temida subida de sus recibos mensuales de la hipoteca. Nunca llueve a gusto de todos.