07/11/2016
Sudamérica es Luis Aguilé, pero también Víctor Jara, que recuerda a Amanda que recuerda a Manuel. Es la hoja de coca, pero también el café, ese pretexto para la charla. Es Bahía Cochinos, pero también el malecón de La Habana, donde retorna el mar tras pedir asilo político en Miami. Es Maduro, pero también Luis Carlos Lodi la Cruz, el sacerdote condenado por evitar un aborto en Brasil. Es Fujimori, pero también Rosario Rivadeneira, la ginecóloga chilena que combate el borrador de una ley que pretende convertir las placentas en cámaras de gas.
Europa ha exportado a América del Sur su peor producto, la ilustración, que transmutada en progresismo tiene algo de epidemia y algo de plaga: se contagia por contacto, por el boca a boca, y destroza lo que encuentra a su paso, especialmente la vida. Ya ha acabado con la de millones de niños so pretexto de que es por su bien. O por el de sus madres. Lo que está por ver. Si el niño no nace la madre se evita tener que llevarlo a urgencias a las tres de la mañana por unos gases, no digo que no, pero lo cierto es que cuando se le baja la fiebre ambos duermen como benditos.
Puesto que convencer al progresismo de que el pañal es superior a la mortaja es tarea inútil habrá que echarse al monte para frenar la matanza. Como maquis o sajones. Mejor como sajones. Más que nada porque el progresismo ha derivado en sistema feudal que fuerza a sus detractores a formar parte del equipo de Robín de los bosques. Por mí, fenomenal. Siempre me ha gustado dormir bajo los chopos y no le hago ascos a las barbacoas. Otra cosa son los mosquitos. El papel de rebelde tiene sus incomodidades, pero es preferible a interpretar el de Juan sin Tierra.