Vladimir Putin afirma que no tiene días malos porque no es mujer, algo similar a lo que piensan muchos hombres en cualquier lugar del planeta, y que viene a significar que ellos, como hombres, sólo tienen días buenos.
La realidad es diferente y nos muestra que hay días buenos, malos y regulares, y que los hombres al igual que las mujeres tienen días buenos, días malos y días regulares. La diferencia entre los días de unos y de otras es que, mientras que en los hombres lo de los días malos se ve como una posibilidad, en las mujeres se dan por seguro al estar enraizados en su fisiología, de hecho en esos días dicen de ellas que “están malas”. Bajo esta idea, el machismo aplica su lógica y justifica su modelo sobre la superioridad de aquellas personas que “no tienen días malos”, o sea, los hombres, respecto a la inferioridad de aquellas otras que sí los tienen, es decir, las mujeres, pues siempre será mejor para la sociedad depositar la confianza y la responsabilidad sobre quienes no tienen días malos. Todo, como se puede ver, “muy coherente y neutral”.
La primera conclusión del machismo a partir de esta construcción de los “días malos” de las mujeres, es que estos forman parte de su condición, lo cual permite estructurar esas “malas jornadas” de una manera amplia sobre el hecho de ser mujer, no sólo sobre circunstancias concretas. Y la segunda, es que, con independencia del momento y de los acontecimientos, el machismo siempre tiene a mano como recurso el argumento de los “días malos” para cuestionarlas, criticarlas o directamente atacarlas. Da igual qué es lo que haya sucedido, cuando un hombre dice de una mujer, “eso es que tiene la regla”, ya todo el mundo entiende que se está ante uno de esos días malos propios de las mujeres y que todo se convierte en inevitable. Al final, la construcción se cierra con el resto de mitos que la cultura patriarcal introduce para concluir de manera rotunda sobre su maldad: “las mujeres son malas y tienen días malos por estar malas”. Más maldad imposible.
Los hombres, tal y como dice Putin, no tienen días malos, como mucho pueden tener “un mal día”, algo muy diferente, pues con ese concepto se insiste en la idea de que son las circunstancias las que pueden propiciarlo, no su condición masculina. Y no es de extrañar que pueda presentarse algún mal día en los hombres dada la “enorme presión” que tienen que soportar a diario para impedir que alguna de esas jornadas termine por llegar a ser un día malo, sobe todo si se tiene en cuenta que con frecuencia esa presión se ve agravada por la tensión provocada por las mujeres con las que comparten una relación, bien sea familiar, de pareja, laboral… debido a esa maldad estándar que hemos comentado, la cual puede verse aumentada por uno de sus días malos.
La construcción cultural al final permite, incluso, otra referencia más. Y es que los hombres como Putin, Trump y todos los que siguen esas ideas, piensan que la presión que soportan y ante la que responden “con su maestría y hombría”, evita que el resto de las personas sufran las consecuencias negativas de esas circunstancias que llevarían a que todo el mundo tuviera también un mal día. Mientras que en el caso de las mujeres y sus días malos, lo que sucede es lo contrario, y son ellas las que generan un ambiente negativo que lleva a que cualquier persona que se encuentre cerca quede atrapada en la oscuridad de esa jornada, y sufra también ese día malo genéticamente femenino.
La valoración final es sencilla, los hombres actúan como guardianes de la normalidad y trabajan como rescatadores para evitar que el resto de la sociedad tenga días malos, y las mujeres se comportan como matrices de días malos que terminan por afectar la convivencia y las relaciones, a pesar del esfuerzo masculino. De ahí que Putin y tantos otros hombres manifiesten su desconfianza en las mujeres, bien sea por sus “días malos”, por su “menor inteligencia” o por su “menor fuerza física”, esa que dicen que las lleva a maltratar más que los hombres, pero “psicológicamente”. A la postre, la desconfianza está construida no por lo que tienen de menos, sino por lo que tienen de más, por esa “mayor maldad” propia de su condición, y que va desde lo físico a lo psíquico.
Para los hombres resulta muy sencillo vivir bajo esas construcciones propias del machismo, pues lo único que tienen que hacer es gestionar la culpa de manera centrífuga para situarla, bien en las circunstancias o bien en las mujeres. Ni siquiera son capaces de identificar los graves problemas que existen en la política, en la economía, en las finanzas, en la criminalidad… como conductas protagonizadas por otros hombres y relacionadas con el machismo común a todos ellos. Incluso en esos contextos no hablan de hombres, sino de bandas, grupos, partidos, empresas… o sea, de circunstancias. Esa es al razón, entre otras, que lleva a que no les preocupe el 95% de los homicidios que sufren, puesto que son homicidios producidos por otros hombres, y que, en cambio, no paren de hablar de los homicidios cometidos por mujeres, por supuesto, “desde su maldad esencial”, nunca en uno de sus “días malos”, aunque su número sea mínimo en comparación con los cometidos por hombres contra otros hombres.
Hoy por hoy, la mayoría de los males que tenemos como sociedad se deben a conductas y decisiones protagonizadas por hombres a partir de un machismo que actúa en diferentes contextos y ámbitos. El presidente Putin y tantos otros como él deberían revisar su agenda, a lo mejor llegan a entender que la mejor fuente de días buenos para hombres y mujeres es la Igualdad, y que esta se encuentra accesible en cada amanecer.
*Artículo de Miguel Lorente, sacado de su Blog «Autopsia» para los lectores de enjaendonderesisto