Por ANTONIO DE LA TORRE OLID / ¿No dicen que el ser humano es el único animal capaz de tropezar dos veces en la misma piedra, que no aprende de su experiencia y de sus errores, pese a nuestra teórica capacidad exponencial de ser cada vez más lógicos y racionales?. Así será, ¡que hasta hemos sido capaces de alumbrar la inteligencia artificial!. Pues ya está, resuelto, seguro que con ella se subsanará cualquier contingencia que se presente. No hará falta anticipar soluciones, ni siquiera al pensar qué pueda ocurrir a nuestros descendientes y qué planeta les vamos a legar.
Dejémonos de ironías, porque lo cierto es que no paramos de escribir nuevos ensayos sobre nuestra ceguera.
Ceguera es si admitimos que el lenguaje diplomático permite describir de manera eufemística lo que vemos por televisión que está ocurriendo en Gaza, como para no llamarlo genocidio.
Ceguera son las trampas que queramos hacernos al solitario, si normalizamos el insulto y la mentira como forma de hacer política, como si fuera un juego, negando que a medio y corto plazo socava y dinamita la democracia y la convivencia pacífica.
Y en fin, ceguera es si ponemos la zorra a cuidar gallinas: habría que pararse a pensar qué intereses están detrás, si a pesar de que la Cumbre del Clima COP28 la organiza Naciones Unidas, tengamos que cuestionarnos qué resultados íbamos a esperar, si se pone a presidirla a un jeque, que a su vez es ministro en Emiratos Árabes Unidos y responsable de una de las mayores productoras mundiales de petróleo y gas.
El perjuicio a la Tierra por causa del cambio climático a partir del daño por la intervención humana sí que es apocalíptico –no cuando se afirma que algunos lleven décadas destruyendo España, de ahí que se exija rigor cuando se utilizan determinados enunciados, si no, ¿qué frase más gorda se va a dejar para mañana?-.
Nada de broma e ironía. Cada vez nos queda menos tiempo para que evitemos un daño que sea irreversible, incluyendo, porque no se van a marchar a vivir a otro lugar, a quienes reducen carriles bici, zonas peatonales y de bajas emisiones en el centro de las ciudades, etc. Al menos que los capillitas de golpes en el pecho lo hagan por cumplir las recomendaciones de Francisco (las de su encíclica Laudatio Si), aunque claro, para muchos, a este Papa hay que puentearlo.
Lamentable de nuevo recurrir a la ironía en este asunto. Porque lo cierto es que entre los resultados de esta COP28 y el negacionismo alimentado desde sectores ultras como forma de ideología que se transmite a las políticas y a la gestión pública, tras la clausura de esta cita se van a ver agravados dos sentimientos opuestos: los de desangelo en quienes con el paso de los días reposen lo que este fracaso supone; y por el contrario, quienes van a ver reforzada su relajación, confirmados en que si los jerarcas que saben así lo han decidido, será que no es una prioridad la obligación de eliminar (no de reducir) los combustibles fósiles o que una vez más el capital permita que unos compren emisiones o laven sus conciencias, aportando fondos para reducir el impacto ambiental en países de más calor y subdesarrollados o fijando como mero eslogan el incremento de las renovables. Todo vale, si además hemos añadido la coletilla de que cualquier variación en estas conclusiones será por consejo científico, que para qué pensar que ese debiera ser el único criterio.
Otra vez pagamos el enfado con la ironía. Y todo esto no es baladí, porque nos llega muy de cerca, ya que España, Andalucía y Jaén son territorios donde el cambio climático es y va a ser más ostensible y rápido.
Así que al menos miremos con optimismo el esfuerzo de quienes tenemos más cerca, en este medio rural de Jaén, en los grupos de investigación de su universidad, en su sector agrícola e industrial, una provincia que ha hecho una planificación estratégica también medioambiental y de optimización energética local.
En Jaén se están haciendo gestos diarios por reciclar, reducir, reutilizar y propiciar una economía circular. Hace años que se constató la necesidad de afrontar las emisiones del sector cerámico en Bailén o mejorar la calidad del aire en Villanueva del Arzobispo. Se procura avanzar en las alternativas al secado del alpechín procedente de orujeras o en el aprovechamiento circular de los subproductos del olivar, produciendo pellets y biomasa, aprovechando las hojas, limitando la quema de rastrojos, el uso de herbicidas, hasta aplicando utilizaciones en los campos de césped artificial. El choque de realidad ha obligado además a apresurarse en buscar tecnologías para optimizar el riego, la distribución de agua o para la prevención de incendios forestales. Y aquí sí aceptaremos ironía, pues qué fin más filantrópico que orientar la investigación que se hace en esta provincia desde un centro del plástico sin embargo para aprovechar restos del olivar para mobiliario o para piezas de automoción.
Quienes observan la rapidez del cambio climático y el calentamiento global, el incremento del nivel de los océanos, la agresividad de los fenómenos atmosféricos, la sequía, las olas de calor o el perjuicio en las cosechas, pensaban ilusos que esta COP28 se esperaba como agua de mayo, nunca mejor dicho, para una urgente toma de decisiones más asertivas, más ambiciosas que anteriores acuerdos de París, Kioto y otras capitales. Si todo lo dicho es sentido común que deducimos, procedente de la divulgación científica, ¿por qué estos riesgos no se interiorizan por todos y ni el tan manido recurso al miedo en este caso funciona?.
Cae la noche, se acaba el día, la cumbre y se acaba el tiempo y el último borrador conocido del acuerdo final de la COP28 no cede ante el objetivo de la eliminación de los hidrocarburos para 2050, mayor captación de emisiones de CO2, aceleración de las renovables, el apoyo en la transición productiva o la reducción de la pobreza energética. No bajemos los brazos.