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Verano de 1955. El periodista y fotógrafo Robert Stein acompaña a Marilyn Monroe para hacerle un reportaje.

Marilyn entra caminando por la abarrotada Grand Central Terminal de Nueva York. Curiosamente, nadie la reconoce ni repara en ella.

Suben al metro y al salir de nuevo a las aceras de la ciudad, Norma Jean decide transformarse en Marilyn. Dirigiéndose a Stein le pregunta con una sonrisa burlona: “Do You Want To See Her?” (¿Quiéres verla?)

Entonces, Marilyn se quita el abrigo, se eriza el cabello y arquea su espalda. Como si de un truco de magia se tratara se vuelve radiante y espectacular.

En breves instantes se ve rodeada por una multitud de personas que la reconocen y durante unos agobiantes minutos necesitan ayuda para escapar de los entusiasmados admiradores.

Me encanta esta anécdota.

Para mí, transmite un mensaje inequívoco: el carisma es una habilidad que se puede aprender y poner en práctica.

Sin lugar a duda, cualquier persona puede conseguir esa “magia especial”. Cada uno de nosotros posee el potencial para mejorar, cambiar su vida y modificar el efecto que produce en los demás.

Realizar estos cambios puede ser una experiencia vital extraordinaria y la recompensa mucho mayor que cualquier otra acción que puedas emprender.

Se trata de convertirse en una de esas personas especiales que transmiten entusiasmo y confianza en sí mismas y que tienen el poder de transmitirlo.

En esto consiste la marca personal, en construir y gestionar la huella que dejas en los demás. Un matiz importante: debe hacerse desde la autenticidad.

Como dice Amy Cuddy en su libro El poder de la presencia, cuando conocemos a alguien por primera vez nos hacemos dos preguntas al instante: “¿Puedo confiar en esta persona?” y “¿Se merece mi respeto?

Estas dos preguntas responden a dos dimensiones: cordialidad y competencia.

Primero valoramos la cordialidad (nuestro cerebro reptiliano nos protege para sobrevivir y avisarnos de que podemos confiar en ella) y una vez nos hemos asegurado de que esa persona es fiable, valoramos su competencia (si nos parece una persona creativa, habilidosa o brillante).

Generalmente, juzgamos a la persona que acabamos de conocer como fiable y no competente o no fiable y competente (estas personas son las que nos producen rechazo)

Pero rara vez las encontramos fiables y competentes. Y estas son las personas que consideramos carismáticas.

En definitiva, para transmitir las señales adecuadas y mejorar nuestra “huella” es necesario introducir pequeños cambios en nuestro lenguaje corporal (sonrisa sincera, espalda recta, mirada segura, postura firme, tono de voz adecuado, etc…) y sobre todo elegir los estados mentales (actitud positiva, sentido de gratitud, ilusión, etc…) que permitan que nuestro cuerpo y nuestras palabras estén en consonancia.

Cómo te mueves, te comportas, te expresas, te vistes, piensas y sientes influyen de forma decisiva en tu marca personal.

La próxima vez que quieras sentirte bien y transmitir tu poder pregúntate: “Do You Want To See Her?”

 

 

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