Las medidas de política monetaria implementadas por el BCE, sobre todo las relativas a los progresivos descensos de los tipo de interés, hasta situarse en el 0% en marzo de 2016, están permitiendo la recuperación de la actividad económica pero, por el contrario, han ocasionado, como hecho consumado, un perjuicio derivado para los ahorradores que han comprobado cómo la retribución de sus excedentes ha mermado hasta alcanzar cotas prácticamente nulas.
No debe resultar extraño, por tanto, que en los últimos meses se haya producido un trasvase desde los depósitos a plazo fijo a las cuentas a la vista que se ha elevado a 130.000 millones de euros desde marzo de 2016, ya que los titulares prefieren mantener su dinero disponible para utilizar, en su caso, en otros fines ante la nula rentabilidad que ofrecen los depósitos a plazo cuyo nivel promedio actual no excede del 0,07%, aunque, en realidad, el trasvase comenzó muchos antes acompasando al progresivo descenso de los tipos iniciado en noviembre de 2011.
Si resulta llamativo este movimiento de traspaso entre las diferentes modalidades genuinas de mantener el ahorro, no lo es menos el constatar el incremento de los volúmenes situados en fondos de inversión, ya que ésta ha sido la alternativa más común ofrecida a los frustrados ahorradores para suplir la pérdida de rentabilidad de sus excedentes, obligándoles a aceptar dosis de riesgo que, incluso, podía suponer la pérdida de parte de los ahorros invertidos.
La aversión natural al riesgo y la falta de una mínima cultura financiera, ha obligado a muchos depositantes a aceptar el asesoramiento de sus entidades, que, en el mayor número de casos, optaron por fondos especialmente diseñados para perfiles conservadores, como corresponde a la tipología media de los ahorradores, con una composición más destacada de inversión en renta fija o similares sobre la renta variable. Sin embargo, en muchos casos, la realidad es que estas carteras han tenido que sufrir caídas o mermas del poder adquisitivo, ya que su evolución, no ha sido tan positiva como se esperaba, sobre todo en el último año, dado el escenario tan complicado que está afectando a la renta fija y a la volatilidad de las bolsas.
La mayoría de los expertos coinciden en que ante este contexto es necesario cambiar la mentalidad de los inversores con un enfoque más a largo plazo, lo que supone aceptar mayores dosis de riesgo del señalado anteriormente, aceptando composiciones de la cartera en torno de 50/50 (R. Fija/R. Variable) pero, por otro lado, ponen especial énfasis en que esta aceptación de un mayor riesgo debe ser debidamente compensada con una experta y acertada gestión del cuidador del fondo, de tal forma que los resultados gratifiquen suficientemente a los inversores. El problema es si los ahorradores superarán su aversión a aceptar más riesgo porque, ni aun así, nadie les puede asegurar remuneraciones aceptables para sus ahorros
En definitiva, mientras los tipos de interés no vuelvan a deparar mayores cotas de rentabilidad, el mayor objetivo del ahorrador debe ser proteger su patrimonio de pérdidas irreversibles y para ello debe optar, a pesar de su falta de atractivo, por fondos garantizados en cualquiera de sus versiones, que incluyan liquidez suficiente e incluso relegando a segundo término la rentabilidad a percibir.