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Antonio de la Torre OlidFirmas Invitadas

Aprendizaje biográfico

By septiembre 12, 2016No Comments

Aprendizaje biográfico

 

Quiero agradecer en primer lugar al amigo Antonio Garrido el que me ofrezca este espacio donde ejercer la escritura, algo que es más que un tiempo de ocio, que también; que es un ejercicio que al igual que la lectura debería realizarse de forma casi diaria; que es constructivo; y que te ayuda a crecer y transmitir. Cuando fuimos compañeros de oficio en los noventa aprendí de Antonio mundología de Jaén, perspectiva en los temas, además de que él siempre daba libertad de enfoque a quien afrontaba un asunto.

Y mi divertimento de hoy quiero orientarlo hacia un género literario y periodístico que me apasiona, la biografía y la autobiografía, preferentemente la del político.

De forma oportuna además y por darle traslación a la actualidad, creo que desde esa manera de entender estos escritos, constructiva y propositiva, les sugiero que apliquen mucho material de biografías a lo siguiente. En este contexto de crisis institucional en España, de inflexibilidad o de ausencia de entorno en los partidos políticos para aplicar soluciones, no sería mala cosa echar mano de muchos volúmenes, de la Transición española (demasiado idealizada quizás) o posterior a ella, porque en ellos se cuentan situaciones, coyunturas de negociación y salidas puestas sobre la mesa que no cabían en un telediario. Una dificultad que también encontramos en la cadena de exposiciones y réplicas que se ofrecen en los ciento cuarenta caracteres del twit, un instrumento para la política cuya aparición sí es muy útil para conocer al instante la postura final que se espera de alguien, una alarma, una recomendación o una última hora.

En nuestra tierra hemos tenido ejemplos de material biográfico, como la “Crónica de un sueño. Memoria de la Transición democrática en Jaén” o “Los días olvidados. Testimonios de la Transición democrática en Jaén”, textos de perfil más progresista, que desde la derecha ha despertado menos interés en ser preparados. O volúmenes como “Jaén: 25 años de democracia”, que editó la Diputación, a colación aquí porque no deja de reflejar una biografía colectiva, menos de autor y más en forma de contraposición de datos para obtener una fotografía de cómo se ha ganado en bienestar.

Por cierto que mal se compadece este último trabajo mentado si escalamos al ámbito andaluz –al que Jaén pertenece-, y encontramos trabajos de pretensión biográfica, que por su título ya ofrecen una conclusión, como los “Treinta años de nada”, en el que Francisco Rosell ofrece su impresión de tres décadas de autogobierno. Como de tinte biográfico, aunque colectiva, es la “Política de Cámara”, que un grupo de tres periodistas del diario “El País” ofrecieron en su “Política de Cámara”, repescando hechos relevantes de una legislatura andaluza. 

En los ejemplos comentados relativos a Jaén y a Andalucía ya podemos vislumbrar varias clases de biografías políticas, a elección del lector, dependiendo, de su afán por buscar más la experiencia personal, el enfoque objetivo del que analiza, etc.

Y por tanto las hay corales y personales, de un solo autor o de varios, generalmente impulsadas por un compilador o por una editorial.

Y las hay escritas por políticos, autobiográficas, en primera persona, como testigo presente, que explica su aportación o cómo afrontó aquella situación.  Ahí hay trabajos que fueron muy ilustrativos como “España en su sitio”, de Fernando Morán, explicando las dificultades de acceso a la Comunidad Europea o el episodio del referéndum OTAN; o los varios volúmenes de Alfonso Guerra a los que sumar “La democracia herida”, más antiguo; junto a trabajos capitales, como los escritos por Felipe González (el más reciente “En busca de respuestas”) o los de éste al alimón con Juan Luis Cebrián (“El futuro no es lo que era”). E igual que estos, una infinidad, entre los que citaré singularmente, aunque sin ser político, a Eduardo Haro Tecglen en “El niño republicano”.

En los reseñados sí hay un afán por elevar la mirada para adjetivar el tiempo que les ha tocado vivir, la dificultad del momento, los hándicaps, los aliados, los detractores, los riesgos o las dificultades. Todo ello da pie a una segunda distinción, la de libros que son biográficos, pero en los que el político no va más allá de su vivencia personal, salpicada de algún detalle interesante, la narración del porqué de algo que no se supo, alguna cuita personal, etc. Al hilo de esto, y sin que los que se van a mentar encajen exclusivamente en este tipo, hay textos de Fraga, Bono y alguno más en la que el mismo autor decía que había puesto a una persona a ordenar sus notas de agenda para prepararlos.

Más recelo aún me produce el que se escriba una biografía cuando un servidor piensa que dado el cargo que ocupa, el que lo hace no tendría ni tiempo libre para prepararla. Me refiero por ejemplo al todavía ministro de Economía, Luis de Guindos, que a las puertas de su marcha anuncia la presentación de su libro. E igual pretensión oportunista y de dudosa validez me inspiran textos de aquellos que están tan pegados a la actualidad como el hecho de que se publiquen a pocos días de la muerte de un ilustre, recién descubierta una corruptela o nada más incorporarse alguien a un elevado rango (como se han publicado por ejemplo sobre Rivera o Iglesias).

Y esta distinción abre la puerta a una nueva, la de aquellos que sin ejercer la política estuvieron muy cerca de ella, periodistas alguno oportunista como los anteriores, como aquél que recién abandonado el gabinete de prensa del Ministerio del Interior ya escribió su propia biografía (algo quizás antagónico, sobre todo por el poco tiempo transcurrido, por el puesto que se ha ocupado). Distintas y con las que disfruté fueron las de Julio Feo, de su tiempo en Moncloa (“Aquellos años”).

Un salto más nos lleva a las biografías de personajes políticos hechas por periodistas en su mayoría. Las de Victoria Prego sobre Suárez, Calvo Sotelo, González y Aznar; las de Alfonso S. Palomares sobre González (“Felipe: el hombre y el político”); las de Óscar Campillo sobre Zapatero; o algunas singulares como la de Graciano Palomo sobre Pedro Arriola “El brujo” o el de Bárcenas, de Ernesto Ekaizer.

Aunque también la Transición se prestó a títulos grotescos, histriónicos y prejuiciados, como los de Vizcaíno Casas, otro gran bloque se corresponde con textos que no aludían a un personaje concreto sino a caracterizar un período, que aportaron mucha información y explicación contemporánea. Lo fueron “La memoria recuperada” de María Antonia Iglesias; algunos tan metafóricos como “La aznaridad” o “Un polaco en la corte del Rey Juan Carlos” de Vázquez Montalbán. Y entre ellos los hubo que caracterizaron un cambio de ciclo, “Entre Felipe a Aznar”, de Julia Navarro; o de Graciano Palomo “De Aznar a Rajoy”.

Son por tanto libros de no ficción, que están a caballo entre la crónica y la reseña histórica, y ahí una vez más entra en juego el periodista que forjó su background y su estilo. Sobre cómo lo hacen, al igual que la lírica tienen su poética, periodistas y escritores han legado otro grupo de manuales sobre el oficio de escribir, de tinte autodidactas, sobre los que un día podemos abundar, pero que sin duda también han ayudado a ofrecer herramientas para mejor entender la sociedad y reflejarlo.

Desde cómo Vázquez Montalbán concibe el papel de “La literatura en la construcción de la ciudad democrática”; el “Diccionario político” de Haro Tecglen; la versión de Iñaki Gabilondo sobre “El fin de una época. El oficio de contar las cosas”; o cómo nos explica Amalia Sánchez Sampedro su forma de estar “Pendientes de la noticia”.

Y al oficio del literato en sí también se refirió Magny en su “Carta sobre el poder de la escritura” entregada a Jorge Semprún; García Márquez hacía alardes de crónica en su “Noticia de un secuestro”; Vargas Llosa ofreció sus “Cartas a un joven novelista”; o Umberto Eco explicaba en “Número cero” el poder y la influencia de la prensa y en la forma de presentar las noticias.

Apasionantes como decía todos ellos y desde la comprensión de que este tiempo nuevo es de gran complejidad, quizás de alguno de ellos se puede extraer alguna enseñanza.

 

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