Si en mis años de vendimia el vasallaje estaba mal visto es porque la dignidad estaba bien vista. Entonces, la reverencia al cacique generaba la burla de los que entendíamos que la función de las rodillas es impedir que el poder doblegue al hombre libre, que es el hombre que no piensa en clave de nómina pública. Como Antonio Garrido, al que una campaña en contra urdida por reverentes le ha valido una amonestación de Facebook.
El reverente que no se arrodilla ante Dios endiosa al hombre ante el que se arrodilla. Y, al endiosarlo, le ofrenda víctimas no tanto para aplacar su ira como para que le tenga en cuenta para la paga de beneficios. Lo que explica, intuyo, la campaña que ha motivado que la red social advirtiera a este periodista jiennense de que había sido denunciada una crónica que no contiene ningún insulto, pero sí algunas evidencias.
El poder quiere que el periodista sea notario de la realidad, pero Antonio, más que notario, es fiscal del día a día porque, en lugar de limitarse a dar fe de lo que pasa, interpreta lo que pasa en clave crítica para fundamentar su yo acuso. Antonio sabe que si el rey está desnudo la misión del periodista, que es el niño del cuento, es aclarar que camina sin ropa para poner en evidencia a quienes le dicen lo guapo que va.