Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO /
DESDE EL CANTÓN
A modo de prólogo quisiera, en pocas líneas porque mi amigo Martín me lo pide, cosa que agradezco, decir algo en referencia a este opúsculo poético.
Ropa Vieja nos trasporta a otra época, quizás a otra ciudad, aunque con la misma desidia e indolencia de siempre, ya que ni siquiera se reconoce en el morado de su cintura ni en el dorado de su cruz. Martín logra con un puñado de poesías todo aquello que nos devuelve a la niñez, lo único verdadero que no entiende de imposturas ni imitaciones.
Poesías e imágenes que nos ancla a nuestra ciudad y a nuestros mayores. Este itinerario lírico-sentimental nos devuelve una ilusión perdida para toda una generación que ha vivido una Semana Santa que ya solo existe en el recuerdo. Es cierto que cada generación tiene derecho a hacer su Semana Santa, aunque me atrevería a decir que toda imitación en el fondo no deja de ser admiración e impostura.
No quiero extenderme ni hablar más de la cuenta. solo diré que, en este pequeño poemario, en extensión, pero sublime en sentimiento poético, Martín, desde su delicadeza y humanidad cristiana únicas, tiende un hilo conductor entre el pasado y el presente cofrade de esta ciudad, aunque mucho más devocional que quizás la hipócrita palabra cofrade.
Nunca veremos la cintura más bonita del mundo subir la Ropa Vieja, pero soñaremos con ver llegar la belleza de su misericordia, de su buena muerte en ese anciano de Jaén que por abril nunca envejece camino del viejo barrio, siendo lirio cárdeno quebrado en su caída camino del Jaén eterno mientras por San Juan la señora de Jaén, no hay dos como ella, saldrá a su encuentro. Antes fue niña en el camarín olvidada por todos aquellos que dicen quererla.
Por el Cantón, que lleva su nombre, veremos subir a EL ABUELO con los sones de Cebrián expatriados cofrades que todavía osan escuchar su marcha. Luego, amanecerá a Jesús De los Descalzos por calle Ancha camino del viejo arrabal.
Quisiera terminar dedicando estas líneas a LA TERTULIA DE LOS VIERNES, a MARI ÁNGELES SOLÍS fiel devota de Jesús y de esta ciudad y a todos aquellos que alguna vez han tenido el privilegio de portar su belleza viendo la melancólica misericordia de su rostro abrazando a la Catedral donde un Cristo Jaenero me devuelve a mi infancia y a mi madre, siempre con un pañuelo en la mano viendo lo que hay encima del canasto que esa sí es la joya de Santa Clara y orgullo de Jaén.
Gregorio Cano Bueno, Jaén Marzo, 2025

A LA VIRGEN DE LOS DOLORES DE SAN JUAN
(ARCO DE SAN LORENZO)
Es medianoche en el cielo,
el arco y la muchedumbre,
las estrellas son de lumbre,
la saeta enciende el duelo.
La Virgen busca consuelo.
Mira el trueno enloquecida,
ve a su hijo muerto, sin vida.
Calle arriba va su pena.
¡Qué injusta fue la condena!
La madrugada se olvida.

A LA VIRGEN DE LOS DOLORES DE JESÚS
¿Qué tienes, oh mi Señora,
que tu dolor adivina
la noche tan repentina
que termina con la aurora?
¿Qué tiene mi Sanadora,
que en su semblante, la brisa
amaina la eterna prisa
entre la muerte y la vida?
¿Desde las almas perdidas
por qué tu luz se divisa?

ROPA VIEJA
(A JESÚS DE LOS DESCALZOS)
Se va la luna. Calle de la Ropa
Vieja. El cielo y la voz de la saeta.
La campana se calla. El sol, violeta.
En la plaza, los trinos en la copa
de los árboles. Firmes las promesas.
La muchedumbre espera. El viento vuela.
La procesión asoma sin las velas.
La Marcha de Cebrián eterna y presa.
Y qué difícil es subir la cuesta.
El trono se para firme allí dónde
tu mirada despierta, en esta cresta
de Santiago; la fe otra vez responde.
Jesús, tu sombra siempre tan enhiesta
mirando ese clavel que nadie esconde.

AL CAÍDO DE LA MAGDALENA
(NUESTRO PADRE JESÚS DE LA CAÍDA)
Santo Domingo y su luz,
la luna con su tristeza,
la noche con su belleza,
muestran tu rostro al trasluz,
semblante tan andaluz,
al ver tu última caída,
al verte casi sin vida,
llegando a la Magdalena
naciendo un rumor de pena,
en tu plaza más querida.