Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO / Escribir poesía, en estos tiempos que corren, es un ejercicio de valientes. Sin embargo, hay gente que no teme las consecuencias y, con talento, lo hace. Estas personas, que reciben el nombre de poetas, son las únicas que pueden alertar nuestra conciencia y avisar y recordar lo hermosa que es la existencia.
El poeta -en este libro es una poetisa- se convierte en el cronista de nuestras pasiones y con maestría nos guía por su experiencia vital, que, finalmente, se convierte en la nuestra también.
¿ Acaso hay algo más bonito que mostrar la belleza de tu intimidad a tus iguales? Ciertamente, no. Abrir las rosas de tu corazón, de tu alma, da sentido a la vida del poeta. Es necesario que su don se conozca y se admire.
En este poemario, María Ángeles Solís nos adentra en la belleza del viejo Jaén con un recorrido poético que hace que el lector se enamore de la ciudad, incluso aquellos que no la han visto nunca.
El espacio literario que nos propone reconoce la valía patrimonial de una ciudad que muchos no conocen, por abandono o desidia, características muy propias, a veces, del vecino jaenés. Aquí, en este poemario, tiene la oportunidad de rehabilitarse y hacer acto de contrición.
Aunque es el primer poemario de Solís, se trata de una poetisa ya consolidada, con una voz y un tono propio, que la convierten en una referencia para otros y otras que decidan sacar su voz poética.
Además del itinerario monumental que la autora nos propone, también encontramos en este libro la referencia al mito de la ciudad, en concreto al de la leyenda del lagarto de Jaén, que aquí se trata con una perspectiva innovadora que hace que el lector se interese más en su origen, comparando el mito del lagarto o dragón con otros ya existentes en la literatura universal.
El folklore, la historia e intrahistoria de Jaén se reflejan de forma magistral en la primera obra de María Ángeles Solís, con un gran dominio de las formas clásicas, donde su magisterio es tan alto como la luz de la ciudad del Santo Reino.
Martín Lorenzo Paredes Aparicio.