Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO / Asumir que la vida es hermosa, y que nuestro principal objetivo tendría que ser la ética como camino principal de comportamiento, sería lo ideal. Pero, tristemente, no es así. Es todo lo contrario, una utopía inalcanzable.
Escribo este texto, por una especie de imperativo moral, por salvar el honor de una mujer que ya no está. Una chica que vino, desde el otro lado del mar, huyendo de las guerras, de la miseria moral en la que vivía constantemente.
Escribo, como todos los fines de semana, desde la casería familiar de El Portichuelo. Ahora mismo, en la lonja que hace las funciones de mirador, el silencio es la música más bella. Desde este gran balcón puedes ver la cañada de las Hazadillas, su parte delantera, y la cruz de la Chimba.
Desde este lugar, la canícula se hace más soportable. Y si no, la solución más adecuada es subir a bañarte en la piscina.
Sin embargo, la desconexión no puede ser total, todavía hay gente que sufre, y que muere en este mundo que un milagro nos otorgó.
Las bombas siguen matando a los palestinos, y occidente no hace nada. El sionismo ateo, que es esclavo político de los ortodoxos, está haciendo todo lo contrario que predicó Jesús de Nazaret al que debían de mirarse todos los hombres de la tierra, dejando al margen las religiones.
La chica, en su país de origen, trabajaba en una ONG cuyo principal objetivo era ayudar a los más desfavorecidos, sabiéndose que era la mayoría de la población.
Por esto, cuando llego a España, pudo acreditar sus estudios y comenzó a trabajar en una entidad similar a la que existía en su país.
Sin embargo, nunca deberían de darse las cosas por sentado, nunca debería darse el corazón de forma plena. Dar amor, cariño, esfuerzo y trabajo, sabiendo que nunca vas a obtener lo mismo, no debería estar permitido. El cerebro tendría que tener un mecanismo que lo impidiera.
Nuestra protagonista pagó cara su empatía, y fue derrotada, destronada, derrocada por aquellas que, en principio, se llamaron compañeras, después amigas y más tarde traidoras. Dejándola sumida en lo más profundo del infierno.
Su carisma, entre las personas a las que ayudaba, fue la sentencia que proporcionó su condena.
Sola y aislada no supo, no pudo luchar contra todas las falsedades que el círculo corrupto del poder arrojó sobre ella. Pues, este círculo que, en un primer momento, la apoyó, no pudo soportar su popularidad.
Fue una mañana de primavera, después de una conversación con una amiga, cuando Samane tomó la terrible decisión.
A pesar de pedir por todos los medios posibles que la dejaran en paz, la maquinaria de difamación seguía su curso.
El círculo de poder, envidioso todavía de los éxitos de la muchacha, seguía con sus comentarios en los que denigraban a la mujer.
La capital de provincias se despertó sobresaltada. La noticia del periódico era realmente aterradora. Una chica extranjera había saltado desde un décimo piso.
En la mesita de su dormitorio, había una carta, cuyo contenido debería ser desvelado por una persona en particular.
Quizá el círculo de poder, el círculo corrupto, por fin, sería descubierto.
Continuará.