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Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO /

(Mi Pregón de anoche para abrir las fiestas del entrañable edén de Jabalcuz)  


En el tajo  
El viento no dejó de aullar en la noche, mientras la llama crepitaba en la lumbre ajena al ajetreo de las primeras nieves. Jabalcuz, vigilante, observaba el primer día de aceituna. El ciclo comenzaba de nuevo, el rito se repetía en este mundo de hombres de manos rudas, de mujeres fuertes como la tierra.  
El olivar se hacía escarcha en la profundidad del valle y el sol dormitaba en lo más alto del cielo.  
Las caras de los aceituneros y aceituneras muy serenas. Y sus varas parecían una llave que abriera el tesoro prohibido de la oliva. Y el tronco, al verse bien tratado, se dejaba querer y las aceitunas caían con armonía.  
Pronto la llama del ocaso adivinó el fin de la jornada. Sus huellas se grabaron en el suelo del valle, para ser testimonio de la sangre campesina. 

Buenas noches, vecinos y vecinas, miembros de la junta directiva de la Asociación de Vecinos ¨Paraje de Jabalcuz¨ y autoridades locales. Agradecer a Nana Salcedo su proposición para poder estar con ustedes esta noche. Sigue luchando, querida amiga.
  

La amanecida ya asoma sus ojos por la ventana del este. Jabalcuz te llama con premura. Quiere que vayas y descubras su belleza tranquila. Desde el puente de Santa Ana, inicias la ruta por la antigua cañada real, hoy convertida en carretera que hacen del barrio de Jabalcuz el apéndice natural de la ciudad de Jaén. El pulmón que distribuye el aire que siempre la mantendrá viva. Pues, Jabalcuz no es sólo la montaña. Jabalcuz es agua, es bosque, es historia, es vida. En Jabalcuz se escribieron los momentos más brillantes de la sociedad jaenera. Sus ciudadanos supieron encontrar su “Belle Époque”, su paraíso en estas naturalezas.

Los Jardines de Jerez, de aspecto babilónico, acompañados de las casas gemelas, son el espacio, quizá, más hermoso de todo el gran conjunto arquitectónico-natural que es Jabalcuz. Su laberinto de setos, las cascadas con su voz de agua, y sus fuentes son el antídoto que cura nuestra alma.  
El agua es el símbolo, la vida sobre la que se construye Jabalcuz: las termas, que antaño repararon tantos corazones dolidos, situadas en las mismas entrañas de la montaña, son el gran reclamo de este edén.   
Pero, Jabalcuz es también devoción; los restos de las ermitas de San Damián y San Cosme unían la paz del jaenés con el Creador. Todavía, al ver lo que queda de ellas, te emocionas. Su reconstrucción sería la nueva flor de todo el gran jardín que es Jabalcuz.  
Tú, Jabalcuz, eres sierra y entrada de otra cordillera hermana, que es la Sierra Sur. En tus paredes, bendita montaña, el escalador hace realidad su sueño de estar más cerca del cielo. Desde tu cima, podemos saludar a la romántica Granada y a todos tus hijos, que al cobijo de tus valles crearon sus pueblos y ciudades.  
¡Silencio! Escuchad el rumor del agua, cerrad los ojos y conducid vuestro pensamiento a las termas. No tardéis, pasad.  Jabalcuz ha resucitado. No lo dejéis, otra vez, morir.  
En Jabalcuz existen hermosas caserías como la de Nuestro Padre Jesús, y la casería de Martín. 

La Casería de Martín, en el corazón de Jabalcuz  
  
Todos tendríamos que ser luz y así, quizá, seríamos mejores. El mundo está lleno de luz, pero no sabemos encontrarla o huimos de ella, pues siempre dice la verdad.  
Sus partículas nos descubren la belleza de la naturaleza. Nos hace formar parte del mundo.  
En Jabalcuz, la luz se cuela por todos sus rincones.
La casería de Martín se encuentra en el corazón del mismo valle. Es un inmueble señorial, la fachada es de piedra y de los balcones, colgados desde siempre, nadie sabe su edad. Y consta, también, de una torre que mira al oeste. Todo lo anterior, completado con una cancela, cuyas rejas dicen que descienden de las manos del maestro Bartolomé. Y a los pies de la casa, una lonja que hace la función de mirador.  
Al atravesar el umbral de la casona, se encuentra un gran recibidor que distribuye la planta baja en tres habitaciones: cocina, comedor y salón. En las tres piezas existen chimeneas, que hacen que los inviernos sean más llevaderos. Desde el distribuidor, nacen unas escaleras que nos conducen, si subimos, a la primera planta, que dispone de varias habitaciones, y si bajamos, al sótano, que es casi el mejor lugar de la casa, por su agradable temperatura. El aceite y el vino que se produce en la finca aquí se guarda y cura hasta que está a punto para su consumo. Durante todo el recorrido se puede observar grandes pinturas de artistas de Jaén: Nogué, Horna, Viribay. Cortés, Gabucio, Carrillo, Mesa, Palomino, María Paredes…  
La joya de la corona es una biblioteca que se encuentra en la torre: más de cinco mil libros guarda.  
La finca tiene olivos y árboles frutales, por lo que nunca falta aceite y fruta fresca en la alacena. Las frutas se consumen según su temporada, como hacían los antiguos. Martín es un defensor de las tradiciones. Cumple con exactitud el calendario que marcan las labores del campo. Aquí, en la  
casería, se celebran con más alegría los santos que los cumpleaños. El calendario es circular como lo es el ciclo agrícola.  
La casería y la finca están envueltas por una luz mágica, que todo lo cambia; una luz que te lleva a otra dimensión.  
  
Esta casería existe, ustedes deberán discernir si me he recreado o no en su historia. Lo que sí es verdadero es que es el centro de nuestra familia, el lugar en el que, apenas podemos, nos juntamos todos para pasar unos ratos muy agradables.   
Situada al pie de Jabalcuz, es nuestra gran joya.  
Pero el mérito del vecino de Jabalcuz es la importancia que el barrio ha atesorado en los últimos tiempos, siendo un lugar no sólo de recreo sino también un sitio ideal para poder vivir. La cercanía al núcleo urbano así lo confirma.  
Por eso es necesario que rindamos merecido homenaje a aquellos intelectuales jaeneros que, sabiamente, supieron ver las bondades de Jabalcuz.  

Sin embargo, lo haremos más tarde
  
Ahora hay que seguir fabulando, que es lo que verdaderamente importa.  
Esta pequeña narración que les voy a leer a continuación está dedicada a mi amigo Tito Hontoria, dedicada, también, a nuestras travesías por esta inmensa montaña.  
  
Dice así,  
  
La belleza de la mañana ya comenzaba a asomarse por oriente, los primeros rayos de sol apuntaban hacia mi montaña.   
El sueño plácido como el agua que canta en la fuente. Un sueño hermoso, igual que los ojos del animal.   
Otra vez, la señal: la niebla se hace fuerte. Se desliza entre los adoquines de la calle Santísima Trinidad. El lagarto vuelve a salir por la puerta del convento trinitario.   
Apenas tuve tiempo de ojear el cielo, el mensaje fue claro y rápido: había que desplazarse hasta la montaña. Mi amigo jurásico me esperaba en la quietud acuática de las termas de Jabalcuz.  
Caminé con celeridad por la calle del doctor Martínez Molina; el tiempo y el espacio se abrazaron y el resultado fue celestial.
Atravesé la Santa Plaza de María. Y ciertamente en un suspiro ya cerca estaba de la fuente de la Peña. Un grito ahogado brotó de la cantera, el espíritu de los destronados yacía encadenado a la piedra; pidiendo tornar a la paz que le había sido robada.   
Jabalcuz ya se veía cerca. La roca hermoseaba las estribaciones, las puertas de la dulce Sierra Sur.   
Y en su cima unos ojos verdes comenzaron a descender por la ladera del falso volcán. El dinosaurio, desde la profundidad de la cueva, encontró el sendero divino que guiaba el agua hasta su eterno reposo.  
¡Qué alegría! ¡Qué gran milagro ocurrió! Otra vez el animal consiguió lo imposible: los jardines de Jabalcuz se abrieron descolgados de la piedra y su belleza competía con el alto sol.   
Pero la hazaña no solo quedó en la belleza de los jardines. Enfrente, en el lugar en que la carretera se convierte en curva, a la diestra, al pie de la montaña, las termas esperaban la llegada del bañista. Y al lado, en la puerta de una casería, María aguardaba con su eterna sonrisa, dispuesta a hacer inolvidable la visita a la montaña.   
Todo volvió a desaparecer, sólo sigue colgado el cartel que anuncia una pronta restauración de los baños: da mucha vergüenza decir el tiempo que lleva puesto.  

A Jabalcuz

Cuando muera que sea en tu valle,
con árboles con hojas de colores.
Que canten los trinos a los vivos. 
Cuando muera, quiero que me enterréis 
en su vaguada. 
En lo más profundo. 
Y mi espíritu será libre
entre las nubes. 

La historia de Jabalcuz va ligada a una serie de personajes que supieron entender el potencial que este paraje podía ofrecer a la ciudad de Jaén. 
Caminando por sus senderos hace poco tiempo, cerca de las ermitas, me encontré una carta que estaba encima de una piedra. Ya era, prácticamente de noche, y el miedo paró mis pasos. Pues tuve la impresión de que alguien la había colocado de forma expresa para que me topara con ella. 
Abrí el contenido del sobre, y mi asombro fue mayúsculo. La misiva estaba hermosamente escrita, y con una bellísima letra que indicaba la altura moral e intelectual del que la había redactado. El firmante me pedía que la leyera cuando tuviera ocasión. 

Y, ciertamente, que mejor momento que este. La carta empieza así: 

Queridos vecinos de Jabalcuz, ilustres representantes públicos, a todos me dirijo con el debido respeto, todavía es pronto para deciros quién soy, os escribo para ilustraros y recordaros todo lo que he hecho en el lugar en el que ahora estáis reunidos, en este verano que pronto terminará. 
Conviene que sepáis, que un grupo de personas encabezadas por mí dieron su vida por esta villa, siguiendo la idea inicial del Dean Mazas. 

En este lugar trabajaron grandes artistas y personas, como el arquitecto Antonio Flórez Urdapilleta y los jardineros Cecilio Rodríguez Cuevas y Andrés Garrido Robles. Ciertamente, el proyecto no se pudo acabar en su totalidad, pero sí se realizaron logros importantes, haciendo de este paraje un lugar idílico de nuestra ciudad. La lástima fue que no pudimos unir Jabalcuz con nuestra ciudad a través de un tranvía eléctrico. Así pues, queridos amigos, la historia de los tranvías en esta ciudad no es nueva. Qué pena que los que mandáis no seáis capaces de poneros de acuerdo. Y cómo lamento que mi proyecto no se pudiera llevar a cabo. Mi ilusión era hacer de Jaén una ciudad importante. No sólo a nivel regional sino, también, a nivel nacional e internacional.
Sin embargo, igual que ahora, también existieron problemas de comunicación, luchas de ego, protagonismos absurdos… Lamentablemente, la historia se repite. El ser humano es un animal que siempre repite los malos comportamientos. 

Creo que ya intuís quién soy. Sí, soy José del Prado y Palacio. Soy el creador de este sueño que como os he dicho antes no supe terminar. 
Os digo, a través de esta misiva, que no cometáis el mismo error que yo. Os pido que estéis, vosotros los que mandáis, a la altura de las demandas de vuestros ciudadanos.  Rehabilitar este maravilloso Edén. Jaén y sus ciudadanos lo merece. 

Atentamente, alguien que os quiere. 


Queridos amigos, no quiero hacerme pesado con mi intervención. Sólo he querido hacer un pequeño recorrido por este barrio y sus parajes que me vieron crecer, que tantas veces recorrí y al que llevaré siempre en mi corazón.  
Quiero daros las gracias por la amable y paciente atención que habéis tenido con mi persona. Yo me siento un vecino más.  
No puedo terminar mi intervención sin dirigirme a mi esposa e hijas y decirles: Natalia, Julia, Emma sois las flores que hacen que la vida sea hermosa.  
Muchas gracias, amigos y amigas. Disfrutad de las Fiestas del Barrio. ¡Vivan las Fiestas del Barrio de Jabalcuz! 

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