Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO / La red social es un laberinto sin buen término. El sujeto se mueve en ella como pez en el agua. La belleza del líquido no existe, no es limpia como aquella que baja por las cascadas o por los saltos de roca. Por eso, el individuo se oculta tras la misma, y es muy difícil verlo venir. Al principio, su palabra es hermosa igual que la del poeta. Te embauca, te conquista con su retórica que parece más propia de un filósofo de la Escuela de Aristóteles. Crees que estás hablando con alguien que merece la pena. Un ser que aporta alegría a este mundo que, a veces, creemos que se va a caer a pedazos.
Sin embargo, el personaje es siniestro. Se ha criado en las páginas de cualquier novela gótica del siglo XIX. Su poca consideración hacia el prójimo supera todos los límites que la educación impone. Es soberbio y anárquico. Su discurso carece de toda lógica y sentido, convirtiéndolo en un animal peligroso. Si está atrapado en la conversación, al final se escabulle, pero antes ataca, y su golpe puede ser mortal.
Su afán de protagonismo, no le impide cambiar de opinión, si con ello obtiene alguna dádiva. Como si se tratara de un tren que recorre la campiña, va cambiando de paisajes, de organización. Aguanta el tipo, hasta que lo descubren. Y sale despavorido, buscando otras metas, otros objetivos, en los que pueda sentir que está en el candelero.
Muy aficionado a mostrar su vida en la redes, cual alta diva o folklórica. La foto, siempre, está muy bien tratada. Al fondo, la playa o la montaña, y si el tiempo lo permite una copa de cerveza en su inmensa mano.
Maestro de la jactancia. Su vida, casi siempre, parece perfecta.
Muy formado en las leyes terrenales, pero con poca alma y moral.
Gran lector, según él. Seguidor de la prensa local, admirador de algunos articulistas hasta la saciedad, cayendo en un peloteo bajuno y rancio.
Si te lo encuentras por la red, no temas. Eso sí, hazle siempre caso, multiplica su ego para que sus noches sean plácidas. Y no se despierte en mitad de la madrugada y te haga budú.
Los vencejos están a punto de aparecer.