Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO / Calle arriba sube Alberto con sus recuerdos. Últimamente, al poeta, le ha dado por leer, de nuevo, a los filósofos. Siente especial predilección por San Agustín que, finalmente, acabó convirtiéndose al cristianismo. Defendiendo un Dios de los vivos y no de los muertos. Nuestro amigo ha vuelto a la filosofía gracias al ensayo del reconocido escritor Rafael Narbona. El libro, muy recomendable, se llama «Maestros de la felicidad» . El tratado de Narbona nos invita a la reflexión y al optimismo. A la busca de la felicidad. El escritor llega a la conclusión de que la nada no es el final. Que la inmortalidad es nuestra meta. Que al mundo no se viene a sufrir.
Alberto, gracias a este libro, ha recobrado su alegría.
Sin embargo, no es todo oro lo que reluce.
El estado de las cosas, en su ciudad natal, no tiene muy buen aspecto.
La falta de armonía y de planes de la clase política dirigente es preocupante.
Como sabéis, nuestro amigo vive en el casco histórico de su ciudad. Después de muchos años en la metrópoli, regresó para pasar el tiempo de vida que le quedase en los bellos rincones de su viejo Jaén.
Y, aunque está muy a gusto, no vive al margen de la involución que la ciudad ha sufrido en los últimos quince años.
Él considera que la marcha atrás empezó con el no funcionamiento del tranvía. Su no puesta en marcha, supuso que los ciudadanos no asimilaran las bondades de la utilización del transporte público. Privándolos de una ciudad más descontaminada, en la que el coche sólo se utilizaría en contadas ocasiones.
Sin embargo, ahora vemos todo lo contrario. El tráfico desborda el centro. Y la solución que se aporta, tanto por unos gobernantes como por otros, es quitar el adoquinado de las calles emblemáticas y sustituirlo por asfalto impreso. No existe un modelo o plan de ciudad. No existe sensibilidad en muchos ciudadanos. Y, lo más triste, es que muchas de estas políticas son aplaudidas por los fans en las redes antisociales.
Él está muy preocupado por el casco histórico. Cada vez tiene menos servicios. Y la falta de vivienda y la inseguridad es preocupante.
Es necesaria una armonización por parte de todos los agentes. Todavía hay muchos vecinos del viejo Jaén que quieren seguir viviendo en sus entrañas. No pueden seguir siendo objeto de abandono por parte de las instituciones políticas y por las fuerzas de seguridad.
Pero, existe otra cuestión que el poeta se pregunta. Se trata de la función social de la UJA. Y, sobre todo, echa de menos que ilustres intelectuales, que defienden las flores del Jaén histórico, no sean capaces de dar un toque de atención a la Universidad en la que, por cierto, ellos trabajan.
Alberto acaba de salir de su casa. Va dirección a San Miguel. Está muy preocupado por la falta de mantenimiento de la antigua iglesia. Pero antes, se para en el solar de San Andrés. Y, a su cabeza, viene la noticia que salió sobre la futura instalación de la sede de la Uned en la plaza de Santiago, algo que, como otras muchas promesas, no se ha cumplido.
Pronto se harán hermosas elegías por Jaén.
Foto: La antigua iglesia de San Miguel. (JOSÉ ANTONIO MESA BELTRÁN).