Por MARTÍN LORENZO PAREDES APARICIO /
Tu silencio, tu Buena Muerte nace
cuando la luna cae con su luz,
abrazando la sombra de tu cruz,
alumbrando otra noche que se hace.
Caballeros de la Buena Muerte
Cae la tarde, y baja el caballero con sus hijos.
Es Miércoles Santo. El crepúsculo acaba de irse, ha pintado de naranja el cielo de Dios. Vienen de la casería. Hace poco que terminó la poda. Esta vez se alargó demasiado. La casona es de piedra. Es solariega. Está bien hecha.
En ella, vive todo el año el caballero, un hijo de la Buena Muerte que, desde que se fundó el cuerpo, lleva todos los años sobre sus hombros al Cristo.
Este miércoles no tiene peligro, no va a generar conflictos. El sol fue espléndido y la noche va a dar tregua, abrazando con su brisa.
Bajan desde Jabalcuz. El monte, este año, se ha quitado la montera. Así lo quiere el Padre Dios.
Tiene que ser un Miércoles Santo de recuerdo, de túnicas blanquinegras, de mantillas en dos filas, de cruces que nunca nadie olvida.
Carrera de Jesús abajo giran hacía Santa María. Nunca habrá una catedral tan hermosa.
El caballero le dice a sus hijos que se den prisa. El Señor los espera. Los niños obedecen.
Pero ya no son niños, son hombres hechos.
Hoy se hacen caballeros. Hoy se hacen apóstoles del Cristo de la Buena Muerte.
El gentío se aparta. Pasan los tres con sus túnicas. Nunca hubo mejor salvoconducto.
Y en la calle Campanas, los tres se miran.
Suben por la parte del Sagrario. El Señor en el trono es el rey de los cielos.
Es Miércoles Santo y tres caballeros de la Buena Muerte acunan al Cristo de Jaén.
Foto: Cristo de la Buena Muerte. (PASIÓN EN JAÉN)